El presidente de la Argentina entiende la colaboración entre países en términos futboleros. La reduce a ese status. A lo que Jorge Valdano llamó una vez y refiriéndose al juego, lo más importante entre las cosas menos importantes. Apenas pisó suelo bogotano porque asumía su colega Iván Duque el gobierno, Mauricio Macri declaró su extraño criterio de reciprocidad: “Queremos estar cada día más cerca del pueblo colombiano y cada vez encontrar más cosas en las cuales poder colaborar, como colaboraron Chicho Serna, Bermúdez y Córdoba en aquella serie histórica de Boca cuando me tocó ser presidente”. Aludía a los servicios prestados por los tres ex futbolistas en el club que condujo entre 1995 y 2007.

Macri comprimió al país en su maqueta futbolística. Es insólito, y también de una mediocridad absoluta, que el presidente de un país recicle conceptos o anécdotas de un deporte —por más popular que sea— para aplicarlos a la política. Y en el caso de su viaje a Colombia, a las relaciones internacionales. Hace recordar a aquel personaje magistral del actor británico Peter Sellers en la película Desde el jardín. Chauncey Gardiner, el jardinero que en la mirada de los otros reducía elevados conceptos sobre el Estado a las metáforas botánicas. Macri se vale de la pelota con la misma destreza que aquel intérprete lo hacía con las plantas. Gardiner parecía un genio. No es este el caso.  

En ese camino fértil de injertos futboleros que eligió Macri para referirse a otros asuntos más trascendentes, ya tiene unos cuantos en su libro de citas. Algunos pretendieron ser chistosos como cuando se reunió con Angela Merkel, Mariano Rajoy, Tabaré Vázquez y Vladimir Putin. El presidente ruso lo miró entre seco y extrañado en la reunión del G-20 en China cuando metió su enésimo bocadillo futbolero. En ese momento era sobre el Mundial. Aunque todavía faltaba para que empezara, el presidente no pudo con su genio.

El mismo Valdano de aquella frase precisa y socarrona, un día antes de que comenzara el Mundial de Italia ’90, le dijo a este cronista que lo cubría para la cooperativa Los Periodistas: “El fútbol es inocente”. Inocente de una serie de desaguisados que lo rodean en su círculo tan obsceno como multitudinario. Macri nunca se retiró del todo de ese hábitat, que en su caso debería circunscribirse al papel de hincha en su mundo privado. Pero no, resulta evidente que como jefe de Estado no puede prescindir del fútbol. Se vale de su pasado como presidente de Boca para hacerse el simpático cuando cae a pique en las encuestas. 

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