Los historiadores estamos acostumbrados a hablar en pasado, escribimos sobre hechos ocurridos varias décadas atrás. Aunque a veces tenemos la fortuna de involucrarnos con protagonistas de la Historia. Este relato corresponde a uno de esos afortunados momentos.

El Granadero Reservista Oscar Parenti es un hombre parco, de palabras medidas, tiene el porte elegante en su altura y figura elástica. Nació en Rosario el 2 de enero de 1945 en el barrio Alberdi, donde transcurrió su infancia y cursó estudios primarios en la Escuela República de México y los secundarios en el Nacional 2 General San Martín hasta tercer año. Terminó sus estudios en el Colegio de Bachilleres en Sanidad y se recibió de hemoterapeuta.

El general de Brigada Aliberto Rodrigáñez Riccheri es un hombre sencillo, de baja estatura y perfil acorde, su mirada es sagaz y su vitalidad actual permite imaginar su carácter rígido y a la vez campechano. Por sus venas corre la misma sangre de Alfonso Rodrigáñez, aquel vecino que en 1813 donara ganado y cabalgaduras al Escuadrón del Coronel San Martín en San Lorenzo y la del General Pablo Riccheri (nacido en San Lorenzo) quien recreara en 1904 el Regimiento de Granaderos a Caballo y estableciera el Servicio Militar Obligatorio. Aunque Rodrigáñez Riccheri nació en Buenos Aires en 1934, la vinculación con la región es indudable.

Capitán Bermúdez, marzo de 2013. En ocasión de los actos oficiales de inauguración del monolito que indica el lugar preciso donde se encontraba la Posta del Espinillo, en barrio Copello, de esa localidad del cordón industrial, fui el nexo del reencuentro de estos dos camaradas de armas: Aliberto Rodrigáñez Riccheri y Oscar Parenti, quienes con diferentes funciones defendieron al presidente Arturo Illia durante el golpe militar del 28 de junio de 1966.

Parenti cumplió con su servicio militar con el orgullo de haber sido uno de los “granaderos de San Martín”. Con 20 años fue sorteada su clase y citado para su incorporación como soldado: “En enero de 1966 creo que fue un 11 o 14, después de la revisación médica nos citaron a la Exposición Rural de Rosario y en ese lugar y por el número de sorteo nos daban el destino. Cuando me nombraron y dicen «a Granaderos a Caballo» salté de mi lugar por la sorpresa y la inquietud de cómo sería eso… al día siguiente partimos en tren hacia Retiro”.

“Una vez en el Regimiento –narró-, al día siguiente pusieron en la calle principal carteles con distintas especialidades y uno tenía que ubicarse donde creía que podía ser útil, yo me coloqué en estudiantes secundarios ya que me habían prevenido que no ocupara puestos de importancia, que son los que salen en la última baja. Yo tenía estudios de medicina y podía haber ido a enfermería, pero no lo quise hacer. Después fuimos Campo de Mayo donde comenzó nuestra instrucción en el manejo de armas y en especial del sable de caballería. De regreso al Regimiento, después de casi un mes, fui elegido con otros 25 o 30 para realizar el primer relevo de nuestra clase en la Casa de Gobierno. Otra gran sorpresa: entrar a ese histórico edificio, pues fue deslumbrante y además impone respeto”.

Parenti conserva en un lugar especial de su memoria el recuerdo de haber tomado contacto por primera vez con el presidente Illia en una de sus guardias. “Una noche en la residencia de Olivos, todavía no había sido nombrado dragoneante y apareció el doctor Illia; yo estaba en la puerta por donde entraba la señora del Presidente, al verlo llegar me cuadré y lo saludé como nos habían indicado, pero la voz no me salía muy clara que digamos, jamás pensé que podría estar hablando con un Presidente, él me calmó diciéndome ‘tranquilo, Granadero’, hizo comentarios del tiempo y de lo lindo de la noche, pero a mí seguían sin salirme las palabras. Dio la vuelta y se fue. No hay que olvidarse que Illia también era Granadero y el que lo fue jamás deja de serlo. Como yo siempre digo, todos saben quiénes son pero son pocos los que saben que se siente ser un Granadero”.

