Reunidos frente al Ministerio de Educación de la Nación, docentes, familias, chicos y chicas de la escuela de 49 de Moreno, e integrantes de diferentes orquestas y coros infantiles y juveniles, recordaron a Sandra Calamano y Rubén Rodríguez, los docentes fallecidos en la explosión de la escuela bonaerense. El homenaje fue también un pedido de justicia y un llamado de atención sobre la crítica situación que atraviesan las escuelas bonaerenses y de otros distritos. Familiares de los docentes fallecidos repitieron: no fue un accidente, fue un crimen de Estado. Roberto Baradel, secretario general de Suteba, aseguró que en los próximos días el gremio docente llevará a la justicia “toda la documentación y todas las pruebas para determinar todas las responsabilidades”.
Chicos y chicas de diferentes orquestas y coros infantiles y juveniles cerraron el acto tocando el Himno Nacional. Una de esas orquestas ensayaba en la escuela 49, y Sandra Calamano se había involucrado a tal punto en su sostenimiento, que promovió la creación de un taller de luthería, y ella misma aprendió a arreglar instrumentos. Su hija fue una de las que participó del homenaje tocando el cello, por momentos desconsolada. Claudio Espector, quien fuera coordinador del Programa de Orquestas y Coros del Bicentenario hasta que fue desplazado por la actual gestión, recordó que Sandra Calamano había estado en este mismo lugar, reclamando por la disolución del programa que promovía el acceso de sectores vulnerables de la población a la música. El video que circula por las redes sociales y que muestra a la docente hablándole, sobre todo, a los chicos en aquel momento, resulta no solo conmovedor, también muy esclarecedor sobre el rol de los docentes.
“Queremos dejar bien en claro que si hoy la educación pública está de pie es gracias a trabajadores como Sandra y Rubén. Si no fuera por el laburo que hacemos diariamente, dejando la vida, en este caso literalmente, en nuestras escuelas, la escuela pública no existiría”, resaltó Hernán Pustilnik, compañero de Calamano en la escuela y en la orquesta. “Y esto no pasa solamente en Moreno, esto es lo que se vive en toda la provincia de Buenos Aires y en todo el país. Tiene que haber justicia y verdad. Y que paguen los responsables, desde María Eugenia Vidal, el ministro de Educación, el interventor del Consejo Escolar, hasta el gasista”, pidió.
Con toda la familia presente, Verónica, la cuñada de Sandra, con su guardapolvo de jardinera, y su suegra, también docente, también tomaron brevemente la palabra. “Conozco bien la realidad de las escuelas de Buenos Aires, fui directora e inspectora de educación primaria. Pero jamás vi algo como lo que estamos viviendo”, aseguró esta última. “Hoy nos recuerdan a Sandra y sí, es un consuelo. Pero a nosotros no nos hace falta que ella no esté para saber lo que era su entrega, su amor hacia los pibes. Esto fue un acto criminal, no un accidente de trabajo. Nos queda el consuelo de saber que Sandra y Rubén se transformaron en dos ángeles que cuidaron hasta el último aliento a sus chicos. Porque imagínense lo que hubiera pasado si ellos no llegaban un rato antes a calentar el ambiente y a tener ese mate cocido listo”, reflexionó.
“Es muy honda la impotencia y la bronca de haber avisado que esto iba a pasar en innumerables ocasiones, desde la escuela primero, desde el distrito después, cada vez que pudimos desde el gremio”, expresó Roberto Baradel, citando la carta que fue publicada hoy en este diario, en la que los gremios docentes le advertían por escrito a la gobernadora bonaerense sobre la peligrosa situación edilicia de las escuelas. “Nosotros vamos a llevar a la justicia todas las pruebas de que esto no fue un accidente. Pero no solo eso. Una mamá me decía el otro día en Moreno: ‘no nos quieren porque somos negros y pobres’. Yo les digo que aunque nos desprecien, y aunque nos persigan, más temprano que tarde vamos a encontrar no solo justicia, también vamos a llegar a la educación pública de calidad, con igualdad de oportunidades y de condiciones”, aseguró el dirigente, que además recordó que los docentes fallecidos (Rubén Rodríguez, también dirigente sindical), habían participado de la última movilización, que se hizo entre otras cosas reclamando justamente por el estado edilicio de las escuelas, y por la que el gremio fue multado con 659 millones de pesos.
“En cada violín arreglado, en cada maestra que va media hora antes a preparar el mate cocido, en cada chico que toca un instrumento y disfruta de la música, están Sandra y Rubén. Porque lo nuestro es una historia de amor. Los funcionarios que están ahí (en el ministerio) tienen fecha de vencimiento. Las Sandras y los Rubén, no”, expresó Eduardo López, secretario general de Ute Ctera, y recordó que “nunca en la historia de la ciudad de Buenos Aires hubo un paro tan contundente como el de la semana pasada, pidiendo justicia”.
Identificados con cartelitos hechos de cartulina roja, algunos chicos y chicas de la escuela 49 también llegaron al homenaje. Y con ellos sus docentes. Sosteniendo una gran bandera pintada a mano que pide justicia por sus compañeros muertos, los maestros Alicia Chávez, Olga Pérez y Hernán Pustilnik describieron a PáginaI12 una realidad que es posible imaginar multiplicada en las escuelas públicas actuales.
Ubicada en el barrio Carlos II de Moreno, la escuela que explotó recibe a una población muy humilde, es de doble jornada y allí los chicos y chicas comen. Su director está actualmente de licencia, porque fue asaltado en la puerta de la escuela y recibió tres tiros. La comida que recibían los chicos en el comedor era de por sí escasa: llegaban unas trescientas porciones para cuatrocientos cincuenta alumnos. Los días siguientes a los días de paro llegaba aun menos, porque se suponía que sobraba del día anterior. Desde la explosión, el sándwich “puro pan” o la empanada que les mandan como vianda, es aun más insuficiente. Por eso la comunidad se organizó para garantizarles la comida a los chicos en un comedor que está enfrente de la escuela. En las escuelas y jardines de la provincia y de la ciudad de Buenos Aires, ya se están organizando para recibir donaciones para ese comedor. Los maestros explican que todo aporte es muy necesario. Los chicos y chicas ya no comen en sus casas.
Mientras tanto, las grandes puertas de madera del Palacio Pizzurno permanecen cerradas, como triste postal de un estado de cosas. Completan la escena los agentes de la policía de la ciudad, que llegaron con sus cuatriciclos y estacionaron para vigilar desde el pasto de la plaza. Bien cerca y bien visibles.