“Si te escapás, voy a matar a tu mejor amiga del hogar. Te doy tres semanas para que decidas que vas a hacer”. Así se despidió Manuel Quintana la última vez que estuvo frente a frente con Anita, la chica secuestrada y explotada sexualmente cuando tenía diez años en Villa Fiorito. A fin de diciembre se realizó la última audiencia antes de la feria judicial, en la causa que tiene a Anita como querellante de sus captores –su hermanastro, el mismísimo Manuel Quintana, y la pareja– y en el caso en el que también denunció al Estado ante la Comisión Interamericana de DDHH por reiteradas fallas de seguridad en el Programa de Protección a Víctimas y Testigos (ver aparte). El juicio es llevado ante el Tribunal Oral en lo Federal 5, porteño. 

Siendo preadolescente, la chica sufrió dos abortos clandestinos, aunque en ese caso nadie denunció nada. Era obligada a recorrer las provincias para “ablandar” a otras chicas e incluirlas en una red de trata. Anita no es Anita. Nunca se llamó así, pero por una estricta disposición del Tribunal su identidad aparece protegida. El hermetismo judicial se corresponde con este inédito juicio, donde la querellante es la misma chica que fue capturada, obligada a prostituirse y con la tarea de convencer a otras niñas para que se instalen en un galpón de Villa Fiorito. Todas estas acciones cuando sólo tenía entre diez y doce años de edad. Y quienes están acusados como entregadores y captores constituyen su propia familia. Con el apoyo del Abogado del Niño, este proceso judicial involucró más de 70 testimonios para desmantelar una organización de explotación sexual comandada por Manuel Quintana y Blanca Gerez, que tenían vínculos con fuerzas policiales, instituciones dedicadas a la protección de las víctimas de tratas y con varios despachos judiciales.

“El delito de trata ataca a un grupo muy vulnerable, especialmente en menores. Nosotros como un instituto neutral (Abogado del niño) buscamos cumplir con el derecho del niño para que participe de todo el proceso judicial. El caso de Anita estuvo a punto de quedar impune. La familia nunca reclamó la situación de Anita ya que fue la misma que la entregó a la red”, explicó a Páginal12 Laura Selene Chaves, abogada de la víctima.

Anita nació hace 20 años en Corrientes. Tras parir, su madre la abandonó y la dejó al cuidado de su padre. No tuvo contacto con ella hasta que cumplió cinco, cuando apareció en la casa paterna y se la llevó. Allí comenzó un calvario para Anita: en su declaración judicial, la joven relató, quebrada, que su madre la maltrataba, la golpeaba, le impedía ver a su padre e “incluso llegó a quemarme los pies para que no vaya a la escuela”, expresó ante el Tribunal. A su vez, durante esos años, la madre le regalaba a sus parejas, la posibilidad de pasar la noche con su hija. Cuando alcanzó los diez años, la madre le propuso a Anita irse con Manuel Quintana –su hermanastro por aquel entonces– a vivir a Buenos Aires. Le prometieron la posibilidad de estudiar y de ganarse la vida como niñera. Nada de eso sucedió.

“Ella (Anita) describe en el juicio una situación de trata dura. A las chicas las alojaban en el sótano de un galpón de Villa Fiorito y las mantenían encadenadas, drogadas, torturadas y sin salir al aire libre. Según lo que relata, vivían allí entre 30 y 35 chicas, la gran mayoría menores de 13 años. Los hombres que concurrían al prostíbulo pagaban más plata cuanto más jóvenes eran las mujeres”, expresó a este diario Chaves.

Ser familiar de sus captores, traía sus beneficios. De vez en cuando, Anita subía del sótano y dormía en la casa. Además, sus proxenetas le habían asignado una “misión”: varias veces la llevaron por distintas provincias –en especial Chaco y Formosa– para “ablandar” a otras menores.

Anita fue explotada sexualmente entre los diez y los doce años. Entre llantos, la chica confesó ante el Tribunal que en ese período, una médica que solía visitar el lugar le realizó dos abortos clandestinos. Ella (“con su personalidad guerrera”, tal como la describe su abogada), a sus doce años, trató de escapar tres veces de aquel sótano. Las primeras dos, la propia policía fue quien la devolvió a sus captores. En la tercera, Anita no fallaría, pero sin conseguir que sus compañeras acompañen su fuga. Hoy, tras una década, su objetivo sigue siendo el mismo: acusar a sus secuestradores/familiares y poder liberar a las mujeres que compartían su cautiverio. “Si la Justicia hubiese actuado antes, las hubieran encontrado. Yo tuve que esperar diez años para buscarlas y que se haga justicia”, expuso en la audiencia la querellante de apenas veinte años.

Escapar del prostíbulo no significó el final de las pesadillas para Anita. Con doce años, cruzó toda la Capital y consiguió, según relata la letrada Chaves, “una contención por la acción del juez de Asuntos de Familia 82, Alejandro Siderio, quien dispuso protección para ella”. La joven sobreviviente deambuló por distintos hogares de menores, algunos destinados específicamente a la protección de víctimas de trata. Sin embargo, aquello no fue impedimento para que Quintana intente reingresar a su hermanastra a la red de trata. El primer intento sucedió en abril del 2012, cuando llamó a la institución que albergaba a Anita y pidió hablar con ella. Meses después, volvió a llamar. Para no ser atrapada de nuevo, la chica trató de suicidarse y fue internada en un hospital psiquiátrico. Varias veces su hermanastro apareció por la puerta del centro de salud.

Tiempo después, Anita se alojó en el hogar Hermanas Adoratrices, instituto especializado para las víctimas de abusos y explotación. Quintana fue aún más allá de los primeros intentos. Se presentó en el lugar, esperó que se vaya la custodia y se reencontró frente a frente con la joven. “Si te escapás, voy a matar a tu mejor amiga del hogar. Te doy tres semanas para decidas que vas a hacer”, la amenazó.

Su abogada dio detalles del episodio. “Anita, por aquel entonces, tenía una consigna de la Policía Federal ya que su vida era considerada de ´alto riesgo´. Su proxeneta, con sus contactos, conocía todos los movimientos de ella: cuando iba a una nueva escuela, él se aparecía. Lo mismo sucedía cada vez que Anita visitaba un psiquiatra. Cuando estaba en el refugio de la Ciudad, Quintana volvió a enterarse de su paradero. Lo extraño fue que la fuerza la volvió a dejar sola a ella”. Este año, antes de la primera audiencia, Quintana volvió a dejarle un mensaje amenazador en el celular de la joven.

La semana pasada, en Comodoro Py, fue la última audiencia del 2016 de este juicio en el cual Anita acusa a sus propios familiares. En febrero de este año continuarán los alegatos y la sentencia judicial. “La intención no sólo es que sus proxenetas cumplan con la pena que corresponde por ley sino que la investigación acerca de la red de trata quede abierta. En ese sentido, por suerte, el fiscal del juicio (Diego) Luciani tiene el mismo objetivo”, comentó Chaves.

Informe: Jeremías Batagelj