“Nosotras ya ganamos. No sé si saldrá la ley, pero ganamos a la juventud, a la adolescencia. Si los senadores no quieren pasar a la historia es un problema de ellos. Pasaremos nosotras. La negativa a nuestro proyecto les va a costar mucho. Si no es ley ahora, será el año próximo. Vamos a seguir luchando”, resumió anoche la histórica abogada Nelly “Pila” Minyersky –convertida en rock star del feminismo–, el mensaje de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, a la espera de la votación que consagraría algunas horas después el rechazo al dictamen con media sanción de Diputados.

El mensaje de la Campaña no fue de derrota: apuntó a capitalizar la enorme movilización callejera, a pesar de la lluvia y el frío. “El poroteo es la calle. A lo largo y ancho del país hay vigilias. Seguimos en campaña hasta que sea ley”, agregó Celeste Mac Dougall, en una conferencia de prensa convocada a las 21.30 en el Hotel Castelar, bunker de la Campaña, en la que participaron varias de sus referentes.

“Aborto legal, en el hospital/aborto legal, en cualquier lugar”, cantaban activistas y periodistas, en el salón del primer piso. 

A continuación, el colectivo de Actrices Argentinas, reclamó el voto de senadoras y senadores para la aprobación de la despenalización y legalización del aborto, en las voces, entre otras de Jazmín Stuart, Verónica Ginás, Carla Peterson y Muriel Santa Ana, acompañadas, por Dolores Fonzi, Inés Esteves, Nancy Duplá, Julieta Díaz, Andrea Pietra, Mirta Busnelli, Esther Goris, Leonor Manso, Alejandra Fleschner y Cristina Banegas. 

Más temprano las redactoras del proyecto de la Campaña habían participado de un panel en una de las carpas montadas sobre Avenida de Mayo, entre las múltiples actividades programadas para la histórica jornada. Rondaban las 15.30, de una tarde gris, todavía sin lluvia, mientras cada vez se hacía más difícil transitar por las calles de los alrededores del Congreso, por la creciente presencia de manifestantes verdes, sobre todo sub-20, con pañuelos, vinchas, purpurina y carteles en apoyo a la despenalización y legalización del aborto.

En la mesa, hablaron históricas de la Campaña como Minyersky, Martha Rosenberg, Nina Brugo, Alicia Cacopardo, Mabel Gabarra, Cristina Zurutuza, y Silvia Julia y otras más jóvenes como Carolina Comaleras, de Entre Ríos y Soledad Deza, de Tucumán. “La objeción de conciencia no es contra la práctica sino contra la decisión de abortar. Lo que molesta es la autonomía. Reconocer el derecho al aborto significa reconocer que nadie nace madre”, apuntó Deza, quien fue abogada de Belén, la joven presa y condenada tras sufrir un aborto espontáneo en Tucumán. El panel lo cerró Minyersky celebrando “el millón y medio de personas en las calles” y la carpa estalló con un cántico característico de las marchas feministas: “¡Poder, poder, poder popular/ Ahora que estamos juntas/ Ahora que si nos ven/Abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer/ Arriba el feminismo, que va a vencer, que va a vencer”. 

Para llegar desde el Hotel Castelar, donde se instaló el bunker de la Campaña, hasta la carpa 3, donde era el panel, Pila, como la llaman sus afectos, tenía que caminar tres cuadras. Esas tres cuadras fueron interminables, por la cantidad de selfies que le pedían sus fans, estudiantes secundarias que ven en esta mujer, pequeña, bajita, al borde de los 90 años, una abuela que lucha por los derechos de las más jóvenes y la aman. “Hasta en el baño me pidieron sacarme fotos”, comentaba más tarde, sorprendida y divertida, quien fue la primera mujer en presidir la Asociación de Abogados de Buenos Aires. Un video con su imagen se viralizó por las redes. Ya hay stickers con su rostro. 

En otras de las carpas exponían profesionales de la salud por el derecho a decidir y se escuchaban los dramáticos detalles de la muerte por un aborto clandestino en la noche del sábado, en Santiago del Estero, de Liliana Herrera, de 22 años, madre de dos hijas, de 3 y 6 años. Los contaba, todavía conmovida, Analía Santilli, integrante del movimiento de mujeres de esa provincia, quien llegó ayer a la mañana a Buenos Aires para participar de la vigilia frente al Congreso. El lunes, apuntó Santilli, se acercó hasta el paraje rural, en el departamento de Loreto, en el centro de Santiago del Estero, donde vivía la joven, para ofrecerle ayuda y acompañamiento a su familia. Ahí se enteró que unos años atrás, una hermana de Liliana, Mirna, también falleció como consecuencia de un aborto inseguro a los 31 años. Mirna dejó cuatro hijos.

El viernes por la noche, pudo reconstruir el movimiento de mujeres, Liliana le avisó desesperada a Melina, su sobrina, hija de Mirna, que no se sentía nada bien, que pidiera una ambulancia. En el hospital de Loreto le dijeron que la única que tenían estaba a disposición de un acto político. Finalmente un vecino la llevó a Liliana a ese hospital, donde constataron la gravedad del cuadro. Y de ahí la trasladaron de urgencia al Hospital Regional de la capital provincial, donde recién la atendieron al día siguiente y la sometieron a una cirugía para extraerle el útero, pero no pudieron salvarle la vida por la infección generalizada que se extendía hacía días por su cuerpo. “Tenía un olor putrefacto ya, gritaba de dolor. Su muerte era evitable. Por eso reclamamos aborto legal, seguro y gratuito”, dijo a este diario Santilli y cuestionó la posición de los tres senadores de Santiago del Estero que votaron en contra del dictamen con media sanción de Diputados. La de Liliana fue la tercera muerte por aborto registrada en el principal hospital santiagueño en lo que va del año. Su nombre fue recordado durante la conferencia de prensa de la Campaña. “Liliana Herrera, presente”, se gritó.  

Avanzaba la tarde y las adolescentes, hacían ranchadas en zaguanes, para escaparle a la llovizna, al frío y al viento, y se preparaban para esperar, en vigilia, la votación del Senado, sabiendo ya que el proyecto tenía pocas chances de aprobarse pero que eso, a esa altura, ya no era lo más importante. La ola verde que rodeaba el Congreso daba cuenta de una batalla cultural que se ganó en las calles. “No somos incubadoras”, decía el cartel de una adolescente con peluca verde y rostro maquillado al tono. “Nunca tendrán la comodidad de nuestro silencio. Otra vez”, advertía una cartulina naranja pegada sobre una pared en avenida de Mayo. “Lo que no tuve para mí, lo quiero para ustedes”, decía el cartel de una mujer acompañada por sus hijas. Había niñas también con sus madres, entre ellas una de 6 años, con pañuelo verde. “Me dijeron que es para ser más libre. Que sea ley”, decía la pequeña. El pañuelo verde no solo representa la lucha por la despenalización y legalización del aborto. Es ya símbolo de libertad.