La potencia de las luchas

Más allá del resultado de la votación en el Senado de la Nación rechazando la posibilidad de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos -es decir, determinar libremente su deseo de ser madres o no- lo importante es que se instaló en la sociedad el debate sobre el derecho a que continúen con embarazos no deseados.

En efecto, la gesta de los pañuelos verdes, encarnada en una inmensa movilización de mujeres y también varones en diversas ciudades del país a favor de la posibilidad de la interrupción voluntaria del embarazo es mucho más importante que el resultado negativo respecto de esta cuestión. Además, la maternidad debe ser la consecuencia de un deseo y no de la compulsión patriarcal.

Una vez más, quedó en evidencia lo que Pierre Bourdieu denomina dominación masculina como expresión de la violencia simbólica ejercida en consonancia con la ideología del capitalismo patriarcal.

Walter Benjamin señalaba que la historia es discontinua y que la historia de la continuidad es la historia de los opresores.

Las derrotas emergentes en las luchas por la emancipación integral, por la libertad de los cuerpos, contra la dominación y los diversos modos de explotación no son el final de las mismas sino solo un momento.

Como bien sostienen desde hace décadas las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, ejemplo de resistencia contra la dictadura cívico-militar-eclesial, “la única lucha que se pierde es la que no se da”.

Parafraseando a Vincent Van Gogh, decimos que esté o no el molino, el viento sopla todavía. No hay duda alguna que soplará cada vez con más fuerza barriendo a los inquisidores, los hipócritas y los oscurantistas.

Carlos A. Solero