De dos en dos, en silencio y mirando el suelo, 28 “criadas” con sus túnicas rojas y capuchas blancas se movilizaron ayer por el centro de Rosario, para terminar con un pañuelazo por el aborto legal, seguro y gratuito en el Monumento Nacional a la Bandera. Las manifestantes produjeron un cimbronazo en el centro de Rosario caracterizadas como las mujeres fértiles que son forzadas a gestar hijos e hijas para la clase acomodada de Gilead, la dictadura imaginaria donde transcurre la novela de la canadiense Margaret Atwood, El cuento de la criada (The Handmaind’s Tale). La historia escrita en 1985 cobra relevancia por estos días, en la antesala del tratamiento de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en el Congreso. “No queremos ser criadas, ni ciudadanas de segunda”, dijeron las organizadoras, que estiraron los pañuelos verdes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. “Que sea ley”, gritaron.
Las “criadas” –integrantes de la colectiva Ni Una Menos, Mujeres del Evita, Mala Junta, Mujeres en Escena y escritoras-- partieron desde el Museo de la Memoria hacia la sede local de Gobernación, donde hicieron un primer pañuelazo sobre las escalinatas. En la caminata por la plaza San Martín hubo murmullos y miradas de asombro de transeúntes. “¿Es por el aborto?”, preguntó algún despistado que no había visto la serie. Luego, la marcha se dirigió hacia la peatonal Córdoba, en pleno mediodía. La intervención no se hizo un día cualquiera: ayer el plenario de las comisiones de Salud, Legislación Penal y Asuntos Constitucionales discutía el dictamen para el tratamiento el miércoles próximo de la ley con media sanción en el recinto de la Cámara de Senadores. Una intervención similar se realizó en la ciudad de Buenos Aires ayer, y la habían realizado Periodistas Argentinas en otras oportunidades.
La movida artística tuvo como eje “interpelar a la sociedad con un mensaje sobre el estado de opresión, conservadurismo y la imposibilidad de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo. El libro y la serie hablan de las mujeres que no pueden trabajar, ni ser autónomas”, dijo Majo Poncino, de Mujeres del Evita, sobre la representación de lo que viven los personajes ficticios de las criadas, asignadas a familias acomodadas con el único fin de gestar, en un régimen dictatorial y religioso que las tomó como prisioneras, sin poder de decisión.
Para Poncino, la situación que imagina la serie “no es muy diferente a la realidad del país, sobre todo pensando en las mujeres de sectores más populares que viven en la clandestinidad y silencio a la hora de decidir sobre su cuerpo y acceder a métodos seguros de aborto”.
Majo Gerez, de Mala Junta, recordó que la vicepresidenta Gabriela Michetti salió a decir –semanas atrás— que “lo importante era llevar adelante los embarazos y que podíamos dar en adopción, en pleno debate por la legalización del aborto”. Por esos días, Michetti fue comparada con un personaje siniestro de El Cuento de la Criada: la Tía Lydia, encargada de adoctrinar y disciplinar a las criadas. “Además, la vicepresidenta dijo que el interior del país no se estaba reclamando la ley. Por eso, vamos a poner el cuerpo, dejando en claro que no queremos ser criadas y que queremos tener el derecho a decidir. El 8 de agosto va a ser ley. No queremos ser consideradas ciudadanas de segunda”, sumó Gerez.
Los pasos de las “criadas” retumbaron en el silencio del Pasaje Juramento. Al llegar al Monumento, leyeron una carta que Atwood escribió a partir de una consulta del diario Uno de Santa Fe. “A nadie le gusta el aborto, incluso cuando es seguro y legal. No es lo que ninguna mujer elegiría para festejar un sábado por la noche. Pero a nadie le gustan tampoco mujeres sangrando hasta la muerte en un baño por un aborto ilegal”, señala la prestigiosa autora. “Las mujeres que no pueden tomar la decisión sobre si tener o no bebés son esclavas, porque el Estado reclama como propiedad a sus cuerpos y al derecho a dictar el uso al que deben someterse sus cuerpos”, expresa Atwood en otro tramo.