Se anunció como marcha, pero fue un acto religioso multitudinario, a cielo abierto, en el cual no se vieron grandes ni muchas pancartas, donde no hubo gritos ni cánticos, sólo rezos y un mensaje unificado, que bajó de un escenario superpoblado de pastores y pastoras, de cantantes de voz melosa como las que llenan la mayoría de los espacios musicales de Radio Disney. La música que se escuchó fue esa que parece un plagio, del plagio, del plagio, acompañada por letras inspiradas en el Evangelio. “No al aborto”, decía la bandera que estaba al pie del escenario, en Sarmiento y 9 de Julio, en el acto organizado por el consejo directivo de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (Aciera). Los oradores alentaron a orar “por la familia, por la vida del hijo por nacer” y por “los senadores y senadoras para que Jesús los ilumine y el (miércoles) 8 de agosto voten por la vida y no por la muerte”, es decir por el rechazo a la ley que propicia el aborto legal, seguro y gratuito. Las calles vecinas al lugar del acto, de manera particular la avenida Belgrano, estaban cortadas por la presencia de cerca de mil ómnibus escolares estacionados en algunos casos en triple fila.
La concentración llenó la 9 de Julio entre Sarmiento y Bartolomé Mitre, aunque muchas columnas, durante horas, ocuparon algunos espacios en las calles aledañas e incluso frente al Congreso Nacional, donde el miércoles se realizará la jornada decisiva en el debate que debe definir el sí o el no de la Cámara Alta al proyecto que ya fue aprobado en Diputados. Con el Obelisco de testigo, los miles de fieles, casi todos en grupos familiares, siguieron los discursos y cantaron con los artistas, siempre con moderación, sin ruidos altisonantes, mientras algunos repetían hasta el cansancio “alabado sea el señor” y otros se limitaban a orar en silencio, con evidente devoción. “No gritamos, no rompemos, no amenazamos, somos pacíficos”, le dijo a PáginaI12 Noelia, una joven de 25 años, en presunta alusión a los multitudinarios actos feministas en favor de la legalización del aborto. Cuando este diario le recordó que no hubo ni un hecho de violencia en esas movilizaciones, Noelia optó por conceder un “mejor así, pero igual están muy equivocadas”.
La convocatoria de los grupos evangélicos, bajo el lema “Salvemos las dos vidas”, reunió a decenas de grupos autodenominados “pro vida”, que se identificaron con los pañuelos de color celeste y las banderas argentinas. Desde el escenario, la pastora Paula Delvecchio leyó un documento y hubo más oraciones “por los senadores, por los bebés que están por nacer, por las madres en crisis”. Desde temprano, cerca de mil micros llegaron al centro porteño desde distintas provincias y desde barrios del conurbano. Los organizadores, unos 300 pastores de todo el país, habían prometido una multitud que estimaron en “un millón de personas”, expectativa que no pasó de eso, a pesar de que fue un día espléndido de sol para pasar al aire libre, aun para participar de una ceremonia de larga duración que tuvo música estridente, pero muy poco color y calor, que estuvo lejos de generar la energía de las manifestaciones en favor del aborto legal y seguro.
El documento leído por la pastora Delvecchio trazó un prolijo recorrido para tratar de refutar todos los aspectos en los que se basa el histórico y humano reclamo por el aborto legal, seguro y gratuito. En un intento por minimizar la justa demanda para que el Estado asuma que el aborto legal es un derecho, pero al mismo tiempo una necesidad que hace a la salvaguarda de la salud de las mujeres, la declaración argumenta que “los que seguimos a Jesús luchamos cada día para que la vida plena sea una realidad y da testimonio de esto la asistencia sanitaria, educativa y social que ofrecen las miles comunidades de fe en todo nuestro país”.
A renglón seguido, vino la demonización del aborto: “Hoy nos convoca una penosa y grave situación por el intento de aprobación de una ley para la interrupción voluntaria del embarazo”. El documento reafirma que las iglesias evangélicas “nos oponemos firmemente a la aprobación de esa ley porque defendemos las dos vidas, la de la madre y la del niño o la niña por nacer”. Los pastores dijeron sentirse solidarios con “aquellas mujeres que están siendo impulsadas a abortar, muchas de ellas bajo situaciones de opresión, abuso y presiones de una sociedad machista y que ven en el aborto una solución al problema o al menos un alivio a su situación”.
En un intento por aggiornar un discurso que suele ser mucho menos comprensivo en la doctrina de los grupos evangélicos pentecostales, la pastora reconoció que “un embarazo no deseado suele ser una pesada carga para una mujer que tiene que afrontarlo en soledad” y por eso llamó a “tratar de acompañar a esas mujeres, porque ése es nuestro gran desafío”. Los líderes religiosos admitieron también que “no siempre hemos actuado bien frente a este problema, porque nuestros prejuicios nos llevaron a alejarnos del dolor humano”, pero insistieron en que “no es a través de políticas de muerte” –exageró– porque “el aborto, la eliminación del hijo por nacer, nunca puede ser considerada una solución”. Luego, sin dar ningún argumento al respecto, sostuvo que para justificar la sanción de la ley “se apela a falsas estadísticas de muertes por abortos clandestinos”. Y acerca de la realidad palpable que indica que son las mujeres pobres las principales víctimas en los casos de abortos clandestinos, la pastora no dudó en señalar que con esos argumentos “no se hace más que seguir estigmatizando a los pobres”, lo que demuestra que se apeló a un estudiado discurso para retrucar al “enemigo” con su mismo lenguaje.
Luego se dirigieron a los gobernantes “que nos están escuchando” para que rechacen la aprobación del aborto legal, bajo la amenaza de “no votarlos” en próximas elecciones. “Senadores y senadoras, en sus manos está la decisión más importante de todo su mandato, porque más allá de cualquier ideología política, lo que se trata hoy es elegir entre la vida y la muerte”. La desconcentración se hizo mientras se escuchaban canciones llamando “a la paz en la ciudad”, a la culpa por los “errores cometidos” y a la oración “para que nuestros senadores elijan lo correcto”. Algunas de las escasas pancartas decían: “Tú también alguna vez estuviste en el vientre de tu madre” o “Basta de violencia, usted tiene que acercarse a Dios”. Mientras, desde el escenario, los pastores hacían futurología y decían ser “la voz de los que todavía no han nacido”.