A nadie le importaba Luis Miguel, sus canciones edulcoradas, su gesto de galán seductor implacable, su vida misteriosa, sus novias de pasarela, su pasado de niño prodigio, hasta que a Netflix, ese gigante que revolucionó la industria audiovisual, se le ocurrió lanzar una serie sobre él. Al principio nadie se animaba a verla, hasta que alguien tomó el riesgo y empezó a comentarse en todas partes, a revelar cuestiones de su vida poco conocidas y a volver a cantarse los temas olvidados, como “Culpable o no”, que es un nuevo hit reinventado y con más trascendencia que el que tuvo hace años. La serie funcionó también por esa apelación a la nostalgia y a la emoción que genera volver a escuchar la música que circulaba en la infancia.
La historia que relatan los 13 episodios de la primera temporada se centra en la relación del cantante con su familia, con su papá, su mamá y sus hermanos. Recorre sus inicios en la música cuando era un niño y su padre lo llevó a cantar porque no tenían plata, hasta la época de su disco de boleros, Romance. Aparece Luis Miguel en tres etapas distintas de su vida, interpretado por tres actores diferentes, todos calcados al ídolo en sus rostros y gestos. La temporalidad no es lineal ni cronológica, ya que hay constantes flashbacks entre el pasado lejano y los más cercanos en el tiempo, una elección narrativa que por momentos confunde. Pero lo más atrapante es sin duda la relación de Luis Miguel con su madre y su padre, y la constante tensión entre ellxs.
Su padre, Luis Rey, aparece en la serie como un ser manipulador, interesado, opresor, egoísta y lleno de violencia que manejaba a su antojo la vida de su mujer y sus hijos. La relación de él con Marcela, la mamá de Luis Miguel, reproduce un modo de vínculo que mantiene a la mujer oprimida, sin libertades, sin respeto de su individualidad, ni de sus deseos; lo que la sumerge en una profunda depresión. Ese hombre con poder por encima de la mujer ya no emerge como un héroe en un mundo que naturalizaba la desigualdad, sino que queda al descubierto y genera todo el rechazo y el aborrecimiento posible. A medida que avanza la historia, la tensión se centra en el paradero de la madre del ídolo. Luis Miguel es un hombre exitoso y amado por sus fans, y aunque intenta no con demasiado éxito estar en pareja, su vida emocional pasa por saber dónde está su madre. Su padre le miente o evade el tema y las investigaciones no conducen a nada concreto. Le dicen que puede estar en un centro psiquiátrico, le dicen que los abandonó, le dicen muchas cosas pero nada se materializa. Lo cierto es que cuando era adolescente, hay una escena en la que el padre le hace elegir a Micky, como lo llaman, entre su madre y una vida “normal” o su padre y una vida de giras y descontrol. Él elige la segunda opción, opta por recorrer el mundo y dejar de vivir con su madre. Esa distancia se acrecienta con el paso de los años hasta que dejan de tener contacto.
Durante cada capítulo se deja entrever que algo sucedió aunque nunca se diga. Marcela ya no está y el padre parece haber tenido mucho que ver. Si no la mató, la condujo a la muerte. Como sea, se puede ver cómo Luis Rey va manipulando la vida de sus seres queridos para sacar ventaja. Muchas veces su madre intentó hacerse valer, pero la violencia machista la terminaba oprimiendo. En la serie, Luis Miguel queda como una víctima, un pobre hijo maltratado, un ser querible, que eligió mal pero que cantó canciones inolvidables que se pegan como chicle. Aunque contraste con el Luis Miguel real, el que está consumido por los vicios, solo, el que no aprendió del dolor del trato paternal y sigue sin ver a sus hijos ni asumir su papel de padre.