En nota anterior publicada en este diario, el 26 de julio titulada La protesta masculina y repudio de la femineidad hice referencia a la disputa que Freud sostiene con Adler. Retomo a modo de memoria para luego ampliarla. Freud en varios textos de su obra se refiere a la disputa que sostiene con Adler respecto de la protesta masculina. En Análisis terminable e interminable (1937), retoma ese debate y propone reformular el concepto ‘protesta viril’ y sustituye ‘protesta’ por ‘repudio a la feminidad’, cuestión que abre paso a la distinción del campo de las mujeres como diferente del terreno de lo femenino. De ese modo, el repudio de la feminidad afecta tanto a hombres como a mujeres, es decir, es unisex.

¿Qué utilidad puede tener recordar esta disputa Adler – Freud a la hora del debate en torno al aborto en Argentina? Si el repudio femenino es unisex, quiere decir que tanto hombres como mujeres comparten un rechazo de lo femenino pero no lo hacen del mismo modo.

En cuanto a los hombres, ese repudio puede tomar diferentes formas, la forma misógina, homosexual, hasta el máximo repudio a través del tratamiento asesino. Los homosexuales pueden rechazar a la mujer como objeto sexual pero mantener un lazo amoroso con ellas a través de  amistades muy fuertes con sus amigas mujeres, los misóginos pueden tomarla como objeto sexual pero rechazarlas del lazo amistoso o social,  repudiar sus opiniones pero el repudio máximo se da a través del femicidio (al cual ya me  referí en otras oportunidades) y es allí donde los analistas “repudiamos” el tratamiento asesino.

Recuerdo algunas cuestiones respecto de las consideraciones de lo femenino desde el psicoanálisis, en tanto hay una división intrínseca a la mujer misma entre la posición de madre y la de mujer. La posición materna se encarna en el tener y el niño puede ser un tapón de la femineidad de una mujer, cuando se satisface plenamente en ello. Ser mujer y madre al mismo tiempo es tarea diría casi imposible. De algún modo podríamos decir que la maternidad implica un repudio de la femineidad. La femineidad siempre fue y es enigmática, eso más allá de las épocas, es un clásico. Fue Lacan quien separó la posición madre de la mujer y esto se torna fundamental.

Si el niño es tomado como un bien o un objeto de posesión, obtura la femineidad. En ese sentido, podemos decir que allí la maternidad connota un cierto repudio de su condición femenina.

No entraré en detalles sanitaristas, ni cifras de muertes por abortos clandestinos, ni si abortan las ricas sí y las pobres no, no entraré en moralinas, como tampoco haré hincapié en los beneficios o trastornos psíquicos que puede acarrear la interrupción de un embarazo. Sólo me interesa señalar, ese aspecto del repudio de lo femenino desde las propias mujeres que no sólo defienden a ultranza la posición materna sino también otro aspecto que he leído entre líneas que atañe a la ferocidad femenina: en particular ese sin límites en los ataques a otras mujeres que deciden la interrupción voluntaria del embarazo, y allí esa  ferocidad no se dirige a un hombre que dejó de amarla sino a otra mujer: otra que en este caso toma la forma de negarse a ser madre. 

Me interesa señalar un aspecto que pone de relieve el repudio proferido a través de los dichos de las propias mujeres que en calidad de madres se arrogan el lugar de ofender y agraviar a mujeres que optan por el aborto por las razones que fueren. Cito algunos dichos “son unas asesinas”, “te hubieras acordado antes”, hasta la máxima crueldad en aseverar que quien muere en un aborto lo tiene merecido por haber elegido tener sexo. ¿La muerte es el castigo por haber gozado como mujer?

Los analistas sabemos que debajo de cualquier ideal anida el goce. Me pregunto ya no por los argumentos de un lado y otro en torno al aborto sino por la vertiente de ese odio loco y sin límites en ese repudio de lo femenino entre las mismas mujeres.

(*) Psicoanalista. Miembro EOL y AMP.