La pregunta nos interpela un año después de otra manera: ¿Dónde está Santiago Maldonado? debería dar paso a ¿Por qué el Estado no se hace responsable de la muerte de un joven solidario? El fútbol y sus escenarios, desde el Monumental a la cancha más pequeñita del Ascenso, fue la caja de resonancia de esa demanda de Justicia que todavía no llegó, que lejos está de percibirse, que se reclama con firmeza como ayer en la Plaza de Mayo.
El 27 de agosto de 2017 en los estadios de San Lorenzo y Temperley se mostraron las primeras banderas con la consigna Aparición con vida Ya de Santiago Maldonado. Habían pasado 27 días de la persecución ilegal y represión con balas de plomo de la Gendarmería en el Pu Lof de Pushamen. La comunidad mapuche a la que Santiago acompañaba en su lucha por la defensa de tierras ancestrales. Casi siete meses después, se presentaba la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino. Un espacio para “contribuir a la pelea por la memoria, verdad y justicia”. Era el 24 de marzo de este año, en un nuevo aniversario del golpe de Estado de 1976.
La demanda de explicaciones al gobierno nacional por el Caso Maldonado y las consecuencias aún presentes de la dictadura cívico-militar, vertebraron de manera espontánea la creación de la Coordinadora. Fue como una marea inevitable que tomó al fútbol “como herramienta para promocionar, defender y difundir los Derechos Humanos”, dice el texto fundacional de la organización nacida desde bien abajo. Al calor del entusiasmo de hinchas y socios de los diferentes clubes que la componen. En su Facebook puede leerse: “El sueño que nos trajo hasta acá es armar un equipo que juegue de memoria, con la verdad en los pies y la justicia en el corazón”.
El espacio visibiliza al fútbol como un escenario ideal para disputar la construcción de sentido sobre los derechos humanos del pasado y del presente. Por eso la imagen de Santiago estuvo vigente durante tantos fines de semana, durante tantos partidos en las fotografías, banderas, carteles y camisetas. En las canchas de Primera, del Ascenso, de los torneos del interior, de los clubes de barrio arrasados a tarifazos y de los campeonatos universitarios.
También en el banner que recorrió el campo de juego de San Lorenzo del que Sergio –el hermano de Santiago– es socio, conmovido por el apoyo que le brindó la Subcomisión de Derechos Humanos del Ciclón. En las banderas colocadas en las tribunas de River, Banfield, Sarmiento, Talleres de Escalada y Victoriano Arenas, en los carteles con que posaron los equipos de Belgrano, Temperley, Defensores de Belgrano, Cañuelas, Sportivo Barracas, Ituzaingó y Claypole, por citar algunos entre muchos más. En el ingenio de algunos equipos que posaron con la cara tapada por la foto de Maldonado, para que hubiera once rostros iguales. En el Talento Fútbol Club de Mar del Plata o el de la Universidad de Buenos Aires. En cada rincón futbolero se pidió por Santiago.
Un año después se impone exigir justicia para saber qué pasó. El gobierno de Mauricio Macri, ejecutor del operativo federal en tierras de los mapuches, tiene la respuesta. Desde el ambiente del fútbol se contribuyó a amplificar ese reclamo.