Juca Ferreira visitó Argentina donde formó parte de diversos debates sobre el escenario político y cultural que enfrenta América Latina. Ferreira participó desde una reunión de la Unesco, pasando por Sismo (el encuentro latinoamericano de derechos culturales), hasta una charla en la Casa Cultural “Sofía Yussen”, donde analizó los procesos políticos latinoamericanos desde una perspectiva socio-cultural.
–Al poco tiempo de consumarse el golpe institucional en Brasil, una de las primeras medidas del gobierno de Temer fue convertir el Ministerio de Cultura en una Secretaría del Ministerio de Educación y luego tuvo que dar marcha atrás con esto. Además fusionó el Ministerio de las Mujeres, Igualdad Racial y Derechos Humanos con el de Justicia. ¿Qué impacto tiene esto en la sociedad?
–Claro, la primera medida de este gobierno ilegítimo fue eliminar el Ministerio de Cultura y transformar toda la estructura en una Secretaría. Luego eliminaron los otros Ministerios. Esto es muy llamativo, ya que una de las primeras medidas después del golpe militar fue crear un Ministerio de Cultura. Es decir, fue muy simbólico el accionar de este gobierno ya que parece como si estuviese cerrando un ciclo. También hay que decir que el gobierno de Temer es muy retrógrado y eso se ve en todas sus maniobras: está eliminando la historia, la sociología y la filosofía de la enseñanza media. Lo mismo sucede con las políticas públicas que llevaron a una reducción significativa de la desigualdad, están siendo desintegradas. Es decir, todo lo que pueda traer algún tipo de conciencia social está siendo cercenado. Ellos están buscando destruir las conquistas sociales de los últimos años. Con los gobiernos de Lula y Dilma 50 millones de brasileños pasaron de la extrema pobreza a una clase media baja. Además es notable el avance contra las conquistas de los sectores más vulnerables como los negros, las mujeres, los indígenas, etc. Esto se agrava considerando que el gobierno de Temer actualmente tiene menos del 10% de apoyo. Estamos viviendo una crisis institucional permanente. Todo esto, considerando que todavía no pusieron en práctica todas las medidas anti-populares que tienen pensadas, cuando lo hagan creo que la sociedad va a ponerse definitivamente en contra de ellos. No creo que Temer pueda gobernar mucho tiempo más.
–¿En qué medida lo están destruyendo por dentro, como usted señala?
–Cuando se anunció la eliminación del Ministerio, los artistas, los trabajadores de la cultura, los gestores, ocuparon las sedes en todo el territorio brasileño. Además, recibieron el apoyo de la sociedad, de los grandes artistas que se sumaban para dar charlas, promover los eventos que se desarrollaban, para cantar, etc. Entonces, fue evidente que la sociedad y los artistas estaban en contra de esta medida. El gobierno se vio obligado, por la presión de estos actores sociales, a dar marcha atrás. Pero la vuelta atrás, no quiere decir que se hayan convencido de que el Estado, en conjunto con la sociedad, es el responsable del desarrollo cultural. Ellos cambiaron la estrategia: en lugar de eliminar el Ministerio lo están corroyendo por dentro. Están eliminando a los mejores técnicos, están destruyendo núcleos de trabajo bien consolidados como los que trabajan con el derecho de autor, o como el grupo que está trabajando una legislación moderna para internet. Están destrozando todo lo construido. Lo que caracteriza al neoliberalismo es que se ocupa exclusivamente del mercado. Por el resto, no se responsabilizan.
–¿La legislación para internet que Ud. menciona, ampliaría el Marco Civil aprobado en 2014?
–Claro, sobre el Marco Civil de Internet comenzamos a trabajar durante el gobierno de Lula y se aprobó con el gobierno de Dilma en 2014. Es un marco muy respetado internacionalmente porque procura garantizar la neutralidad de la red y el acceso pleno para todos los ciudadanos. En el último tiempo estuvimos trabajando en una segunda etapa, sobre los derechos de autor en internet y otros aspectos fundamentales. Todo esto con el objetivo de limitar a las grandes corporaciones multinacionales que operan en internet pero que, por ejemplo, no respetan los derechos de autor. Esto es un problema fundamental para los trabajadores de la cultura y debe ser regulado pronto. Pero ahora está parado, como la mayor parte de las políticas y acciones del Ministerio de Cultura.
