“Sin militancia masiva no estaríamos en este punto”, remarcó Marta Dillon acerca del debate sobre la interrupción voluntaria del embarazo, en el marco de una charla con socios de Página/12 en la que llamó a “poner el cuerpo en la calle” no solo el próximo miércoles, sino también en caso de que la ley sea aprobada porque entonces vendrán los intentos para bloquearla. A días de la sesión del Senado en la que se tratará la legalización del aborto, ese tema marcó el intercambio con la editora del suplemento Las 12.
La charla de Dillon fue la tercera de la serie de actividades de Página/12 destinadas a los lectores que se unieron al diario para defender la otra mirada. La periodista estuvo con los socios en el Centro Cultural Caras y Caretas, pero muchos otros pudieron seguir sus palabras online.
La autora de Aparecida puntualizó, con respecto al dictamen que introdujo modificaciones a la media sanción de Diputados y fue rubricado por 26 senadores, que “no es el proyecto que deseábamos” y que la clave pasa por la idea de “voluntaria” en la interrupción del embarazo. “Plantearon un debate sobre si se mata vida cuando eso ya está saldado desde 1921, con el Código Penal, que permite la excepción eugenésica por violación”, recordó.
“Se han profundizado las identidades, es parte de las muchas resonancias en la calle. En la lucha contra el patriarcado se busca libertad y autonomía”, remarcó también Dillon sobre las implicancias de las masivas movilizaciones que las mujeres vienen protagonizando en defensa de sus derechos.
En momentos en que se buscan introducir la proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo modificaciones que podrían obstaculizar el efectivo cumplimiento de la ley, Dillon puso énfasis en lo que ocurre con los abortos ya contemplados en la actual legislación. “Se ve lo que pasa en las provincias, muchas no lo respetan”, reseñó para luego ponderar la labor de Mariana Carbajal dándole visibilidad a esos casos. “Tenemos el poder de gestar y de interrumpir embarazos, por ahí pasa la noción de voluntad, que cambió la subjetividad”, añadió.
Dillon señaló también que el debate que sobre el derecho al aborto sacó a la luz cuestiones que se discutían en voz baja. “Quien no conoce a alguien que abortó o que acompañó a alguien a abortar”, se preguntó y dijo luego que “ahora se habla de la experiencia”.
En el marco de la charla, Dillon refutó además uno de los principales argumentos que esgrimen los antiderechos para oponerse a la sanción de la ley. “Una semilla no es un árbol, del mismo modo que un embrión no es una persona –graficó-. Lo es en potencia, pero un hijo es otra cosa, tiene que ver con el deseo de acompañar su crecimiento.”
Dillon se refirió a los cambios que ha visto el patriarcado en los últimos años. “A la mujer se la consideró propiedad de la sociedad, no de sí misma”, dijo, y recordó los avances que significaron el matrimonio homosexual y la ley de identidad de género, al tiempo que “se niega el derecho a decidir sobre el cuerpo”. Trajo a colación el manifiesto de 1971 por el aborto en Francia, cuando Simone de Beauvoir planteó la similitud entre mujeres y esclavos por tener “cuerpos enajenados”.
Para el 8 de agosto anticipó “un escenario de batalla campal” en el Senado y evaluó que ese día los senadores podrían sentir “la presión de la calle” que sintieron los diputados durante el tratamiento del proyecto en la Cámara baja. Criticó, por otro lado, la posición del senador radical Ángel Rozas, quien justificó su rechazo a la iniciativa en que no halló “la calle del medio”. “Es una frase complicada porque no se puede estar un poquito embarazada”, apuntó Dillon.
Sobre los argumentos de los antiderechos, se detuvo también en la noción de “mujer empobrecida” que esgrimieron los adherentes al pañuelo celeste. “Dicen que las mujeres empobrecidas quieren tener hijos, ¿por qué hablan en nombre de ellas?”, planteó.
Dillon se refirió en otro pasaje a la génesis de la lucha por el aborto. Contó que en 2003 el tema comenzó a tratarse en el Encuentro Nacional de Mujeres, cuando se armó el taller de estrategias para el acceso al aborto. “Es una demanda que fue creciendo”, analizó y rememoró las primeras acciones feministas de los 80, tras la vuelta de la democracia, que fueron incorporando de a poco el tema mientras se debatía el divorcio y la patria potestad compartida.
A la hora de las preguntas opinó sobre las estrategias a futuro si la ley no es aprobada. “Ya no se podrá tratar este año y habrá que empezar de cero el año que viene. Creo que hay que poner el cuerpo en la calle, sin militancia masiva no estaríamos en este punto”. Consideró que una vez que la ley salga “el segundo paso es conseguir el libre acceso al aborto”, algo que se tratará de bloquear aún si los senadores aprueban la norma. “Este es un país pobre y con ajuste, con esa excusa podrían recortar en programas de salud”, advirtió. También apuntó a los grupos de presión, como Portal de Belén en la provincia de Córdoba, “que tienen vínculos con la Justicia, la cual también es patriarcal”.
En esa línea habló de “terrorismo moral” en los “discursos fundamentalistas” y pidió que haya un apoyo del Estado a quienes quieran abortar. “Pasamos por una serie de discusiones desde 1983, a partir del divorcio”, dijo respecto de un país que ha sido foco de grandes debates en la materia y comentó que “lo contás en otro país y se asombran”. A su juicio, el feminismo generó “transversalidad”, cosa que se vio en el paro de mujeres del 8 de marzo. “La calle es un lugar de poder”, dijo, y señaló que, cuando la primera marcha de Ni Una Menos, el 3 de junio de 2015, “pensamos en la idea de marea”, que permitió “un salto de masividad”.
En ese contexto, agregó, se dio la ley de salud sexual integral, “que no fue reglamentada en muchas provincias, ni siquiera en la Ciudad de Buenos Aires”, con lo que el tema “quedó al arbitrio de las escuelas”.
Sobre el cierre, manifestó que “todas hemos sufrido la violencia machista y patriarcal” y que “tenemos que ser capaces de reconocernos en la experiencia de las demás”. En esa línea, afirmó que “la clandestinidad está en el centro del debate” y que la legalización acabaría con negocios. “El misoprostol lo produce un solo laboratorio y sale dos mil por ciento más caro que en Francia, hace falta producción pública”, ejemplificó.
“No podemos volver a la clandestinidad, de esto no se volverá a hablar más en voz baja”, afirmó también y describió el escenario del voto negativo: “Es un costo que la ley no salga. Que no haya dictamen en contra habla de intereses creados.” Además, analizó que dentro de un esquema conservador “el rol de la mujer es central y la maternidad ‘santifica’ el lugar de control” y cerró la charla con la consigna “Que sea ley”.