Allá por 2014, las investigadoras Mariana Eva Perez y Silvana Mandolessi compartían “proyecto”, en la jerga de la labor que sostenían a diario en la Universidad alemana de Konstanz: indagaban y analizaban obras culturales, y luego producían en base a ellas nuevas obras, en el marco de la iniciativa llamada “Narrativas sobre el terror y la desaparición. Dimensiones fantásticas de la memoria colectiva sobre la última dictadura en Argentina”. En junio de ese año, llevaron parte de lo cosechado a la Universidad de Londres y pusieron manos a la obra junto a colegas del Centro de Estudios para la Memoria Cultural para organizar un congreso: New Poetics of Disappearance Narrative, Violence and Memory (Nuevas Poéticas sobre Narrativas de Desaparición, Violencia y Memoria según su traducción al castellano). Allí se encontraron con Jordana Blejmar, otra argentina dedicada al campo académico en instituciones extranjeras. Formadas en la UBA, las tres estaban especializándose en Europa con la mirada puesta en los efectos que el terrorismo de Estado había dejado en Argentina, en cómo contaban esos efectos los artistas argentinos y en cómo los contaban los de afuera. Quedaron extasiadas del congreso que organizaron, pero no culminaron ahí: ¿Cómo llevar el contenido que circuló en aquellos dos días de casi verano londinense a casa?
El resultado es El pasado inasequible. Desaparecidos, hijos y combatientes en el arte y la literatura del nuevo milenio, una compilación editada en el país por Eudeba, que reúne algunas ponencias de aquel encuentro. La propuesta surfea en el tiempo: toma trabajos que, elaborados en el presente (trabaja con textos producidos entre 2003 y 2015) miran hacia el pasado dictatorial con la intención puesta en la memoria colectiva del futuro: ¿Cómo contar aquellos años a las nuevas audiencias? ¿Cómo lo cuentan ellas mismas?
–El libro es una compilación de trabajos que fueron expuestos en un congreso de 2014. ¿Qué las impulsó a realizar esta selección?
Jordana Blejmar: –La conferencia se llamó “Nuevas poéticas de la desaparición” en la que hubo ponencias que no solo hablaban sobre la figura del desaparecido en Argentina.
Mariana E. Perez:– El congreso fue en Londres, así que nos interesaba traer el debate a la Argentina.
J. B.:– Debatimos cómo enfocar toda esa producción pensando en las audiencias locales y decidimos centrarnos principalmente en las ponencias, ya sea de investigadores argentinos o extranjeros, que hubieran trabajado con obras relacionadas con el caso local. Y en ese sentido, no es casual que hayamos elegido Eudeba como editorial, la editorial de la universidad pública. Las tres estudiamos ahí y consideramos que desde allí teníamos que poner a disposición estos materiales para que se sigan discutiendo en la esfera pública.
–Seleccionaron obras que trabajan tres conceptos: hijos, guerra de Malvinas y desaparecidos. ¿Por qué?
J. B.: –El programa de la conferencia reflejaba que estas tres figuras, hijo, desaparecido y guerra de Malvinas, eran las que más se estaban discutiendo en ese momento en relación a las nuevas forma de pensar y trabajar a la dictadura desde el arte y la literatura en los últimos años. El trabajo de las tres, por otro lado, también gira de alguna manera en torno de la transición generacional del tema.
Silvana Mandolessi: –La propuesta inicial era pensar la desaparición, la figura del desaparecido y las nuevas maneras de representarlo. Sobre todo desde la irrupción de H.I.J.O.S., aparecen nuevas estrategias de representación de aquellas figuras, nuevas estrategias estéticas y nuevos sentidos. En este sentido, tras la conferencia, empezamos preguntamos si debíamos pensar a los hijos, sean de desaparecidos o no, como una categoría en sí misma. Lo mismo nos pasó con combatientes: Malvinas siempre tiene una especificidad que la vuelve singular, pero al mismo tiempo hay que pensarla dentro del fenómeno de la desaparición. Elegimos estas tres figuras que están conectadas y que al mismo tiempo presentan una singularidad propia.
–El trabajo se hace preguntas en relación a la emergente formación cultural de la memoria en Argentina. ¿Cuál es y en qué consiste?