–Usted realiza una crítica interesante al gobierno del PT y es que mejoró el poder adquisitivo de la población pero sin crear conciencia de que detrás de todo esto estaba el Estado. ¿Cómo es eso?
–Nos sorprendimos mucho con la facilidad con la que se dio el golpe. Enseguida se logró crear una opinión pública favorable al gobierno ilegítimo. Esto fue posible gracias a una verdadera masacre mediática contra el gobierno de Dilma. Todos los medios en Brasil se dedicaron a ser la principal oposición de los gobiernos de Lula y Dilma. Desde que Lula fue electo en 2003 trabajaron cotidianamente para destruir todo lo que se había realizado, creando una situación caótica y sembrando el miedo. Miedo es la palabra. Con todo esto, el PT ganó cuatro elecciones, dos de Lula y dos de Dilma. Este golpe fue realizado con éxito porque se logró construir una opinión pública basada en la idea de que el PT es el mayor responsable por la corrupción. Es el centro de las críticas mediáticas que instalaron la idea de que se trata de un partido corrupto. Bajo esta construcción en la opinión pública hubo, además, una ruptura muy fuerte de la legitimidad del sistema democrático porque nunca lograron probar lo que se llama “crimen de responsabilidad” que es el motivo por el cual se aparta a un presidente de su cargo. Dilma cometió muchos errores, pero es la persona más honesta del proceso político que vivimos. Entonces, junto con el apoyo de todos los medios de comunicación, el poder judicial, el parlamento y buena parte de la opinión pública lograron dar el golpe.
–Dentro de esta opinión pública favorable al impeachment se encuentran también todos aquellos que fueron beneficiados por el gobierno del PT.
–Eso es lo que más me impresiona. Si miramos de cerca el proceso político que vivió Brasil en los últimos 13 años, se puede pensar que no fue acompañado de una construcción de conciencia correlativa. Una parte de la población considera que todos estos cambios en materia de derechos, de poder adquisitivo, etc., fueron gracias a Dios, gracias a los pastores, o gracias a los logros personales y al esfuerzo de cada uno. Es necesario construir cierta concientización para que el proceso sea sustentado por la misma población.
–Algunos referentes y analistas políticos dicen que la desmovilización de las bases fue por causa de las políticas económicas que desarrolló el gobierno de Dilma.
–Es cierto que la crisis económica de Brasil no fue enfrentada con las mejores respuestas. Sabemos que Brasil es un país dependiente del valor de los commodities. Cuando hay mucha demanda en el plano internacional, Brasil se vuelve potencia, pero cuando la demanda cae, la economía brasileña se debilita automáticamente. Durante todo este tiempo nosotros aumentamos muchísimo nuestras reservas, pero no invertimos en una diversificación de la economía, como por ejemplo la economía de alto valor agregado, como es la economía cultural. En Brasil, la economía cultural representa el 6,5 por ciento de la economía total. Si hubiésemos hecho esto, cualquiera que llegase al poder tendría problemas para desarmar algo así.
–Sabemos que Lula es, para todas las encuestadoras, el candidato más popular para volver a ganar la presidencia. Sin embargo es proporcional la persecución mediático-judicial que está sufriendo ¿Considera que las nuevas formas de comunicación son espacios de resistencia posibles?
