Escribí “Rotary” hace varios años, fue uno de los primeros relatos autobiográficos que componen Nombres propios, una especie de autobiografía fragmentada o de libro de cuentos novelado –novelado por la imaginación autobiográfica–, que distraída y misteriosamente me empeño en no publicar o en dilatar su publicación. 

Lo cierto es que “Rotary”, más allá de su fracaso o eficacia, fue uno de esos textos dictados. No sólo escrito, como suele decirse, “de una sentada”, sino ejecutado por ese tipo de voz que acude a un llamado; a una invocación. Edgardo Cozarinsky, sin pretensiones, involuntariamente sabio, una vez me dijo sobre el carácter personal y veraz de muchas de sus ficciones: “en lo anecdótico nada, en el deseo todo”. Luis Gusman, en La rueda de Virgilio, lo dijo de otra manera, igual de cierta: “el estilo le impone un límite a la confesión”. Sin embargo, cuando no ceden a la autocomplacencia o la exhibición, muchos escritores argentinos parecen no sólo rehuir sino desacreditar, omitir y hasta impugnar la ficción autobiográfica. Así, en verdad desacreditan, omiten e impugnan una tradición y una estética nada menor: Montaigne, Sir Thomas Browne, Stendhal, Duras, W. G. Sebald, Thomas Bernhard, Claudio Magris, etc., y entre nosotros, Sarmiento, Mansilla, Norah Lange, Felisberto Hernández, Carlos Correas, Osvaldo Lamborghini, Pizarnik, María Moreno, Ricardo Piglia, Eduardo Muslip.  

“Rotary” narra la/mi primera muerte. En verdad, la/mi primera muerte familiar. También hay toda una tradición, toda una serie de textos que han contado eso: cuando el mundo, por primera vez, le muestra sus afiladas garras al niño vanidoso, inmortal, inocente. Pero si bien en “Rotary” hay un espejo de infancia, su forma, como una canción de amor, quisiera sonar como una melodía reconocible y sencilla, seductora, incluso arteramente sentimental.

Dice el narrador que el Rotary, el Club de Leones, y el Automóvil Club Argentino le resultan “una especie de logia para gente rica y ególatra, una masonería frívola y venida a menos.” Wikipedia, en cambio, dice que “fundado en Illnois, en 1905, es la entidad privada del mundo que otorga el mayor número de becas educativas internacionales”. El narrador suena algo interesado o resentido, Wikipedia algo solemne y parcial. Ojalá el relato invente un Rotary más, conjure una nueva emoción. Recupere alguna voz y figura amada, que de otro modo estaría perdida.