Ahora mismo me cuesta recordar la secuencia que nos reunió con Rodrigo Fresán, El Bebe Contepomi y los Hermanos Arizona. A Rodrigo lo conocí cuando se hablaba de un largometraje protagonizado por los chicos de Soda: Gustavo, Charlie y Zeta. El Bebe me escribió una carta cuando era un adolescente y lo terminé invitando a mi casa para obsequiarle con un casete de música. Rodrigo escribía en la revista de buen comer dirigida por Brascó, y creo que ahí se conocieron con Guillermo Arizona Moreno, un talento puro, una persona con aquel ángel que distingue a los que lo tienen. Además de ser un muy talentoso pintor y un rockero de Floresta. Pero los Hermanos Arizona eran dos, Gustavo Arizona Moreno era la otra versión. Tenían muchas cosas en común, hijos ambos del mismo padre y madre, de gran corazón y volcado a oficios ocasionales. Con el Bebe y otros asociados, Guillermo y Gustavo tenían un grupo donde volcaban mucho encanto, talento punk y escena. Quedan en la memoria aquellos recitales de Varieté rock: Loquitos por la Música. Uno en el Abasto, uno en Palermo cuando era viejo, y alguno que una vecina logró suspender a fuerza de insistir, cuando ya teníamos probado el sonido. Terminamos grabando una maqueta que, originalmente, fue una grabación “canalla”. En aquellos años todo lo que hacíamos tenía ese maridaje de canalla con charme capitalino. Haciendo memoria, recuerdo que conocí a Gustavo en el pogo del primer recital de Iggy Pop en Argentina. Fue esa suma de amistad y casualidades lo que nos reunió en la música y la vida. Aquella grabación es, probablemente, la más interesante grabación oculta (o disco fantasma) de nuestro rock. Un disco que permaneció perdido en los cajones de aquellos que conservábamos una copia. Guillermo ilustró mi álbum Nadie sale vivo de aquí, que comentaba Rodrigo desde la contraportada. También me obsequió con un formidable óleo del “asmático con tres corazones”. Con malos bronquios pero profundamente sentimentales, eso éramos en aquel óleo formidable que quedo atrás cuando me fui a Madrid. La semilla de esta amistad múltiple y fraternal: Los Hermanos Arizona. ¡Somos los Sixto Rodriguez de Floresta! Recuperados para la memoria treinta años después.
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