–Los medios de comunicación modernos, internet, las redes sociales han demostrado que tienen límites para competir contra el conglomerado de medios del sistema, pero al mismo tiempo han logrado contribuir muchísimo en materia informativa. Voy a dar un ejemplo, Midia Ninja llegó a tener, en el auge de esta crisis, 40 millones de visitas. Se convirtió en el medio más confiable para muchos brasileños. En ese proceso, 40 millones de personas buscaron informarse a través de Midia Ninja. Pero hay que reflexionar seriamente sobre la función de las redes. El debate que siempre tengo con mis amigos internautas es que internet y las redes sociales nos encierran a dialogar con quienes se parecen a nosotros mismos. Es una burbuja. Yo creo que la disputa debe darse en la sociedad, disputando una regulación para que no haya un monopolio de comunicación. Las calles siempre son el lugar más importante para dar pelea. Algunos grupos se fortalecieron al calor de la resistencia, por ejemplo para las mujeres. Creo que llegó la hora de las mujeres en el plano político. En Brasil fueron protagonistas durante toda la resistencia al golpe. Hicieron muchas manifestaciones, pero una me llamó mucho la atención, donde las mujeres marchaban solamente con una falda, el pecho descubierto y llevaban consignas escritas en el cuerpo. Todas juntas colmaron las calles de San Pablo, gritando consignas muy radicales y demostrando que no aceptarían ningún retroceso en materia de derechos. Incluso, pedían más derechos, mayor igualdad, etc. Estas manifestaciones llevaron al gobierno a no saber cómo detenerlas. El problema es que si buscan detener esto, no están entendiendo una demanda fundamental que surge del seno de la sociedad.
–Tras su visita a Argentina, ¿Considera que es posible la construcción de un bloque regional para hacer frente a la destrucción de las políticas culturales?
–Yo veo que esto ya está sucediendo. Midia Ninja ya articula con algunos colectivos argentinos, con Colombia, con Bolivia, etc. Ellos están dialogando, intentando armar redes. Yo quisiera armar un espacio de difusión, un blog latinoamericano llamado “cultura y democracia”, porque creo que la cultura es un tema muy importante para la ampliación de derechos, para la consolidación de la democracia. Este deseo de articulación regional nunca fue tan grande. Recientemente fui invitado a Ecuador, a Chile, a Colombia, a Uruguay, etc., y lo que percibo es que existe una fuerte voluntad de creación de un espacio de colaboración regional, de reflexión y de acción.
–¿Cómo analiza desde una perspectiva socio-cultural el fuerte apoyo que recibieron los candidatos de derecha y algunos ligados a la Iglesia Universal en las elecciones municipales?
–Eso fue un desastre tanto para las fuerzas de izquierda como para la democracia. Porque esto es consecuencia de todo el proceso que supuso el impeachment. La derecha que ganó en San Pablo tiene un estilo parecido al de Macri, es un empresario que se dice apolítico que representa un proyecto neoliberal muy radical. En Río de Janeiro ganó un pastor de la Iglesia Universal. Todo esto por vía electoral. Quiere decir que el impeachment no sólo apartó a la presidenta de su cargo, sino que dejó secuelas en la opinión pública.
–En Argentina, no sólo desde el Ministerio de Cultura, sino en la mayor parte de las políticas públicas hay, por un lado una retirada del Estado y por otro una búsqueda de disolución de lo colectivo y un refuerzo de lo individual ¿En qué dirección van las políticas públicas en Brasil?
–Este gobierno ilegítimo no hizo nada con las políticas culturales. Desde que entraron se comportaron como una termita, están destruyendo todo por dentro. Están despidiendo trabajadores muy capacitados, desestructurando núcleos de trabajo, y cuestionando e intentando criminalizar la utilización de determinados recursos. Abrieron una comisión parlamentaria para investigar la aplicación de la Ley Rouanet. Es ridículo, no tienen cómo criminalizar esto porque no existió ningún delito. Nosotros fuimos absolutamente correctos con la aplicación de esa Ley. Además se percibe una fuerte inestabilidad institucional al interior del gobierno. El ministro que tenían, Marcelo Calero, protagonizó recientemente un escándalo y dejó el cargo tras ser presionado por el secretario de Gobierno, Vieira Lima, para favorecer un proyecto inmobiliario en Salvador de Bahía. Frente a eso Calero se negó a colaborar y ambos acabaron renunciando.
