En diciembre de 2015 un usuario de Edesur que consumía 500 kWh por bimestre calificaba dentro de la categoría R2 (entre 301 y 600 kWh por bimestre) y pagaba un cargo fijo de 16,20 pesos y un cargo variable de 21,50 pesos (0,043 pesos x 500 kwh). En total, 37,70 pesos por bimestre, sin impuestos. Es decir, 18,85 pesos por mes. Desde el miércoles pasado, si ese usuario de Edesur continúa consumiendo 250 kWh por mes sigue formando parte de la categoría R2, aunque la segmentación de las categorías haya cambiado (ahora R2 es entre 151 y 325 kWh por mes), y paga 56,11 pesos de cargo fijo y 486 pesos de cargo variable (1,944 x 250). Es decir, 542,11 pesos mensuales, sin impuestos. De este modo, pasó de pagar 18,85 pesos en diciembre de 2015 a desembolsar 542,11 pesos por mes en agosto de 2018, lo que implica un aumento de 2775 por ciento. Desde diciembre de 2015 hasta junio de 2018, último mes disponible, el Índice de precios de la Ciudad de Buenos Aires trepó un 107 por ciento. Esa comparación alcanza por sí sola para mostrar la falta de gradualidad en el aumento de la tarifa eléctrica, pero lo más alarmante para los usuarios es que aún restan aplicar subas significativas para terminar de eliminar los subsidios.
El ministro de Energía, Javier Iguacel, se esforzó el miércoles por destacar que el 73 por ciento de los usuarios pagará menos de 650 pesos por mes para intentar mostrar que es un monto manejable e incluso se encuentra por debajo de otros gastos que enfrentan los hogares. El dato surge de una estimación en base a los consumos pasados, los cuales podrían aumentar si las temperaturas bajas continúan, sobre todo en los hogares que no tienen conexión a la red de gas natural. La respuesta que ofreció el funcionario para quienes se encuentran en esa situación resultó sorprendente: “El sistema de calefacción eléctrica que promovió el kirchnerismo es ineficiente. Por eso, a aquellos que tengan calefacción eléctrica, les sugiero disminuir al mínimo posible el uso y con tiempo pasar a gas. Si les viene una factura de 4 mil pesos, sepan que no está mal la factura, sino que es muy ineficiente este sistema”, aseguró.
Fuentes que conocen a Iguacel de su paso por Vialidad Nacional cuentan que se hizo fuerte dentro del gobierno en base a dos premisas clave: ser obsecuente con sus superiores y crítico con el kirchnerismo. Sin embargo, al menos en la Ciudad de Buenos Aires, el crecimiento del sistema de calefacción eléctrica no fue responsabilidad solo del kirchnerismo sino también de la administración comunal encabezada por el propio Mauricio Macri que entre 2007 y 2015 evitó dictar una norma para obligar a que las construcciones nuevas tuvieran que conectarse a la red de gas. Ahora la solución que les propone Iguacel a quienes tienen electricidad es que se cambien a la red de gas como si conectar esa red en un edificio para dejar de calefaccionarse con estufas eléctricas fuera igual de simple que cambiar de proveedor de televisión paga.
Incluso si se cumple la estimación oficial y el 73 por ciento de los usuarios finalmente no paga más de 650 pesos por mes, eso no neutraliza las críticas por la falta de gradualidad de los aumentos, pues el problema de muchos hogares no sólo pasa por cuánto pagan por cada factura de servicio público sino por cómo viene creciendo la incidencia de esos servicios en los gastos de cada hogar. Antes de este último aumento de la luz, el peso de las boletas de electricidad y gas sobre los ingresos laborales del conjunto de los trabajadores se había multiplicado por siete durante el gobierno de Mauricio Macri al pasar de 2,7 a 14,5 por ciento, según una estimación realizada por investigadores del Cifra-CTA.
Lo peor es que las subas están lejos de haber alcanzado su techo. En la actualidad el costo monómico de la energía, lo que vale en el mercado, está en torno a los 75 dólares por MWh, unos 2100 pesos, pero lo que paga el usuario luego de los últimos aumentos se elevó a unos 1400 pesos por MWh, el 66 por ciento de esa cifra. Eso permite vislumbrar que aún resta un incremento del 34 por ciento en el precio mayorista de la energía que pagan los hogares. Esa energía mayorista representa a su vez sólo el 65 por ciento de la factura sin impuestos, pues el otro 35 por ciento se reparte entre los costos de transporte (6 por ciento) y distribución (29 por ciento). Por lo tanto, el costo total en MWh de una factura promedio hoy es de 2153 pesos
Si se eliminan los subsidios a la energía, la tarifa mayorista implícita en la factura final de los hogares treparía de 1400 a 2100 pesos por MWh, pero si las proporciones con el resto de los componentes de esa factura se mantienen los 2100 pesos por MWh representarían solo el 65 por ciento de la factura. Por lo tanto, el costo total promedio de la factura debería elevarse a 3230 pesos por MWh. Es solo un valor de referencia mayorista calculado en MWh y no trasladado a los kWh que paga el usuario, pero sirve para saber que con estas reglas del juego la tarifa todavía debería subir cerca de un 35 por ciento en términos reales para terminar con los subsidios, tal como propone el gobierno.