Un niño no es un adulto en formato pequeño.
Si esta afirmación nos parece obvia no siempre ha sido así: alcanza con mirar los niñitos adultomórficos que aparecen en tantas pinturas de hasta hace poco más de dos siglos. Por otro lado, la medicina ha tenido que recorrer un larguísimo camino antes de diferenciar, en su seno, a la pediatría como especialidad.
Recién en el siglo pasado pudieron llegar a establecerse los parámetros de desarrollo de un niño normal, acompañados de sus equivalentes desde otras disciplinas: aspectos cognitivos, conductuales, psicológicos, preceptuales, expresivos.
Una vez establecidas las “normalidades” se fueron reconociendo como “anomalías” todas aquellas conductas que no se ajustaran a lo esperable.
En la segunda mitad del siglo pasado comenzaron a tomar auge las llamadas “técnicas de rehabilitación”, aprovechando la experiencia terapéutica obtenida con los innumerables soldados lesionados en la Segunda Guerra Mundial.
Aquí nuevamente se partió de confundir a los niños con los adultos: ¿como podría “re-habilitarse” en un niño o en un bebé lo que nunca fue “habilitado”, lo que necesita surgir a nuevo?
Un adulto puede comprometerse en los ejercicios que reclama la rehabilitación de su cuerpo cuando este ha sido lesionado. Un bebé y/o un niño (tanto más cuanto más pequeño) debe apropiarse de su cuerpo, descubrir sus múltiples posibilidades y sus numerosas limitaciones (tanto si se trata de un cuerpo o una función lesionado como si no).
La clínica de un niño (sea cual fuere su problema) es radicalmente diferente a la de un adulto. Lo es porque lo que está en juego es la construcción del propio niño y del sujeto en lo real que todavía no es. El futuro está en riesgo si en el tratamiento de un niño se ignora que es el deseo lo que pulsa las cuerdas de la vida de cada uno y que el deseo incipiente corre el riesgo de apagarse si un condicionamiento operante o una reeducación “adecuada” le pasan por encima.
Hace algún tiempo se publicó en PáginaI12 la convocatoria a una Jornada, organizada por FEPI - Centro Dra Lydia Coriat, que decía lo siguiente: “Los invitamos a ver desde dentro el proceso por el cual la preponderancia de un diagnóstico deja paso a la emergencia de un niño. Buscaremos transmitir nuestra clínica –su modalidad de abordaje, su principio y sus propósitos, sus logros y sus imposibilidades–; una clínica que, con el concurso de distintas disciplinas, apunta a posibilitar el juego del niño en función de su constitución como sujeto y a posibilitarle el óptimo desarrollo alcanzable de conjunto, en particular de aquello que tenga comprometido: lo psicomotor, el lenguaje, el aprendizaje, la socialización..., sin aplastar el surgimiento de su incipiente deseo sino, por el contrario, convocándolo”.
Una clínica de niños que convoque a la singularidad del sujeto y su deseo requiere, como mínimo, del concurso del juego y de la interdisciplina.
Cuando decimos “interdisciplina” no se trata de que haya varios profesionales de diferentes disciplinas trabajando bajo el mismo techo, pasándose al pacientito en cuestión uno atrás de otro, cada media hora, como un objeto producido en serie.
En la infancia, cuando hay un área afectada, el problema repercute en las demás, pero eso no justifica que un niño tenga cuatro o cinco terapeutas trabajando con él, cada uno en el área disciplinar que le corresponde.
La propuesta es que cada profesional que trabaje con niños forme parte de un equipo interdisciplinario, para tener a mano a quien consultar cuando se le presenten problemas que pertenezcan a otro campo. Un único tratamiento para cada niño, a lo sumo dos. Equipo interdisciplinario no para aumentar la cantidad de tratamientos sino para reducirlo a su mínimo imprescindible.
