A 35 años del final de la última dictadura argentina, todavía quedan relatos inconclusos. Si bien el entramado global está lo suficientemente consolidado como para tener claro qué sucedió, aún persisten agujeros negros que impiden darle al recuerdo una espesura totalizadora. Eso se observa principalmente en lugares del Interior donde vecinos-víctimas y vecinos-cómplices se cruzan en las calles, en las plazas y en los mercados. Un pie de igualdad tenebroso, con culpables caminando libremente “como cualquier hijo de vecino”, que a la vez ratifica la necesidad de seguir avanzando en juicios sobre delitos de lesa humanidad aún pendientes. La pregunta es cómo zurcir esa malla que en muchos lugares de la Argentina profunda aún luce desenhebrada, y más aún en estos tiempos donde el Gobierno impone desagradables dejavúes, acentuando sus políticas represivas y empoderando a las Fuerzas Armadas bajo el siempre escabroso propósito de la “seguridad nacional”.
Una interesante respuesta llega desde Madariaga, centenaria localidad bonaerense del viejo Tuyú, la región poscolonial del corazón agrícolaganadero de la provincia de Buenos Aires. Ahí, más allá de la actual zona céntrica, los alumnos de la periférica Escuela 3 se preguntaron qué había ocurrido en su ciudad durante la última dictadura. “Empezamos entrevistando a vecinos y la mayoría decía que ‘no había pasado nada’. Eso fue justamente lo que nos motivó a querer comprobar cuán cierta era esa definición”, explica Eugenia Erreguerena, la joven profe de Historia, de 32 años (nacida ella también en democracia), que condujo la investigación junto a los pibes.
El sondeo surgió originalmente de cara a Jóvenes y Memoria, el encuentro que anualmente vincula a alumnos de todos los colegios bonaerense en el viejo complejo hotelero de Chapadmalal, sobre el tramo de la Ruta 11 que une a Mar del Plata con Miramar. También funcionó como disparador la Feria de Ciencias Regional, que le permitió a estos estudiantes vincularse con los de Conesa y Lavalle, localidades cercanas que también conservan historias ocultas: en el cementerio de esta última fueron encontrados décadas después cadáveres de desaparecidos, como el de Azucena Villaflor, fundadora de Madres de Plaza de Mayo. Al mismo tiempo, el grupo se había interiorizado en el tema en “Nos vemos en los corsos”, un interesante análisis sobre los carnavales madariaguenses en época de dictadura.
El trabajo fue arduo y meticuloso. Se vincularon con la Secretaría de Derechos Humanos, que les entregó un mapa hasta entonces desconocido que ubicaba a Madariaga en una zona de investigación militar con sede en la base naval de Mar del Plata. Al mismo tiempo, ese mapa señalaba la comisaría madariaguense como un centro clandestino de detención.
Ante este nuevo panorama, la profesora y los alumnos revisaron diarios de época, entrevistaron a vecinos y poco a poco comenzaron a encontrarse con una historia hasta entonces desconocida allí, que gira alrededor de personas secuestradas en el pueblo de las que casi nada se sabía hasta ese momento. Los casos más resonantes son los de Jorge Vázquez, platense militante de izquierda, y Alfredo Valente, correntino de Montoneros, quienes se refugiaron en Madariaga durante la última dictadura, donde igualmente fueron secuestrados en la comisaría local y luego trasladados a distintos centros clandestinos. Los dos permanecen desaparecidos.
El otro hallazgo fue el de cuerpos enterrados como NN en el cementerio local. Por la zona circulaba desde hacía décadas la noticia de que a finales de 1978 decenas de cadáveres fueron escupidos por el mar en las playas cercanas, aunque nunca se supieron el destino ni las identidades. Recién en los últimos años se descubrió que dos de ellos, Jesús Peña y Helios Serra Silveira, fueron sepultados en Madariaga después de haber sido víctimas de los vuelos de la muerte. Una revelación poderosa pero incompleta: la Comisión por la Memoria de Madariaga encontró otros once cuerpos sin identificar en ese cementerio, de los cuales al menos cuatro murieron ahogados.
Resuelto este retazo de verdad, la profesora y los alumnos de la modesta pero valiosa Escuela 3 de Madariaga encuentran aliento para seguir revolviendo un pasado que, como ocurre en tantos otros pueblos del Interior, no todos desean develar. Los resultados de la investigación serán expuestos en el próximo encuentro de estudiantes en Chapadmalal, que será en noviembre. “Haciendo esto podemos aportar con la memoria para que realmente haya verdad y justicia. Creo que es nuestra responsabilidad como jóvenes… para que estas cosas no se vuelvan a repetir”, concluye Eugenia Erreguerena.