Mientras sostenga las políticas hostiles del gobierno, la aerolínea British Airways no tendrá derecho a presentarse como una aliada de la comunidad lgbti. El sábado pasado tres activistas lgbti se encadenaron a la British Airways i360, una torre panorámica y turística del paseo costero de Brighton, para bloquear su uso. Debajo de la torre, muchas otras personas lgbti se dedicaban a beber bajo el sol, bailar temas de Britney Spears y disfrutar las fiestas callejeras que hacen del orgullo una celebración tan gloriosa. Ambas escenas no se excluyen, sino que engloban la “naturaleza” del Pride, que nació con los disturbios de 1969 impulsado en parte por el trabajo de activistas como Marcha P. Johnson, una mujer trans afrodescendiente de quien se dice que fue pionera en tirarle ladrillos a la policía antes de que comenzara la razzia de Stonewall en Nueva York. Aquella historia dio rienda al movimiento lgbti en Estados Unidos y hoy esa fecha significa para gays, lesbianas y trans un momento para celebrar la identidad. ¿Por qué seguir levantando la bandera? Porque el orgullo sigue siendo relevante y poderoso. Porque se trata de la comunidad queer uniendo fuerzas para afrontar las injusticias, aquellas que padece la propia comunidad, pero también implica lazos de solidaridad con otras personas que sufren diferentes tipos de opresión. Además de ser un momento para celebrar lo que somos, el Pride es una instancia de protesta con un poder transformador que va más allá de una resaca.
El mes pasado la organización de la que formo parte, Lesbianas y Gays en Apoyo a los Migrantes, dejó demostrado que el Pride sigue siendo un espacio con fuerza donde alzar la voz. Exigieron a la aerolínea Virgin Atlantic, uno de los sponsors del Pride de Londres, que dejara de deportar personas en sus vuelos. Ahora, le estamos exigiendo lo mismo a British Airways, que patrocina al Pride de Brighton. De este modo vamos más allá del glitter y del arcoíris, en busca de compromiso y solidaridad. La acción en la torre de i360 fue acompaña de una carta abierta donde denunciamos esto mismo.
Me encanta el Pride, el glitter, la música pop, pero todo eso está siendo contaminado con el patrocinio de British Airways, una empresa que se beneficia de la separación de familias y el desgarro de las comunidades mientras colabora con la deportación de personas a lugares donde sus vidas podrían estar en peligro. El Pride celebra el avance de la igualdad y todas las personas deberían poder sentirse bienvenidos. La presencia de empresas que lucran con la deportación es una ofensa contra el concepto de libertad que el Pride embandera: se siente muy raro estar marchando por nuestras libertades mientras los migrantes están a la espera de un tren que los devuelve a lugares donde deben padecer pobreza, persecución y en algunos casos arriesgar sus vidas. Es un agregado macabro que muchas de esas personas que son deportadas además son lgbti. Es por esta razón que nuestra comunidad debería dejar en claro que no toleraremos más explotaciones cometidas en nuestro nombre. La etiqueta de “inmigrantes ilegales” suena sospechosamente similar a los modos de discriminación que nosotros hemos soportado. La homosexualidad fue ilegal en el Reino Unido hasta 1960, y el matrimonio igualitario en Inglaterra, Escocia y Gales se legalizó hace apenas cuatro años. Ninguna persona debería ser ilegal.
De acuerdo a las estadísticas inglesas de 2010, al 98 por ciento de las lesbianas y gays que pidieron asilo se les denegó la posibilidad de escapar de sus países donde son perseguidos por su orientación sexual como Irán y Uganda.
Dream Nails, una banda punk feminista, expresó muy bien el espíritu del Pride en una reciente entrevista: “Nos hemos ganado el derecho de festejar, pero dejemos que esa fiesta sea inclusiva, interseccional y rezuma política de cada poro”. No hay orgullo posible en una redada policial, no hay orgullo cuando se encierra a las personas en los centros de detención y no hay orgullo mientras siga habiendo deportación.
The Independent
Traducción: Dolores Curia