Los trabajos presentados en aquella Jornada se pueden leer en un libro, La Infancia en Juego, recientemente publicado por Letra Viva. En cada capítulo se puede encontrar el material de uno o dos casos clínicos y se hace evidente la especificidad del problema que dio origen a la consulta, la particularidad de la disciplina a la que se recurrió y las referencias al equipo interdisciplinario. Dejemos hablar a algunos de los autores.
- Natalia Taratuto, Neuropediatra. Directora Médica: Hay otra mirada. Cada niño es diferente y viene con una familia también diferente a otras. Hacer un diagnóstico no es cumplir los ítems de un libro o manual. La medicina es un arte. El arte de curar, que se está perdiendo por la necesidad de todas las personas que rodeamos a los niños, ya sea maestras, médicos, familiares y terapeutas, de encasillar y etiquetar a los niños. Parece que hoy en día hay que demostrar que se es un niño sano. Que hoy se tiene un problema hasta que se demuestra lo contrario. Y no se deja a los niños ser simplemente niños, más o menos activos, con tiempos diferentes, con familias y realidades distintas a las de otro niño.
- Claudia Sykuler, Equipo de Estimulación Temprana. Psicomotricista: Una de las funciones del terapeuta en Estimulación Temprana es hacer de puente entre el bebé y los padres, sosteniendo el ejercicio de la función materna y la operatoria de la función paterna. Atentos para entender cómo le llega al bebé lo que le transmiten, cuáles son sus posibilidades y modos de recibirlo e incorporarlo, y a su vez de devolverlo, renovado y recreado. Así el niño construye lo que le es propio más allá de la realidad biológica y de aquello que el otro le ofrece. El niño se constituye y se construye en una experiencia significativa para él.
- Delia Maidágan, Equipo de Psicología y Psicoanálisis. Psicoanalista: El analista produce una letra, en tanto lee en la escena la gramática pulsional del Otro primordial operando sobre el cuerpo del niño. Cuando digo “produce”, me refiero a que no la busca, la encuentra.
“¡Hiciste una nena y una flor!”. La frase nos sorprende a ambas en el momento en que se pronuncia. Nos miramos de repente. Flor es el nombre de su madre.
- Patricia Enright, Equipo de Psicopedagogía Inicial. Psicopedagoga: A la Psicopedagogía Inicial, le es inherente el abordaje clínico del niño pequeño con problemas en su desarrollo. Tal es su objeto de trabajo y eje del entramado conceptual que le da sustento y sostén a su práctica.
(...) “el mundo del niño pequeño”, es una compleja trama en la que se entraman sus tiempos subjetivos, las transformaciones cognoscitivas, el devenir de sus procesos de dominio y apropiación del cuerpo, del lenguaje, de sus juegos, de sus aprendizajes, así como sus primeros movimientos –fundacionales– en el espacio escolar.
- Noemí Giuliani, Equipo de Lenguaje. Terapeuta de Lenguaje: Hablar es armar un relato, que tiene tiempos, espacios, personajes, imaginación, puntos simbólicos que lo anclen, y le permitan un sostén que arme lugares de escucha y producción.
Cuando nos ubicamos terapéuticamente frente a un niño con dificultades en la apropiación del lenguaje, dentro del marco que nos brinda la lingüística de la enunciación, algo de relato tiene nuestra intervención o al menos de intento de armarlo en cada sesión con cada niño.
Si nos ubicamos en ese encuadre, en esa amplitud conceptual, nuestro operar podrá tener la plasticidad y la variabilidad de ofrecimiento que permita al niño tomar, apropiarse, usar, construir, metaforizar...
Nuestra intervención estará por ahí, haciendo que el lenguaje surja, se amplíe, se diversifique, se desprenda de la concretud, tome el vuelo que lo simbólico posibilita.