J. B.: – Nos interesaba pensar la dictadura y lo que pasó después no tanto como tema sino como forma: qué nuevas formas de representación de las tres figuras bajo análisis surgieron en estos últimos años. Si en la inmediata postdictadura las narrativas eran en literatura más alegóricas, si había una demanda testimonial que la literatura tomaba como propia, en los últimos años hay otras formas de narrar el pasado que tienen que ver con tomarse ciertas licencias. Son narrativas e imágenes más experimentales, más sofisticadas, más barrocas, montajes como los de Lucila Quieto, por ejemplo, en el caso de la fotografía. Y en el caso de la literatura, géneros como el de la autoficción, la biografía o el testimonio que tiene que ver con esta nueva formación de memoria cultural del pasado que tratamos de discutir en el libro.
M. E. P.:– La mal llamada literatura o el mal llamado arte de hijos también da permiso para que otros autores, artistas en general, aborden esos temas de otra manera: desde el humor o desde ejes silenciados, en relación a aquel silencio estratégico de los primeros años de la postdictadura.
J. B.: – El humor es una característica muy evidente de estas narrativas o estéticas. No es que no hubiera humor en las narrativas anteriores, como las novelas de (Carlos) Gamerro o Rubén Mira. Había humor, pero el blanco del humor de las nuevas narrativas es diferente del que funcionaba en las anteriores. El trabajo de Mariana (Eva Perez) o de Félix Bruzzone es paradigmático en ese sentido.
M. E. P.: –El libro recoge una polémica que proponen Gamerro y Ernesto Semán y que nosotras citamos en la introducción. Gamerro dice que fue el kirchnerismo y sus políticas de la memoria los que propiciaron otros lenguajes, en especial el humor. Semán sostiene que no es tan así, que tiene más que ver con una cuestión cronológica y generacional, que sucede que ahora somos menos hijos porque somos padres también y entonces pensamos y abordamos el pasado de otro modo. Está bueno recoger esos dos puntos de vista porque son las dos cosas. Es cierto que un contexto de impunidad no propiciaba demasiado un abordaje lúdico del tema, que no había en aquella primera postdictadura mucho de qué reírse, digamos. Y de repente también es cierto que por una cuestión generacional, nos vamos corriendo de la posición de hijos para pasar a ser padres y madres.
J. B.: –También es cierto, como dice Gamerro, que uno suele pensar que lo permite el abordaje lúdico a temas traumáticos tiene que ver con el paso del tiempo y en realidad lo importante es lo que pasó en ese tiempo transcurrido. Hay que mencionar, de todos modos, que la risa es una risa que no esconde lo doloroso y lo triste de estos temas. No es una risa frívola.
M. E. P.:– Estamos hablando del humor como arma de crítica.
J. B.: – Un arma para desarticular ciertas narrativas caducas de la memoria colectiva.
S. M.:– Otro de los debates que tuvimos en torno de la categoría de “hijos” era el peso de lo biográfico. ¿Cuando hablamos de “hijos” hablamos solo de hijos de desaparecidos, o sea, aquellos marcados biográficamente por la desaparición de los padres? ¿o integraba también lo ficcional? Pienso en textos como “Una muchacha muy bella”, de Julián López, narrada desde la posición de un hijo de desaparecidos cuando el autor de la obra biográficamente no lo es. Esto es una cuestión central porque los textos mismos complejizan la relación lo que me pasó, lo que nos pasó y los sentidos que se le otorgan a eso que pasó. El arte complejiza siempre ese vínculo directo entre vida y narraciones, representaciones. Y construye la categoría de “hijo” no solo como biográfica, sino como una posición desde la cual explorar los efectos de la desaparición en la memoria colectiva.
–Uno de los objetivos fue poner en circulación esta clase de materiales. ¿Por qué lo consideraban necesario?
M. E. P.: –En el libro hay una orientación a futuro, hay una intención clara de apelar a las nuevas generaciones. Hay textos de diferentes generaciones. El de Silvia Molloy, el primero, está elaborado con un registro relacionado con su memoria personal del exilio y además pone a dialogar a dos novelas, la de Edgardo Cozarinsky, “Vudú urbano”, y la de Ernesto Semán, “Soy un bravo piloto de la nueva China”, diferentes narrativas generadas por autores de diferentes generaciones. Los textos que integran el libro no solo trabajan lo que llamamos una nueva formación cultural de la memoria, sino que hay diálogos y textos que abordan ficciones e imágenes de la inmediata post dictadura como de los últimos años. Nos interesan los diálogos que proponen algunas obras a través del tiempo. En su texto, Cecilia Sosa analiza la campaña de fotos de perfiles de Facebook para un 24 de marzo y lo vincula con una especie de reapropiación del siluetazo. Esos diálogos nos interesan, tanto de continuidades como de rupturas.