La noche del 27 al 28 de junio de 1966. “Dos días antes del golpe, o sea un viernes, nos anticipan que podría haber un movimiento militar en contra del doctor Illia, de forma que tendríamos que tomar y duplicar la guardia en la Casa de Gobierno. Nos prohibieron hablar con nuestras familias ni siquiera por teléfono, mi gran preocupación era que en Buenos Aires estaban mi novia y mis padres que habían ido a verme jurar la Bandera en el Regimiento y al día siguiente estarían en la Plaza de Mayo para ver el relevo en Casa de Gobierno y yo no les podía avisar de ese conflicto, por suerte no pasó nada y eso pasó dos días después. Cuando se produce el movimiento, el Tte. 1° Aliberto Rodrigáñez Riccheri nos reúne en el hall por calle Paseo Colón y nos dice esas palabras que jamás se borraron de mi memoria, por lo fuerte y por lo real que eran. ‘Soldados de acá salimos todos vivos o nos sacan con las botas para adelante’”.

Rodrigáñez Riccheri recuerda: “Era ilusorio proponer resistir con treinta granaderos con sólo su armamento individual, pero era la actitud que cualquier oficial en mi situación hubiera adoptado”. El rosarino Parenti agrega: “Él dijo que como Granaderos nuestra obligación era defender al Presidente hasta las últimas consecuencias. Ya habían pasado varias horas y empezamos a ver movimientos de tropas sobre Plaza de Mayo, el sub-oficial que estaba a cargo me indicó que revisara la entrada por Paseo Colón y le comunique las novedades, fue ahí que descubrí tres tanques que nos estaban apuntando. Nosotros sabíamos que el Presidente aún resistía irse. Cerca de las 6 de la mañana nos hacen apostar con dos granaderos más, con una ametralladora pesada, en el rellano de la escalera de mano derecha, entrando por la calle Rivadavia. La orden era tirar sin preguntar ante la posibilidad de que alguien intentara subir”.

Mientras tanto, reunidos en el despacho con el presidente Illia, el jefe de la Casa Militar, políticos y dirigentes radicales. Se le ordenó al teniente de granaderos excluir toda posibilidad de resistencia, ponderando su “valiente actitud”.

“En esa situación estábamos cuando se produjo un fuerte movimiento de gente en el hall y pude ver al teniente 1° moverse en medio de la multitud con su fusta abriéndose camino tranquilamente, era el momento en que el Dr. Illia dejaba la Casa de Gobierno evitando derramamiento de sangre”, remarca Parenti.

La actuación de Rodrigáñez Riccheri fue valorada por muchos y no compartida por otros en el ámbito militar. Para algunos fue una “compadrada” que podía haber costado la vida a 30 Granaderos. No consideraban que entre ellos existen principios, como el del cumplimiento del deber, superiores a la vida misma. Para otros, fue una figura para destacar, pues plasmaba el ideal del joven soldado profesional ajeno a la influencia política. Así lo expresa el mismo Rodrigáñez Riccheri quien insiste en destacar que no actuó solo.

Los momentos posteriores al derrocamiento de Illia. “Recibimos la orden junto al Granadero Helio Rovira (de Villa María, Córdoba) de vestirnos de gala y concurrir al Salón Blanco. Nosotros no sabíamos para qué, pero era para escoltar a la junta militar que se hacía cargo del gobierno hasta que se nombrara al nuevo presidente que resultó ser el general Onganía, de ahí la foto del diario Clarín que tengo en mi poder, gracias a mi madre que se tomó el trabajo de ir a buscar a las oficinas de ese diario en Rosario, lo curioso de esa foto es que mi mamá no se había enterado del golpe de estado y conversando con una vecina le comentó que había pasado y que yo estaba en la foto”.

Parenti fue visitador médico durante 23 años. Hoy, a sus 73 años, casado con Carmen (su novia de aquella época) tiene 2 hijos y 4 nietos. Rodrigáñez Riccheri prosiguió su carrera militar y se retiró con el grado de coronel. Siente que el episodio de 1966 “complicó” sus ascensos. Al cumplirse 50 años del golpe fue condecorado por el residente Macri con la Orden al Mérito Militar con el grado de Gran Cruz y ascendido a General de Brigada.