- Silvia Brukman, Equipo de Psicomotricidad. Psicomotricista: Conducir un tratamiento en psicomotricidad es poder recorrer la senda de la historia de la construcción del cuerpo del niño en su relación con el Otro y los otros. Historia de encuentros y desencuentros que fueron marcando al niño en su cuerpo, en un modo particular de funcionamiento. Es también hacer lugar a nuestra mirada, dejando caer prejuicios, ideales y certezas para poder sorprenderse, conmoverse y comprometerse, encontrando el tiempo y el espacio oportuno para intervenir con el niño y con sus padres.
Las intervenciones apuntan a instalar lugares, jerarquías y diferencias. Es en la oferta y donación de espacio, tiempo, objetos, palabras, silencios, juegos de presencias y ausencias, dando lugar a lo visible y a lo oculto, que el síntoma circula, también el sentido. El niño podrá tomar su lugar, una posición protagónica, que le permita ser, decir y hacer.
- Norma Filidoro, Equipo de Psicopedagogía Clínica. Licenciada en Ciencias de la Educación: Vamos a pensar el espacio de psicopedagogía como una intervención destinada a que el aprendizaje haga juego. Que el aprendizaje haga juego no es jugar para aprender ni aprender jugando. Se trata de una propuesta en la que es posible vérselas con lecturas, escrituras y problemas, sin riesgos, sin el riesgo de que el resultado sea siempre uno y el mismo. El juego es ese lugar en el que es posible, no omitir ni negar pero sí burlar los obstáculos, las dificultades, la seriedad y el tiempo que pasa, y todo ello sin consecuencias pero, paradoja mediante, produciendo efectos en la posición del niño como alumno, tanto en su relación con el conocimiento como en las interacciones con los maestros y los pares, a partir de provocar una ruptura entre el lugar que la escuela lo espera y el lugar en el que el niño se presenta.
- Sofía Tafetani, Equipo de Psicología y Psicoanálisis. Psicoanalista: En tanto representantes de un niño, cuando somos tomados por la transferencia, el cuerpo nos queda comprometido como superficie donde resuenan las marcas que se juegan en ese espacio intermedio donde acontece lo nuevo, versiones donde lo inédito se abrirá paso como efecto de sorpresa.
- Adriana Suliansky, Equipo de Psicopedagogía Clínica. Psicopedagoga: La disposición al aprendizaje no está determinada sólo por el potencial intelectual o por la voluntad, sino por el deseo, que lo activa y dinamiza y con la significación que el aprender tiene para ese sujeto y sus padres.
El juego es un estructurante subjetivo y un estructurante cognitivo. Cuando el niño juega va construyendo sentido, va significando los objetos, el mundo y se va constituyendo a si mismo.
- Fabiana Neiman, Equipo de Psicopedagogía Clínica. Psicopedagoga: Reconocemos a las escrituras de los chicos como una práctica significante de enunciación y por lo tanto las leemos como producciones singulares en las que cada niño o niña escribe su propia palabra.
Ubicamos que las intervenciones psicopedagógicas en los problemas en el aprendizaje de la escritura implican un trabajo constitutivo de subjetividad. Hacer lugar a la escritura en la clínica psicopedagógica es hacer lugar al sujeto. Es darle estatuto de proceso creativo, reconocer al niño/a como autor/a es intervenir para que construya su propio texto.
* Elsa Coriat. Psicoanalista. Miembro Fundador de FEPI (Fundación para el Estudio de los Problemas de la Infancia). Analista Miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires (AME).
Todos los profesionales que participan de la escritura son integrantes del equipo clínico interdisciplinario de FEPI - Centro Dra. Lydia Coriat. La presentación de La infancia en juego tendrá lugar el martes 7 de agosto, a las 19, en la SAP (Sociedad Argentina de Pediatría), Salguero 1244, CABA. Participan: Esteban Rowensztein (médico pediatra), Nora Emilce Elichiry (psicóloga educativa), Leticia González (psicomotricista) y Alfredo Jerusalinsky (psicoanalista). La actividad es libre y gratuita.