–¿Pueden las nuevas generaciones, las que no vivieron la dictadura, pensarla y hablar sobre el tema?
M. E. P.: –Por supuesto que sí. Y si surgen nuevas formas tiene que ver con interpelar audiencias nuevas también, que abordan el tema con lenguajes propios. Yo no estoy de acuerdo con la postura que plantea a la narrativa testimonial de manera peyorativa, como que ya pasó, que está demodé, que era algo más de la postdictadura inmediata, que es un registro que artísticamente es más pobre. No necesariamente es así. Me parece que la clave es cómo acceder hoy a un testimonio. El punto es cómo actualizar hoy esa forma, como pensarlas, como volverlas accesibles a otras audiencias.
J. B.:– El texto de Victoria Torres integrado al libro trabaja sobre literatura infantil y juvenil sobre Malvinas en un texto bastante optimista. Termina con cierto optimismo respecto de la posibilidad de transmisión generacional que también aparece en nuestra propuesta. Optimista en relación a que sí existe la posibilidad de transmisión y que este libro en algún punto quiere ser un aporte.
–El libro se llama El pasado inasequible, un pasado que ustedes definen como necesario de recuperar y a la vez imposible. ¿Es el diálogo que plantean entre las diferentes maneras de narrarlo una manera permanente de atraparlo?
S. M.:– No sé si se trata de atrapar la memoria. El libro es testimonio de que éste sigue siendo un tema que sigue definiendo a la sociedad argentina, que lo sigue considerando fundamental y sobre el que hay una producción cultural muy importante, ininterrumpida desde el retorno de la democracia. No puedo dejar de comparar esto con México, que en cierto punto es la contracara de Argentina. Si bien el fenómeno es muy diferente, porque lo de México pasa en democracia y lo de Argentina pasó en dictadura, casi no hay una memoria colectiva de las desapariciones en México. Casi no hay producciones culturales, son muy escasas y están totalmente dispersas, hay una ausencia de memoria si uno lo compara con el caso argentino. Eso define políticamente a la sociedad. Tiene un significado político muy fuerte. Este libro testimonia la centralidad que sigue teniendo el tema para los argentinos y la medida en que es un tema que no pasó. A eso creo que se refiere el título, el pasado inasequible habla de un pasado que se sigue interrogando; se sigue pensando qué de ese pasado resuena en el presente, cómo sigue estando hoy, de qué otras formas, cambiado, transmutado, como una parte indispensable para pensar qué ocurre hoy con la sociedad argentina. Qué gestos autoritarios, qué violaciones, qué políticas de Estado están presentes que no son, no están disociadas de un pasado como el que estos textos interrogan.
M. E. P.: –El libro da cuenta además del enorme interés con el que se miran desde afuera los procesos de memoria que ocurrieron en el kirchenrismo y lo que sucede ahora. Viví afuera cinco años, Silvana y yo fuimos compañera de proyecto; Jordana sigue viviendo afuera. El mundo nos mira por esto: por las estrategias de memoria que desarrollamos en relación a la última dictadura, por los modos en los que nos interrogamos sobre ese pasado y creo que ese interés se mantiene ahora.
–En la última semana, el presidente Mauricio Macri habilitó vía decreto modificaciones en el Sistema Nacional de Defensa que habilitaría la intervención de las Fuerzas Armadas en cuestiones de seguridad interior. Los organismos de derechos humanos señalan que es un retroceso más de este Gobierno en política de derechos humanos. ¿Cómo puede jugar esto dentro de la emergente formación de cultural de la memoria?
M. E. P.: –Tiendo a pensar el arte más como espacio de resistencia. La política no se trata de avances lineales. Cuando retrocede, el arte se convierte en un espacio de resistencia, no en el sentido militante, sino desde donde aparecen y pueden pensarse otras cosas cuando en la sociedad se dan movimientos regresivos.
J. B.: –Cuando pasan estas cosas, y efectivamente para mí es escalofriante lo que sucedió en Argentina, se pone de relieve que los tiempos del arte son diferentes a los de la política. Por eso, el arte o la literatura pueden ser más críticos, tomarse más tiempo para pensar las complejidades.