El derechista Iván Duque asumió ayer la presidencia de Colombia empeñado en endurecer la política de paz de su antecesor y lanzó una advertencia velada a su homólogo vecino, el presidente Nicolás Maduro de Venezuela. Celebraron la asunción de Duque 10 jefes de Estado, incluyendo el argentino Mauricio Macri, y delegaciones de 17 países, pero también la oposición le recibió al flamante mandatario con manifestaciones en distintos puntos del país.
En su primera alocución como jefe de Estado –que duró 53 minutos–, el ex senador de 42 años anunció que hará correcciones al acuerdo de paz alcanzado con las FARC y que evaluará la negociación que se está llevando a cabo en La Habana con el Ejército de Liberación Nacional (ELN). “Durante los primeros 30 días de nuestro Gobierno vamos a realizar una evaluación responsable, prudente y completa del proceso de conversaciones que durante 17 meses se ha adelantado con el ELN”, afirmó Duque, ahijado político del ex mandatario Álvaro Uribe, desde la Plaza de Bolívar, en el centro de Bogotá. Para llevar a cabo dicha evaluación, explicó que su Gobierno se va a reunir con la ONU, la Iglesia Católica y los países que han venido apoyando el proceso de paz para que, según dijo, en el marco de la independencia y la institucionalidad del Estado, compartan con los colombianos su balance acerca del proceso.
El nuevo presidente señaló, además, que su principal preocupación estará en la atención a las víctimas del conflicto armado, para que en el marco del acuerdo de paz tengan derecho a la verdad, la justicia, la reparación moral y económica y a la garantía de que lo sufrieron no se repetirá. “Quiero dejar absolutamente claro, que un proceso creíble debe cimentarse en el cese total de acciones criminales, con estricta supervisión internacional, y tiempos definidos”, agregó el mandatario y también anunció lo que calificó como correctivos al pacto suscrito por Santos a finales de 2016 con la ex guerrilla FARC. En 2017, el gobierno colombiano y el ELN (la última guerrilla activa reconocida oficialmente) comenzaron unos diálogos de paz en Quito bajo la presidencia de Juan Manuel Santos. Tras varias vicisitudes, las conversaciones fueron trasladadas a La Habana en mayo pasado, después de que el presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, retirara a su país como garante y sede del proceso de paz.
En la sede del Ejecutivo Duque fue recibido por Santos, quien estaba en compañía de dos de sus hijos, y de su esposa, María Clemencia Rodríguez, quien simbólicamente volvió a vestir el traje blanco que lució en 2016 en Oslo en la ceremonia en que su marido recibió el Premio Nobel de la Paz. “Y si me preguntan si lo arriesgaría todo otra vez por la paz de este país, diría mil veces: ¡Sí! Ha sido un honor. Hasta siempre, Colombia. ¡Gracias!”, tuiteó el presidente saliente tras la ceremonia.
En defensa del acuerdo de paz alcanzado bajo el mandato de Santos marcharon con flores, vestidos de blanco y banderas de Colombia, centenares de opositores, convocados por el líder de izquierda Gustavo Petro. Los manifestantes le exigieron a Duque que proteja a los líderes sociales tras el asesinato de 331 de ellos desde el 2016 y que respete los compromisos de paz asumidos con la ex guerrilla. “Le estamos expresando al nuevo gobierno, todas las fuerzas de oposición (...), que aquí hay un pueblo que no resiste más la violación al derecho a la vida, que necesitamos que se implemente correctamente el acuerdo de paz”, declaró el ex guerrillero y actual legislador Marco Calarcá.
En otro punto focal de su discurso, el nuevo presidente de Colombia se refirió tácitamente a la situación en Venezuela al asegurar que buscará el respaldo internacional para combatir, según dijo, a las dictaduras en varios países de la región. “Haremos respetar la Carta Democrática Interamericana, promoveremos la libertad de los pueblos de la región y denunciaremos en los foros multilaterales, con otros países, las dictaduras que pretenden doblegar a sus ciudadanos”, aseguró el flamante mandatario, quien afirmó que su actitud no era belicista sino democrática. La postura de Duque coincide con la diplomacia llevada a cabo por su antecesor, Juan Manuel Santos, bajo cuya administración Bogotá prácticamente congeló todas sus relaciones con Caracas y pasó a liderar la campaña internacional que condena a lo que llama la dictadura de Maduro y que pide un cambio pacífico de régimen. Más aún, estas relaciones se tensaron aún más cuando el presidente venezolano hizo parte responsable a Santos del ataque que sufrió el pasado sábado, producido con drones explosivos, acusación que Bogotá negó enfáticamente.
El nuevo presidente anunció, asimismo, un paquete de leyes anticorrupción y una reforma para evitar que el narcotráfico y el secuestro sean considerados delitos políticos. Aunque contará con mayoría en el Congreso, el delfín político de Uribe enfrenta a una fortalecida oposición de izquierda y de centro, que alcanzó su mayor representación en las legislativas de marzo. Esto, sumado a la investigación penal que cayó sobre su mentor, a la oposición en las calles, a una paz que todavía no se concreta y a las tensiones con Venezuela, Duque empezará su mandato con muchos frentes abiertos.