A finales de mayo de este año el triunviro Juan Carlos Schmid reconoció a este diario que la CGT “ha corrido desde atrás” los acontecimientos fruto de la diferentes posiciones que conviven en el triunvirato. Eso no ha cambiado y aunque el paro de junio les renovó el oxígeno, terminó por resultar insuficiente. Consciente de ello, el triunvirato salió en busca de consenso con grupos sindicales que no son parte del Consejo Directivo y si bien las conversaciones fueron cordiales el reclamo de un cambio en la conducción fue el denominador común de esas tertulias.
El triunvirato fue la única forma que se encontró para otorgarle a la CGT un barniz de unidad y, como tal, representó la expresión de las desconfianzas que existían (y de alguna manera aún perduran) entre los sectores que forman parte del universo sindical. Ergo, la base donde se asentó el triunvirato fue, y sigue siendo, débil porque con el correr los meses no sólo hubo diferencias entre Schmid, Héctor Daer y Carlos Acuña sino que además cambió la correlación de fuerza entre los grupos que sostenían a cada uno. Gordos e independientes perdieron el acompañamiento de la UOM y eso debilitó a Daer. Hugo Moyano hizo lo mismo con Schmid. En tanto que Acuña, que no deja de repetir que quiere abandonar el barco, se debilitó con la pérdida de integrantes que sufrió el sector Azul y Blanco que lidera Luis Barrionuevo, quien además acaba de ser desplazado de la intervención del PJ nacional. Todas malas noticias para el triunvirato.
Mientras eso ocurría en los últimos dos meses creció un nuevo espacio que nació alrededor del Smata que conduce Ricardo Pignanelli junto a Antonio Caló de la UOM, la Corriente Federal de los Trabajadores (CFT) y también el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA) más un grupo de gremios que han comenzado a acercarse. Sus integrantes auguran para la reunión de la próxima semana contar con 80 secretarios generales que volverán a encontrarse en la sede del gremios de pilotos que lidera Pablo Biró.
Si bien es cierto que el MASA, cuyos principales referentes son Sergio Sasia (Unión Ferroviaria) y el taxistas Omar Viviani, se alejaron por ahora del este grupo conocido como “no alineados” todavía comparten la necesidad de cambiar la conducción de la central obrera para enfrentar los duros meses que se avecinan fruto de la profundización del modelo económico macrista y sus consecuencias negativas. Esto es lo que los triunviros escucharon hace 10 días cuando se reunieron con el MASA. Algo similar le dijeron los gremios de la Corriente la semana pasada aunque con mayor firmeza. Coincidieron en la necesidad de la unidad pero no como una simple expresión declamativa sino real a partir de un eje programático que le permita a la CGT confrontar con el gobierno nacional.
Un dato no menor a los ojos de un sindicalista promedio fue que el triunvirato se trasladó hasta la sede de estos grupos que no integran el Consejo Directivo para hablar del futuro inmediato de la central obrera. Eso, dicen en los mentideros sindicales, es una señal de debilidad más que de gentileza. Esa fragilidad que le achacan a la conducción cegetista puede expresarse en el próximo plenario de secretarios generales que, dicen, se realizará el 29 de este mes. La CGT tiene 215 gremios confederados pero poco más de un centenar vive activamente el devenir de la central obrera y participan de reuniones como el plenario próximo. En ese contexto, si los “no alineados” juntan 80 secretarios generales como prometen pueden manejar el plenario que, aunque no es un órgano de decisión, imponga la necesidad política de realizar el congreso que elija un secretario general. Los “no alineados” tiene un nombre. Gordos e independiente también.