El frío, crucial en la tragedia, se deja soportar en la Plaza de Mayo. Cuando y donde el sol todavía alumbra, transcurre un lindo día de invierno. El calor humano compensa un cachito máxime en las columnas cuyos integrantes se amuchan. Miles de personas que confluyen “por la libre” se abrigan por dentro… matean de lo lindo, algunos le dan al fernet con Coca.
La Plaza fue vallada por doquier. La Casa Rosada queda lejos del espacio accesible a los ciudadanos. La Pirámide se aburre, solita su alma, cercada por alambre. No da la impresión de querer fugarse. La intención apunta a quitarle espacio a los manifestantes: la arquitectura de la derecha segrega todo lo que puede. Mucho.
Cada convocatoria de masas expresa un reclamo central y cobija un abanico de distintas protestas o reivindicaciones. Varias se agregaron desde las impresionantes marchas del primero de septiembre y de octubre de 2017 pidiendo por la aparición con vida de Santiago Maldonado.
A un año de la desaparición los pañuelos verdes copan la parada. Son el emblema de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito que lleva un coherente recorrido de muchos años. En estos meses el pañuelo verde se popularizó a niveles impensados. Se transformó en un símbolo de pertenencia, una bandera compartida por (literalmente) millones de personas. El movimiento de mujeres es imparable, incomparable.
Las Madres, los pañuelos blancos, juegan de local. No podían faltar.
La barbarie de la Jerarquía de la Iglesia Católica suscita demandas nuevas, de minorías por ahora. En un gazebo ofrecen un petitorio para reclamar la separación entre la Iglesia y el Estado. “El que quiera un cura que se lo pague”, mocionan.
El Fondo Monetario Internacional regresa a las consignas, después de larga ausencia.
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El contexto de la muerte: Un año atrás, Maldonado estaba ejerciendo el derecho a peticionar a las autoridades. Una horda de gendarmes se ensañó contra él y un puñado de manifestantes. Las filmaciones revelan su grita feroz: “¡fuego permitido!”, “tenemos que quemarle las casas”, “negros de mierda”. Estaban armados, furiosos. Disparaban, ejercían una superioridad del orden de diez a uno, acaso más.
Inventaron una condición de “flagrancia” obedeciendo directivas de un subordinado directo de la ministra Patricia Bullrich. Agredieron sin orden judicial. Ejercieron violencia, corrieron tras Santiago quien el 17 de octubre fue hallado muerto, sumergido en el río Chubut. Asfixia por sumersión coadyuvada por hipotermia concluye la autopsia colectiva. No se expide sobre cuánto tiempo se mantuvo viva la víctima, mientras el frío le iba paralizando las extremidades, lo adormecía, lo hizo desvanecerse.
El cuerpo no registraba golpes ni heridas. Pudo estar en el río 53, 60 o 73 días según distintos dictámenes, no hay acuerdo al respecto. No está evidenciado, entonces, que haya quedado fijo desde agosto donde lo encontraron, a apenas 400 metros de donde fue visto vivo por última vez. Dos rastrillajes habían pasado por el lugar, sin observarlo, en meses anteriores al hallazgo…
La autopsia constituye solo una parte de las pruebas imprescindibles. Se ignora cómo ingresó Santiago al río, si intentó salir, en tal caso si la Gendarmería se lo impidió. Pudo tipificarse homicidio calificado o preterintencional (si la intención fue agredirlo pero causándole un daño inferior). Si no se lo auxilió estando en posibilidad de hacerlo pudo cometerse abandono de persona.
Las causas judiciales siguen abiertas, muy retrasadas, sin decisiones relevantes de primera instancia, ni detenciones. Se mueven a paso de tortuga.
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Minorías intensas: El palco se coloca delante de la Pirámide, dando la espalda a la Casa Rosada, más cerca del centro de la ciudad. Entre la Pirámide y la Casa de gobierno, se albergan los familiares de los trabajadores estatales fallecidos en la tragedia del ARA San Juan.
Se ofertan remeras estampadas, prendedores, los mentados pañuelos verdes (que tanta gente llevó desde su casa o sus lugares de trabajo porque ya los lució en otras movidas).
Se expende pan y carne, como no, aunque sea hora de merendar porque los movimientos sociales llegan desde lejos: la distancia es tiempo como describió el compañero Einstein.
