La reciente Cumbre de los Brics en Sudáfrica fue significativa por varias cuestiones, aun cuando la prensa hegemónica de nuestros países le ha dado poca cobertura, solo destacando las reuniones bilaterales. Se trató de la décima cumbre del bloque de países integrados por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica: hablamos de economías que, principalmente China e India, siguen siendo las locomotoras de crecimiento de un mundo que aún no se recupera totalmente de la crisis abierta en 2008.
Por otro lado, los Brics han tomado nota de los cambios producidos en la gobernanza global tras el arribo de Donald Trump a la Casa Blanca. La guerra comercial China-EE.UU. estuvo omnipresente en la Cumbre, con Xi Jinping remarcando la necesaria revolución industrial para que los países Brics y aliados puedan tener una mejor inserción en un mundo convulsionado. En definitiva, dos planos: industrialización puertas adentro –sobre todo en generación de productos de alto valor agregado y transferencia de conocimiento, algo que China fue logrando en los últimos años, particularmente en el plano tecnológico– y el fomento del “libre comercio” de cara a otros mercados, como respuesta al proteccionismo de Trump: no por nada el documento final menciona a la OMC como regulador del mercado internacional, organización a la que China ingresó recién en 2001.
Vladimir Putin, a su turno, remarcó su visión sobre el contenido político del bloque, contestando a aquellos que solo destacan la faceta económica del mismo. En ese sentido, es significativa la valoración del bloque sobre el acuerdo nuclear con Irán, del cual Trump se salió meses atrás. En lo político también se añade algo vital: la idea de Xi de ampliar la esfera de acción de los Brics, en un Brics Plus, con la presencia de Argentina, México, Turquía y diversos países africanos que se dieron cita en Johannesburgo. El propio Macri llegó a hablar de “Sur Global”, una idea ajena a su visión de la política exterior, acorde a lo que el auditorio quería escuchar (y a una medida defensiva del Jefe de Estado, que teme el retiro de capitales chinos tras el parate de las represas en el sur del país). El brasileño Temer, en cambio, ni siquiera disimuló su orientación: habló del acuerdo Mercosur-Unión Europea y saludó a la Alianza del Pacífico, mandando también un mensaje a los oídos de Washington.
Diez años después de su creación, y con un crecimiento de sus países menor al de aquel momento pero igualmente mayor al promedio mundial, los países Brics siguen teniendo un rol importante en términos geopolíticos. Cuentan con el Banco de Desarrollo creado en 2014 en Fortaleza, Brasil, cuando la región era otra y de la cumbre participaban Cristina Fernández de Kirchner y Dilma Rousseff. Y discuten una nueva revolución industrial y una ampliación en su marco de alianzas –Organización de Cooperación de Shangai y Foro Valdai incluídos, además de los países de América Latina y Africa– en momentos en los cuales EE.UU. y Europa deciden mirar solo puertas adentro –a tal punto que intensifican las políticas antimigración–.
China, la cabeza del bloque, eligió ser cautelosa durante las últimas décadas, bajo el paraguas del “win-win” (“ganan ustedes y nosotros” decían desde Beijing) y el no intervencionismo. Pero ahora parece, finalmente, levantar la cabeza para disputar con mayor claridad el escenario internacional. El bloque Brics, al que diversos analistas daban por muerto, no solo sigue vivo: propone agenda a futuro y busca ampliarse. América latina debe tomar nota de la importante reunión de Johannesburgo y actuar en consecuencia.
* Politólogo UBA, analista internacional.