–Este ministro terminó acusando a Temer de tráfico de influencias.
–Exacto, hay una crisis institucional muy fuerte en Brasil. Hay un clima muy tenso y no creo que este gobierno se sostenga hasta mediados del año próximo. Creo que ellos van a dar un golpe dentro del golpe.
–¿Cómo describiría su tarea como ministro de Cultura de Lula?
–Cuando llegamos al ministerio en 2003, el primero ministro de Lula fue Gilberto Gil, yo fui su viceministro. No había nada. El ministerio tenía 17 años de existencia y nunca se hizo nada. En realidad, sólo se realizaron pequeñas acciones con artistas consagrados. Durante nuestra gestión construimos una política democrática de cultura. Primero, ampliamos el concepto de cultura y no nos orientamos exclusivamente al arte. Trazamos líneas con la cultura popular, con las tribus urbanas, con los indígenas que siempre fueron dejados de lado. Además, desarrollamos programas contemporáneos, pensamos en muchas leyes y siempre articulando el trabajo con la sociedad en su conjunto. Fue un trabajo muy grande con la participación de los trabajadores de la cultura, la sociedad, los artistas, los gestores culturales, etc. Lula siempre nos apoyó y el resto del gobierno nos miraba con simpatía, pero creo que no entendían del todo la importancia de estas políticas. Esa es una visión estrecha de la política, que se ve enfocada únicamente en los vaivenes económicos y los derechos materiales. Muchos no entendieron el conjunto de las demandas que planteaba la sociedad, y gran parte de estas demandas fueron culturales. Trabajamos mucho con la participación plena de los artistas, de los activistas, de los trabajadores de la cultura, de los productores y empresarios culturales. Tuvimos largas discusiones donde modificamos muchos de nuestros proyectos. Desde la modificación de la Ley Rouanet que financia la actividad cultural y artística, hasta el proyecto de Ley en defensa de los derechos de autor. Todos los proyectos que llevamos adelante fueron desarrollados con una gran participación popular. Esto consolidó la confianza que todos los actores culturales depositaron en nuestra gestión. Otro punto fundamental consistió en definir el papel que tendría el Estado en la cultura. Partiendo de esta premisa desarrollamos muchos programas y muchas acciones nuevas para el campo de la cultura. Voy a dar un ejemplo: en 2003, cuando llegamos al gobierno, Brasil producía menos de diez películas por año y ahora estamos produciendo 150 por año. Hemos alcanzado el 20 por ciento del mercado brasileño; ganamos premios internacionales; y lo más importante, actualmente el cine brasileño es superavitario, genera más recursos de los que se invierten en él. Eso fue fruto de una política pública pensada, analizada y correctamente implementada. También desarrollamos los llamados “puntos de cultura” que apoyan a los proyectos culturales de las organizaciones y redes comunitarias. Hay casi 200 mil grupos culturales trabajando así en todo Brasil. Existen bibliotecas comunitarias, clubes de cine, manifestaciones culturales tradicionales, orquestas, grupos de música, centros culturales, etc. Nosotros reconocimos esto y creamos una red de relaciones y fortalecimiento de estas estructuras existentes. Fue un trabajo interesante porque implicó pensar cómo llevar adelante un Ministerio deCultura para un gobierno de izquierda, para un gobierno de transformación. Quienes llegaron al gobierno por medio del golpe, quieren destruir todo esto pero no lo van a lograr, ya que la sociedad está muy involucrada. Es difícil destruir este tipo de políticas porque están muy arraigadas en la sociedad.
–¿Se puede decir que, en el Brasil actual, la batalla es cultural?