La transversalidad se trasunta en el merchandising, que recorre desde la izquierda hasta el kirchnerismo, sin dejar de lado las banderías futboleras. El pluralismo llega a lo culinario: tartas vegetarianas, hamburguesas veganas.
Difícil hacer cortes de clase y etarios certeros si uno está a ras de calle y levanta 1,70 metros del pavimento. El ojímetro dice tantos humildes como de clase media, muchos jóvenes, cuatro generaciones como es regla.
Conforman una minoría intensa con ideas, valores y objetivos comunes. A diferencia de quienes hacen número en una encuesta actúan deliberadamente: luchan y resisten porque quieren. No los agrupa virtualmente un sondeo haciéndoles preguntas sobre temas que no habían elaborado. Hete ahí, intuye uno, una diferencia sustancial entre la brumosa “opinión pública” y las muchedumbres que ejercitan la acción directa, que se ponen de pie.
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El afán de encubrir: Hubo desaparición de persona, porque el cuerpo no se hallaba y las autoridades “negaron todo”, obstruyendo la búsqueda desde el vamos. Desde que Maldonado hubiera participado en la manifestación, resituándolo en distintos lugares de la Argentina o Chile. Se aventuró que lo hirió un puestero de Benetton en una suerte de duelo criollo inventado por los medios dominantes y por funcionarios. Más cien etcéteras.
El cuerpo fue hallado merced a los reclamos y la movilización de familiares y organismos de Derechos Humanos DD.HH.), nacionales e internacionales. A un año vista, vale apelar al contrafactual. Sin dicha “presión” Bullrich y los medios oficialistas sostendrían cualquier tesis alocada de las muchas que amañaron, habrían archivado la causa, suspendido la búsqueda.
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Imagen del desamparo: Una escena gráfica el desamparo de Sergio Maldonado (el hermano mayor de Santiago) y de su compañera, Andrea Antica. Durante horas, a la intemperie bajo un frío impiadoso, custodiaron el cuerpo flotante de Santiago para evitar que lo manipularan. Solos en la inmensidad, cumpliendo una función ajena a sus saberes, sus deseos y sus competencias. Se usa hablar de “ausencia del Estado”, tipificación que remite al aparato burocrático con elusión de las autoridades que lo conducen. Es más certero apuntar la ausencia-mala fe del Gobierno. O la condición sucesiva de instigador, cómplice y encubridor de la represión y sus secuelas. Autoridades del Poder Ejecutivo y del Judicial incumplieron la carga de buscar a Santiago, de dar con su cuerpo vivo o muerto, de preservarlo.
Más tarde culpabilizaron a las víctimas. A Santiago de haberse lanzado cual un suicida. A sus familiares o a los organismos de DDHH de haber dificultado la labor de los gendarmes, los jueces, los funcionarios políticos.
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Vigilar y castigar a las víctimas: Santiago quería vivir, solidaria y comprometidamente. Murió en el contexto de un ataque uniformado salvaje.
Sergio Maldonado se puso adonde lo arrastraron la tragedia familiar, su rol de hermano, su noble sentido del deber. Es un tipo agradable, para nada estridente, afectuoso con quien lo trata bien. Jamás había hablado en público hasta el año pasado, hizo de tripas corazón (o viceversa). Transformado en referente, llevado a una súbita visibilidad, combate o supera una timidez que se deja leer en su mirada, en ciertos gestos, en cómo corresponde muestras de afecto de personas que no conoce.
Cree, con fundamentos sólidos, que su hermano fue asesinado. Sabe (sufre) que las autoridades les dispensan a ambos odio y desdén. Los tribunales lo relegan de audiencias en las que tiene derecho a participar. El juez federal Guido Otranto le pinchó los teléfonos, ordenando escuchas absurdas, de las que dispensó a los principales sospechosos. Trolls oficialistas convocan a boicotear su sencillo comercio.
Hechos acontecidos desde agosto del año pasado (el contexto sobreviniente) corroboran las sospechas y denuncias iniciales.
Rafael Nahuel fue asesinado por el Grupo Albatros de Prefectura en Bariloche. Baleado por la espalda en un operativo premeditado, comedido a un cuerpo de elite, entrenado para matar.
El presidente Mauricio Macri impuso la doctrina Chocobar.
Ahora impulsa la militarización de la Seguridad Interna.
Culpabilizar a las víctimas, vigilarlas, reprimirlas si viene a cuento… tal la praxis del Gobierno. Vale para el ajuste (que carga sobre los pobres) o para la represión de la protesta social.