Es evidente: el desastre económico y el generalizado deterioro del trabajo, la educación, la salud y el salario, y en las últimas dos semanas el escándalo del lavado de dinero y robo de identidades durante las campañas electorales en favor de la gobernadora Vidal han acelerado el rechazo popular al Gobierno. Por eso era previsible que los medios que lo sostienen, y su Justicia adicta, iban a retrucar de manera feroz.
La demonización del gobierno anterior (raras veces se ven titulares de igual tamaño en los llamados grandes diarios) los llevó a cometer algunas torpezas que pueden leerse como señales del nerviosismo que genera la creciente dificultad de defender al que sin dudas es, ya, y por lejos, el peor gobierno de la historia argentina.
Y peor, se afirma aquí, en términos fundamentales: independencia, soberanía y autodeterminación, integridad territorial, salvaguarda del Estado, capacidad de decisión autónoma, sentido de grandeza y protección al pueblo de la nación.
Dicho sea esto –valga la digresión– en circunstancias en que la educación pública gratuita se encuentra ya en estado terminal. Incluso en el sistema universitario el desfinanciamiento adrede afecta ya a más de 150 mil docentes y dos largos millones de estudiantes, que trabajan y estudian en más de 60 universidades nacionales en todo el territorio y cuya perspectiva, hoy, podría ser cerrar las puertas en 2019.
En ese contexto, y en la necesidad y urgencia de tapar el escándalo de los aportes de campaña truchos que involucran a la gobernadora Vidal, al alcalde Rodríguez Larreta y a la incontenible diputada Carrió, el gobierno macrista, los medios que lo sostienen y su Justicia multiservicio han montado una impactante operación mediático-judicial cuyo único propósito es desviar la atención y amenazar una vez más la institucionalidad.
La jugarreta del descubrimiento de supuestos cuadernos con narraciones y listas de supuestas coimas durante los dos gobiernos anteriores, de apellido Kirchner, es tan impactante como dudosa. Las anotaciones hechas supuestamente por un chofer que entregó esos cuadernos a un amigo policía, que las entregó luego a un periodista al que conoció “de compras en el barrio” y le pidió un autógrafo para un libro, y periodista que luego de fotografiar y escanear los cuadernos los devolvió al policía, no sin antes contactar al fiscal Carlos Stornelli e ir juntos a convencer al policía de que haga una denuncia formal –narrado ayer domingo en La Nación, en plan de heroísmo periodístico con pizcas de Elliot Ness– resultan tan imaginativas como cuestionables. Y reveladoras, como en varios pasajes del video que acompaña la nota, donde todo apunta a incriminar como insalvablemente corrupto a un conglomerado político-empresarial que seguramente ha tenido infinidad de manchas de tuco en las corbatas, pero apuntando más allá. Lo que ahora se bombardea no es otra cosa que lo que en el video se llama “esta gente que se llevaron todo y seguramente van a volver”. A la manera brasileña de atacar a Lula, aquí se apunta a CFK. Lo que incluso haría temer a muchos un posible destino carcelario para la ex presidenta.
Juegan con fuego, desde ya. Pero la banda macrista-duranbárbica y sus operadores mediáticos y judiciales, se sabe, son capaces de todo. Lo vienen mostrando con decisión y firmeza dignas de mejores causas.
Lo cierto es que está todo dudosamente armado, con no pocas inconsistencias como han puntualizado ayer en estas páginas Raúl Kollmann e Irina Hauser. Lo que más debilita el relato es que se basa en puras fotocopias que se pretenden “documentos judiciales”, en un país donde la fotocopia de tu DNI no te sirve para nada en ninguna ventanilla.
Lo cierto es que entretanto mantienen secuestrado –con la figura jurídica de denunciante “protegido”– a un ex chofer y remisero de dudosa labia y prosa que, sin embargo, habría escrito, con puntuación sofisticada incluida, poco menos que las obras completas de la corrupción K. Y encima en cuadernos manuscritos que dijo haber quemado “en la parrilla del fondo” y cuyos contenidos escaneados en un diario que es parte de la denuncia no pasarían pruebas caligráficas serias.
Lo evidente es que todo se ha montado de manera y en un momento en que lo que importa al poder es distraer a la gilada para desviar la atención del fenomenal escándalo de robos de identidades y malversación de recursos que protagonizan la Señora Vidal y sus beneficiarios colaterales, y que venía siendo mediáticamente imparable. Si hasta el siempre agudo e informadísimo columnista de La Nación Carlos Pagni recordó en la tele el comentario que le habrían deslizado algunos patrocinadores del show: “Si ahora no hay pan, al menos que haya circo”.
Como sea, esta nueva muestra de la imaginación de la oligarquía inteligente debiera estimular a la ciudadanía a estar atenta, alerta y vigilante. Para no caer en futuras provocaciones, que habrá.
Claro que hoy nada es seguro en la Argentina –de hecho están llegando tropas del ejército al Chaco, Corrientes y Misiones, y es visible la redoblada presencia armada en calles y rutas– y tampoco lo es el para muchos ansiado y esperanzador proceso electoral de 2019. En esta columna lo dijimos varias veces en los últimos dos años: el fantasma del voto electrónico está vivo y colea, y sigue sobrevolando la política argentina. Podría apostarse a ganador a que entre enero y mayo de 2019, si no antes, el jefe de Gabinete Peña Braun lo va a anunciar, seria o cínicamente. Y ya escucharemos increíbles argumentos justificatorios de candidatos peronio-macristas como Urtubey y Pichetto.
En muchos sectores las alertas funcionan, y las personas de bien están cada día más conscientes de algunas cosas: la basura institucional que es el macrismo; el desprecio a los ladrones de guante blanco, locales y extranjeros, que se han apoderado del territorio nacional y liquidado a la otrora orgullosa “industria argentina”; y que el voto masivo de una oposición unida es el arma imbatible para echar a estos bandidos del poder.