Ya estamos de vigilia. Esperando para que sea ley. Con la certeza de que somos millones en esa espera y que seremos millones en la calle. Verdes nuestros cuerpos. Verdes como el pasto primaveral, como el mar bañado de luz clara, como el jade. La calle será un mar de pañuelos. Su oleaje presionando las puertas del Congreso, los discursos parlamentarios, la opacidad mediática, el gobierno empresarial.
Seremos millones esperando que senadoras y senadores voten lo que reclamamos. Que sea ley el derecho a decidir. El fin del aborto clandestino y el negocio que se cobra nuestras vidas. Millones festejando que juntas y el fin de la clandestinidad. Millones recordando a las mujeres muertas en abortos inseguros, a las militantes presas, a las que sufrieron violencias, a las que perseveraron en las luchas. Con el nombre de Liliana que murió a los 22 años en Santiago del Estero por una infección posaborto y con el de Susana que murió mientras trabajaba en la escuela para que los pibes desayunen. El Estado es responsable. Como los senadores y senadoras que voten con las corporaciones serán responsables de cada aborto clandestino e inseguro. Millones en la calle, para denunciarlos. Millones cada día posterior, para que no lo olviden.
Hay pronósticos del clima que indican lluvia y pronósticos políticos que instalan derrota. Como escribió Sonia Tessa: no se trata solo de una evaluación de los números (si dan o no), sino de que “lleguemos al miércoles debilitadas, desmovilizadas, derrotadas”. Y sin embargo, imaginamos fiesta callejera en la espera y triunfo en la votación. ¿Optimismo ciego? ¿Voluntarismo vitalista? Más bien el saber de que lo que festejamos es ese sujeto que surge y se afirma, que aumenta su capacidad de hacer y su inventiva, su decisión de no abandonar las calles y no ceder la pelea, sus esfuerzos organizativos, su multiplicidad, sus mil rostros. Son ellos, los representantes de un orden que crujen los que deben temer. Los que se hundirán en el desprestigio y la ignominia, los que cortarán los lazos de la representación, los que mostrarán al poder político en su faz de servidumbre de los poderes arcaicos. Sabemos de esas obediencias. No desconocemos las presiones. Pero también que tienen una responsabilidad. No con sus creencias, no con sus sumisiones. Una responsabilidad frente a este sujeto que reclama y exige.
Hoy sus obediencias pueden quedar al desnudo o pueden intentar un pacto con la política que se amasa en las calles. Estamos de vigilia.