La relación entre los adolescentes e Internet está siendo analizada desde distintos abordajes. Pero está claro que es diferente a la que tienen los adultos. Chicos y adolescentes nacieron con celulares, redes y pantallas táctiles a su alcance, pero su conocimiento es instrumental. Los adultos, en cambio, usualmente deben vencer miedos frente a modos y lenguajes que desconocen y deben aprender, pero tienen la capacidad de discriminar el cúmulo de información que surge de las redes. De alguna manera, Roxana Morduchowicz, asume la tarea de preguntarse sobre esas diferencias y el uso de la red como un instrumento que para nada resulta neutral. Morduchowicz es doctora en Comunicación por la Universidad de París y consultora de la Unesco en temas de educación y tecnologías. Acaba de presentar Ruidos en la red. Cómo se informan los adolescentes en la era digital, donde problematiza prejuicios y supuestos saberes para hacer un “uso creativo, reflexivo y seguro” de las nuevas tecnologías.

–¿Por qué empieza cuestionando la expresión “nativo digital”?

–Porque es engañosa. Al principio se la usó para definir a los chicos nacidos hacia el 2000. En esa concepción, se hace hincapié en la edad. Toda persona nacida después de la explosión de la red, es un “nativo digital”. Pero ahí se pone el énfasis en la edad, y por eso se los opone a los “inmigrantes digitales”, todos los que nacimos en el siglo XX y llegamos de grandes a las tecnologías.

–¿Y por qué no sirve ese parámetro?

–Porque lo fundamental es el uso que se hace de las nuevas tecnologías. Hay que distinguir entre conocer algo desde lo instrumental y saber usarlo.

–¿Cómo es esa distinción?

–Los chicos conocen, y tienen internalizada, una cuestión meramente instrumental. Saben cómo bajar aplicaciones, qué hacer si se cuelga la computadora. Pero lo que no saben, y ahí es donde interviene el adulto, es cómo discriminar la información.

–Muchos adultos sienten que no pueden enseñarles nada en cuanto a tecnología, que los chicos saben muchísimo más.

–Ese es un problema, porque la guía del adulto es imprescindible. El chico sabe más de lo instrumental, pero eso no es lo principal.

–¿Y qué es lo principal?

–La discriminación de la información. La nueva definición de “nativo digital” lo deja muy claro. Es el que puede aprovechar todo el potencial de la red puede hacer un uso seguro, reflexivo y creativo, no sólo instrumental.

–Bueno, vamos viendo de a uno esos conceptos.

–El punto de partida es que los estudios que se hicieron en distintas partes del mundo mostraron que una abrumadora mayoría de adolescentes usaba el primer link que ofrecía el buscador. No cuestionaban si era confiable o no. Ni siquiera se lo planteaban. Lo usaban y no buscaban confrontarlo con otros.

–Lo cual abre otro camino a considerar: la neutralidad, los intereses creados, los grupos de presión.

–Todo eso está fuertemente expresado. Internet no es neutral. Y hay que tenerlo en cuenta. Si sumamos que la mayoría de los adolescentes no distingue información de propaganda, tenemos una situación muy peligrosa. Porque lo fundamental de esto no es preparar a los chicos para ser técnicos informáticos, sino para la vida. Buscar información es algo que hacemos continuamente y para todos los ámbitos. Entonces hay que desarrollar las competencias para los nuevos instrumentos.

–Con lo cual estamos de nuevo en el uso seguro, reflexivo y creativo.

–Claro. Los chicos tienen que desarrollar estrategias para defenderse de las noticias falsas, por ejemplo. Las fake news son un problema a nivel mundial y afectan incluso a la base de la sociedad. La difusión de noticias falsas, el auge de los trolls, desvirtúa la democracia. Porque los ciudadanos toman sus decisiones en base a la información que tienen. Si esa información es falsa... Por eso hay que insistir en que lo importante no es de dónde proviene una información sino quién lo dice.

–¿Cómo es eso?

–Los adolescentes confían en su red de amigos y contactos en las redes y no contrastan la información. Si un amigo, o incluso un amigo de un amigo, pone algo en Facebook, ellos lo creen y también lo replican. Y lo que les da confianza es que un amigo lo colgó, sin que ninguno sepa cuál es el origen de eso. Entonces hay que enseñarles, como adultos, cómo contrastar la información, cómo identificar las fuentes, cómo jerarquizarlas, porque no todas las fuentes tienen el mismo valor. 

–Usted habla de “alfabetización informática”. ¿Qué es?

–Es un concepto que elaboró la Unesco para aprender a seleccionar, analizar y usar la red. El objetivo es procesar, evaluar, comparar y formar la propia opinión. Antes el alfabetizado era el que sabía leer y escribir. Ahora ese concepto quedó perimido, la alfabetización pasa por saber usar la red, ésa es la divisoria de aguas.

–Y en esta nueva concepción de la alfabetización, ¿qué papel juega la escuela?

–Ah... Ahí se abre otro tema a poner en cuestión. La escuela, tal como la conocemos, nació en la época de Gutenberg, para enseñar a leer los libros que desde entonces eran cada vez más accesibles. Ahora, en el siglo XXI, la principal fuente de información es Internet. Y entonces la escuela debería enseñar a usarla.

–¿Y cuáles serían las principales diferencias?

–Hay que terminar con esa forma de enseñanza en la que lo importante es un dato, una fecha, un nombre. Porque para eso no hay que pensar ni investigar ni contrastar páginas. Uno pone la pregunta en el buscador y obtiene el dato. Lo importante es que se interrogue y se califique sobre procesos, que se enseñe a los chicos a comparar páginas, identificar fuentes, intereses... En fin, a hacer un uso reflexivo. 

–Hay que partir de una base distinta.

–Hasta ahora, nuestra cultura era secuencial, lineal, una página después de la otra, un libro después de otro. La gran revolución de esta era es que se basa en una lectura, en una aprehensión de la realidad, simultánea, fragmentaria y veloz. Los adolescentes usan dos o tres pantallas a la vez, y en cada una de ellas abren varias páginas a la vez. El zapping ya no es una actitud frente al televisor sino una manera de ver la vida y pararse frente a la realidad. Por eso es un prejuicio eso de que los adolescentes no leen. Sí leen, pero de una manera distinta a como lo hacen los adultos. Por eso, como adultos, no debemos dejarnos vencer por el miedo ante la innovación. Recordemos que cuando surgieron los manuscritos, los adultos temieron que se perdiera la memoria; cuando apareció la televisión, se temió que desapareciera la imaginación... Cada época tiene sus miedos, pero seguimos desarrollando memoria e imaginación, aunque ya no haga falta saberse obras enteras. Entonces, es el momento de valorar la cultura juvenil, comprender que el saber circula por otras esferas y diseñar consignas que promuevan la reflexión antes que priorizar la acumulación memorística.