“Para gestar este texto hubo una motivación fundamental, que tuvo que ver con el replanteo en torno a cómo pensar determinadas ideas cinematográficas, desde dónde pensarlas y con qué herramientas”, le explica Gustavo Galuppo a Rosario/12. Realizador cinematográfico y docente, Galuppo estrena libro y ya desde el título elegido pareciera querer mirar tanto al cine que ha sido como su después: El cine como promesa (Sans Soleil Ediciones).

“El libro reúne tres textos, dos fueron escritos hace unos siete años, y el último -–‘La imagen-huella’-- ahora. Desde la dirección de la editorial decidieron incluir los textos anteriores, y se nota cómo entre aquellos textos y el actual se marca una diferencia importante, en cuanto a cómo pensar el cine”. Esta diferencia, que el autor se preocupa por aclarar, permite al libro y su lector una historicidad cinematográfica necesaria, porque es desde allí cómo Galuppo se decidirá por abordar una perspectiva absolutamente personal, hasta el punto de arribar a conceptos que le correspondan en autoría, con la filosofía como lugar de encuentro.

“¿Quién dice qué es cine? Lo importante es entenderlo como un fenómeno expresivo sumamente amplio y múltiple”.

“Siempre me interesó mucho la historia y la teoría del cine, pero todas las teorías, incluso la de los grandes teóricos que vienen de la filosofía, como Deleuze, no me brindaban herramientas para pensar cosas que se corrieran de los modelos dominantes. El cine estaba muy cosificado en determinados formatos narrativos, y a todo lo demás se lo relegaba a otro campo. Fue así cómo comencé a realizar un recorrido filosófico que me permitiera pensar la imagen desde cero, por fuera de las cuestiones más narratológicas. Fue un proceso que me llevó varios años”. Entre estas influencias decisivas para el abordaje y análisis, destaca la relación personal y artística de Galuppo con Carolina Rímini, quien “me acercó a un montón de otras problemáticas, de género y filosóficas”, aspectos evidentes en los más recientes trabajos audiovisuales de la dupla, como Pequeño diccionario ilustrado de la electricidad (2015) y Binaria (2016).

Ahora bien, ¿por qué hacer cine? ¿Para quién? De acuerdo con el autor, “el libro se fue reescribiendo sin saber hacia dónde iba”. Un devenir que su lectura sugiere, a través de una deriva que invita desde una prosa sostenida, que a veces parece ligada a destellos repentinos, que Galuppo enhebra en su escritura para luego dilucidar. Finalmente, surge el sostén, el lugar de arribo, el concepto: la ‘entridad’. “La entridad surge como un neologismo: es un ‘entre las cosas’. Lo que veía es que la imagen técnica estaba ligada, muy claramente, al desarrollo capitalista y científico, con ciertas ideas de una jerarquización entre el que hace imágenes y aquél de quien se hacen imágenes. El cine está atravesado permanentemente por esto. La entridad se refiere a un ‘entre’, y no a un ‘sobre’. Empecé a encontrar esto en obras de Jean-Luc Godard y de Trinh T. Minh-ha, una realizadora vietnamita menos conocida. A Godard en el ‘82 le encargan un video sobre la ciudad de Lausanne, y él dice que no puede realizarlo, porque para él Lausanne es un movimiento entre el azul y el verde. Ese mismo año, Trinh T. Minh-ha hace un documental sobre las mujeres de Senegal, pero se rebela ante esta idea, y quiere hacer un documental cerca de las mujeres de Senegal. ¿Cómo es esto? Lo que plantean estos realizadores es un proceso de autodescubrimiento, de ver cuál es esa imagen que respete una especie de comunidad y que no establezca una jerarquía. En relación a eso se fue estableciendo El cine como promesa; como promesa de otro mundo, obviamente”.

“Al hacer imágenes tenemos que pensar éticamente desde otro lugar, desde una ecología de la imagen”.

Desde la aparición de la tecnología del video, Gustavo Galuppo ha mantenido una defensa ferviente de toda nueva tecnología como “cine por otros medios”. Pero lo que aparece ahora es una reflexión más honda, que si bien toca las problemáticas que ya expusiera tempranamente el cine silente –-que Galuppo recupera y anuda al posterior “video arte”--, se dedica a replantear un mismo y principal problema: ¿cómo pensar las imágenes? Situación a todas luces urgente, cuyo contexto actual de rapidez icónica pretende desobligar al detenimiento, condición necesaria para el pensamiento. El cine como lenguaje, dado el caso, vendría a ser parte de este problema. “A partir de la asimilación del modelo narrativo clásico al lenguaje, el cine narrativo terminó funcionando como economía. Pero el cine es un dispositivo tecnológico que permite una diversidad enorme de momentos expresivos. Con el digital hoy me puedo expresar de una forma distinta, así que ¿quién dice lo que es y no es cine? Lo importante es entenderlo como un fenómeno expresivo sumamente amplio y múltiple, los juicios de valor son otra cosa. Por ejemplo, hoy el arte circula en Internet, sin estar avalado por las cuatro paredes de un museo. Eso requiere de otro compromiso ético. Creo que el arte no se puede definir, pero se lo puede pensar desde determinados contextos históricos. Hoy, la imagen, el audiovisual, cumplen una función de dominio, que es normalizadora y fundamental. Es por eso que al hacer imágenes tenemos que pensar éticamente desde otro lugar, si se quiere pensar desde una ecología de la imagen, porque la circulación de las imágenes está atravesada por una lógica de mercado”.