Es un escenario de ensueño, bajo un sol perfecto y entre callejuelas de piedra con vista al mar. El comisario Maltese no está trabajando, se tomó el finde libre de la comisaría en Roma y se volvió a su pueblo natal en Sicilia, por la boda de un amigo de su infancia. Camina y relaja despacio, espigado y seductor, tiene los mejores anteojos espejados de los ‘70, pero una moto frena y el conductor le revienta a tiros a su amigo y su esposa, delante suyo. Empezó la serie: El comisario Maltese, la flamante producción italiana que emite los miércoles a las 22 la señal Europa Europa y está en el menú de Flow, combina la sensualidad de Trapani y el brillo antiguo de las costas del mar Tirreno con un detective que cambia su vida actual (la paternidad, el matrimonio fallido, la comisaría en la ciudad capital) para enfrentar su vida anterior (la soledad, la ciudad natal, el desafío de la mafia). La violencia del crimen tan cercano oficia de gatillo para que el personaje, creado certeramente por el actor Kim Rossi Stuart, decida hacerse cargo personalmente de la investigación. En esa convivencia entre seducción y aspereza, El comisario Maltese resulta una serie sorprendente y atractiva, tal vez uno de los grandes aportes italianos a la familia de las miniseries policiales. Ambientada en los ‘70, reconstruye un período histórico muy real en términos criminales: el de la definitiva salida a la luz de la mafia siciliana y sus primeros choques abiertos con la policía y la opinión pública. Dramática, histórica y verosímil a la vez que querible, colorida y magnética, El comisario Maltese está producida por buena parte del equipo responsable del máximo hit policial italiano de esta era, El comisario Montalbano (basado en las novelas ya clásicas de Andrea Camilleri). PáginaI12 entrevistó a Nicola Serra, productor de El comisario Maltese.

–El comisario Maltese es un hombre común, pero al enfrentar un enemigo tan grande como la mafia parece volverse heroico. ¿Está basado en algún personaje real? 

–Darío Maltese es la condensación de varios detectives valientes que intentaron investigar la mafia cuando otros se negaban a reconocer su existencia. Muchos fueron denigrados o echados, otros continuaron hasta que cayeron bajo los golpes mafiosos. Maltese es uno de esos que no se detiene. Encarna la creencia de que el aroma de la libertad y la justicia, como dirá el juez Giovanni Falcone años después, se ahoga en el hedor de la injusticia. Porque cuando hay injusticia, las víctimas somos todos. El aroma de la libertad, por otro lado, está relacionado con la búsqueda agotadora, y a menudo dolorosa, de la verdad. Esto es lo que es Maltese: un hombre que no está dispuesto a mirar para otro lado ni a aceptar compromisos. También es un hombre ordinario, como muchos de los detectives reales que nos inspiraron, llamados a ser héroes, pero que nunca piensa en sí mismo como en un héroe.

–La serie está ambientada en los ‘70. ¿Qué le provee al relato ese momento histórico? 

–En 1976, en Trapani, la mafia estaba evolucionando gracias a la enorme cantidad de dinero del comercio de heroína. Esta transformación de- sencadenaría una larga guerra en la que perdieron sus vidas hombres y figuras del gobierno –jueces, policías, políticos, gobernadores–, y también muchas personas comunes, una lista muy larga de víctimas que hundió a nuestro país en una guerra sangrienta e interna. Por otro lado, ese período histórico en Italia también fue un momento de conciencia social, de creencias y batallas. Personajes como Maltese estaban en su hábitat natural en aquel entonces.

–En la serie se ven los paisajes imponentes de Sicilia. ¿Cómo trabajaron para que esas imágenes tan bellas no quitaran dramatismo a la narración policial?

–Sabíamos que era importante filmar en lugares que destacaran la belleza de nuestra tierra, pero también la oscuridad de la historia. Sicilia es tan bella que te deja sin aliento, pero también es una tierra que ha sufrido –y que todavía sufre– una serie de abusos de poder y dinero que llegó a desfigurar y destruir el territorio. Trabajamos duro para encontrar lugares que tradujeran esa dicotomía entre la belleza extrema (las salinas, el Mura de Tramontana, el mar, los edificios de herencia árabe) y la negligencia frustrante (los esqueletos de edificios abandonados, por ejemplo). También nos preocupamos por mostrar el alma de ese lado de la isla, con el maridaje entre el dinero y la pobreza, o entre la cultura italiana y las influencias árabes. Creo que El comisario Maltese representa bastante bien un momento delicado de la historia italiana. Los personajes son bastante representativos de un espíritu cultural que no es sólo italiano, sino específicamente siciliano. La dinámica, la “lentitud” de todo, los diálogos, forman parte de una cultura muy específica de la región. Uno de los personajes, Elisa, es una mujer alemana que ha elegido quedarse en Sicilia y en un episodio ella describe: “Esta ciudad es como una bestia feroz, no tiene corazón, sólo instintos”.

–La compañía productora de El comisario Maltese, Palomar, es también responsable de la serie El comisario Montalbano. ¿Qué comparación hace entre ambos detectives italianos? 

–Son dos héroes muy diferentes, unidos por su sentido de la Justicia, que es más alto y más complejo que el concepto de ley. Los dos operan en Sicilia y en contextos aparentemente similares, ya que ambos luchan contra la mafia, pero los incidentes que Maltese aborda están relacionados con la historia pasada del país y su personaje representa una especie de resumen de muchas figuras ejemplares que han intentado poner a la mafia en el escenario del debate político y social en un momento en el que nadie estaba dispuesto a hablar de eso. En cambio, Montalbano se mueve en el mundo de hoy, e interactúa con una sociedad compleja y en constante movimiento. Es una especie de superhéroe que el público ve como un modelo ideal. Por eso, a Montalbano todos lo aman y todo se le perdona. Dicho esto, hay, por supuesto, muchos aspectos comunes entre los dos comisarios, en especial para el espectador internacional: lo lingüístico, lo cultural, la caracterización típica del sur italiano... Todo eso hace que ambas series sean increíblemente locales y, por lo tanto, resulten potencialmente atractivas para el público global. Por supuesto, al ser una historia históricamente precisa, Maltese apunta al realismo, mientras que Montalbano mantiene intacto ese aspecto casi metafísico y único que es típico de las novelas de su creador, Camilleri.