–Existen múltiples demandas culturales que están emergiendo en América Latina. Las mujeres tienen sus demandas, los negros tienen las suyas, los jóvenes otras, etc. Hay una complejidad enorme de demandas y es necesario tenerlas en cuenta a todas para fortalecer el sentimiento de pertenencia a una comunidad. Es necesario integrar esas demandas, donde se pueda reocnocer al otro como parte de una comunidad. Porque el capitalismo fragmenta a la sociedad, hasta llegar al individuo. Esa construcción es política, pero también es cultural y los gobiernos contemporáneos tendrán que considerar estas demandas para relacionarse con esta complejidad. Entonces, la batalla cultural es central para fortalecer a la democracia, para defender las conquistas sociales, para adquirir más derechos. Esto es clave porque sino no se explica cómo los explotados apoyan los procesos políticos de los explotadores. No basta con aumentar el poder adquisitivo de la gente, es necesaria una transformación profunda de la subjetividad, donde no haya más racismo, donde no exista más violencia de género, donde la nueva clase media –que nació durante el proceso político del PT– no rechace a los sectores más postergados, etc. El Estado tiene una gran responsabilidad para que todos, absolutamente todos tengan acceso a la cultura. Tener acceso a la cultura no es una cuestión de derecha o de izquierda, es una cuestión de civilización o barbarie. Si queremos construir una sociedad contemporánea, que pueda enfrentar los desafíos del Siglo XXI, es necesario considerar la centralidad que tiene la cultura.
¿Por qué Juca Ferreira?
La aceptación del golpe
Aceptar Trabajadores de la cultura, artistas, empresarios, gestores y ciudadanos ocuparon varias sedes del Ministerio de Cultura brasileño, en protesta por su transformación en Secretaría. Pero sonó tan fuerte el “Fora Temer” que el gobierno se vio obligado a dar marcha atrás. Esto fue posible por el trabajo que, durante años, realizó el Ministerio de Cultura de los gobiernos petistas en conjunto con los actores culturales. Sin embargo, Juca Ferreira, se pregunta por la facilidad con la que fue realizado el impeachment y considera que las conquistas inéditas de los últimos años no tuvieron como correlato la construcción de una conciencia social que las reconociera como parte de una decisión política del gobierno del PT.
Sociólogo y ambientalista, Juca Ferreira fue dos veces ministro de Cultura de Brasil, durante los mandatos del presidente Lula da Silva (2008-2010) y de la presidenta Dilma Rousseff (2015-2016). También ocupó el cargo de secretario de cultura de San Pablo, y el puesto de embajador especial en la Secretaría General Ibero-Americana (SEGIB), en Madrid. Ferreira entró en la vida pública en 1968 por medio del movimiento estudiantil. Electo presidente de la Unión Brasileña de los Estudiantes Secundarios, se le prohibió ejercer el cargo debido a la proscripción de la entidad por la dictadura militar. Partió al exilio, primero a Chile, después Suecia y Francia. Estudió Lenguas Latinas en la Universidad de Estocolmo y Ciencias Sociales en la Sorbonne. De regreso en Brasil, inició en 1981 su militancia en el área ambiental, siempre actuando en el campo de la cultura. En 1988, se afilió al Partido Verde, fue concejal de Salvador de Bahía, y por casi dos décadas participó de proyectos ambientales, sociales y culturales junto con el músico Gilberto Gil con quien, más tarde, compartió la gestión del Ministerio de Cultura en el primer gobierno de Lula.
Para la cultura argentina el panorama es distinto porque el gobierno ganó en las urnas. Aún así, viene aguantando la reducción de sus políticas públicas en acciones para la producción individual y el emprendedorismo; tiene que soportar que la acusen de haber desatendido áreas clave como las industrias culturales, cuando en realidad estas llegaron a representar el tres por ciento del PBI y medio millón de puestos de trabajo; sufre la retracción del Estado como agente fundamental para el fortalecimiento de una cultura federal, plural y diversa, etc. Lo cierto es que los gobiernos de los últimos años en Brasil y en Argentina llevaron adelante un trabajo conjunto con la sociedad. Se implementaron políticas públicas complejas, profundas y populares junto con todos los jugadores de la cultura. En la actualidad el contraste es obvio, en el país del norte por la crisis institucional y en Argentina por una incapacidad en la gestión o por decisión política.