La lluvia trae un extraño lamento. Y un escenario de desencuentros entre el gobierno provincial y el nacional. Como se dijo antes de que el presidente Mauricio Macri decretara que con Miguel Lifschitz "tenemos un discurso único", parece que se hablan distintos idiomas. En la inundación de abril del año pasado, cuando todo era tensión entre ambas gestiones después de los pasos de comedia en la persecución por territorio santafesino de los célebres evadidos Schilacci y los hermanos Lanatta, comenzaron los primeros chispazos por el agua. La provincia insistía en que no se trataba de un problema de evacuados y de ayuda con agua, alimentos y frazadas, sino que en realidad lo que demandaba del gobierno nacional eran fondos frescos, exenciones impositivas y créditos blandos para productores agropecuarios que lo habían perdido todo. En ese momento no estaba claro si el equívoco respondía a la escasa experiencia en gestión del nuevo gobierno o, por el contrario, si se hacían los distraídos para hacer foco en la gente que sufría y no abordar la crisis hídrica estructural que hubiese implicado muchos más millones de pesos. El gobierno de Lifschitz asegura que en aquella oportunidad la provincia invirtió 800 millones de pesos para obras de infraestructura vial dañada y que el gobierno de la Nación nunca envió más de 50 millones de pesos como toda ayuda.
Las lluvias volvieron y no escurren, como un pase de factura por la desmesura que implica el hiperdesarrollo del monocultivo, la siembra directa y las millones de hectáreas de bosque arrasadas, entre otros factores derivados. También volvieron los desentendidos. Ahora hay seis departamentos provinciales en emergencia con pérdidas cercanas a los 13 mil millones de pesos, por un total de un millón de hectáreas productivas anegadas y 900 tambos que debieron suspender sus actividades. A los que hay que sumar miles de animales ahogados.
No sólo las lluvias y los desencuentros vuelven. También volvió Marita Ferrero, aquella productora láctea de Colonia Fidela, en el departamento Castellanos, que le había escrito al presidente Macri en la inundación de abril y que fue visitada por el mandatario junto a parte de su gabinete, todos con botas hasta las rodillas que la rodearon de afecto y abrazos. Ahora dice Marita entrevistada por el diario El Litoral: "Tenemos que cerrar el tambo, el agua nos llega a las rodillas y no pudimos sacar los animales del lugar". El tambo tiene 80 años y perteneció desde siempre a su familia. Las lluvias no son culpa de Cambiemos, pero la postal ilustra claramente una manera de hacer política liviana, como las fotos con el tortero que vende sus productos en la ruta cerca de Rosario y que también fue visitado por el presidente, que hasta se animó a mordisquear una torta asada en una parrilla que quizás no cumpla con todos los requisitos bromatológicos. La política es comunicación, como diría el amigo Mario Riorda, pero también es algo más. Tiene la obligación de transformar en beneficio de la gente. Y en última instancia, Marita y el tortero estarían mucho mejor si en vez de visitas reciben el amparo de políticas públicas de fondo que los incluyan.
Como le dijo la concejala socialista Verónica Irízar a su par del PRO Carlos Cardozo: "Las políticas de tu gobierno hacen más daño que la inundación". Fue en el marco de otro debate signado por las aguas: la inundación casi total de Rosario tras una lluvia fuerte. El PRO olió la sangre y propuso ‑en el marco de un Concejo cerrado por vacaciones‑ eximir de la Tasa General de Inmuebles por 90 días a aquellos vecinos que hubiesen sufrido la inundación y acreditaran corte de los servicios básicos. El Ejecutivo no tardó en responder y calificó a la medida como "demagógica" y "contradictoria". Cardozo no bajó la guardia y disparó que "lo demagógico es hacer un acuario en el que se gastaron millones en lugar de hacer las obras hidráulicas que la ciudad necesita". Ingenioso, sin dudas.
Por su lado, el peronismo salió a despegarse. La concejala Carola Nin explicó que una cosa era no votarle a la intendenta Mónica Fein el endeudamiento por 200 millones de dólares que está pidiendo, y otra muy distinta es "jugar a desfinanciar al Estado irresponsablemente".
A esta altura, lo que se puede pedir o también rezar a la manera del Rabino Bergman, es que no vengan más lluvias para cuando comience la campaña de cara a las elecciones de agosto.
Todos tienen un "inundado" dentro del placard. La Municipalidad asegura haber invertido millones en obras hidráulicas para la ciudad de Rosario, pero lo cierto es que lo de la semana pasada fue apenas una lluvia fuerte y las consecuencias fueron devastadoras. Al ritmo del cambio climático es posible que las obras deban ser cada vez más complejas y profundas. Rosario recibe el agua que viene en bajada y a velocidad desde Roldán y Funes. Dos localidades velozmente urbanizadas en la última década y, por ende, con menos capacidad de absorción. Pero la oposición le achaca al socialismo falta de inversión en la materia. No tanto el PJ rosarino ‑acá es el PRO el que aparece dando la batalla‑ sino el peronismo provincial que siempre se perfila como más opositor al PS. Desde ahí le endilgan al gobierno provincial la falta de inversión en infraestructura en la materia y aseguran que los chacareros no tendrían que sufrir lo que sufren con cada lluvia fuerte.
Lo cierto es que cada Ejecutivo es el que paga los platos mojados de una inundación. La mejor asistencia que pueda hacer a los damnificados no alcanza nunca a tapar las sospechas de una falta de previsión y el diseño de obras adecuadas para mitigar el flagelo. La utilización política de lo que rápidamente se advierte como una debilidad de los gobiernos, no siempre trae buenos resultados ni soluciones efectivas para lo que se pretende erradicar.
Santa Fe mira hace años para otro lado sobre las consecuencias de sus millones de áreas sembradas con el monocultivo de la soja, la aplicación de los agroquímicos (que en las inundaciones traen grandes mortandades de peces como se está viendo en el río Coronda) y las canalizaciones clandestinas que realizan los propios productores sin acuerdos previos en los comité de cuenca, una institución que no logra consensos para avanzar en el manejo de las aguas. Es mucho lo que hay que hacer después de atender una emergencia, si no lo que queda es pasar de inundación en inundación con los altísimos costos de todo tipo que cada una de ellas acarrea.