No fue el tweet del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre el aumento de los aranceles a la importación de acero y aluminio desde Turquía. Las razones para la renovada escalada en la cotización del dólar residen en el desmantelamiento de los mecanismos de administración del mercado cambiario y financiero. Celebradas como parte de un presunto proceso virtuoso de reinserción de la Argentina en los mercados internacionales, las medidas implementadas a lo largo de los últimos 33 meses exacerbaron el deterioro que arrastra el sector externo argentino desde 2011. No sólo agudizaron la restricción externa sino que abrieron nuevos canales de exposición y contagio a la volatilidad de los mercados internacionales.
El punto de partida fue la eliminación de distintas normativas cambiarias y regulaciones financieras que facilitaron la fuga de capitales, incentivaron el endeudamiento en moneda extranjera y profundizaron el déficit comercial, pero el proceso caracterizado por el ingreso de inversiones financieras de corto plazo alcanzó su etapa superior con el programa de financiamiento del Fondo Monetario Internacional. La extinción de herramientas como los plazos mínimos de permanencia para los capitales especulativos o los límites a la compra de divisas para atesoramiento, se conjugaron desde entonces con las condicionalidades previstas en el acuerdo para garantizar “un tipo de cambio flexible y determinado por el mercado”. Entre las medidas definidas a partir de diciembre de 2015 figura además la eliminación de los plazos para que los exportadores liquiden las divisas.
A contramano de las prácticas sugeridas por las investigaciones del propio organismo multilateral y las políticas implementadas por el resto de los países de la región como Chile, Colombia, Perú o Brasil, las autoridades argentinas no solo flexibilizaron el marco normativo sino que se comprometieron con la libre flotación. O sea, terminaron de amputar la capacidad de intervención que tenía el Banco Central en el pequeño, poco profundo y concentrado mercado cambiario. La misma exigencia fue establecida por la firma MSCI para sostener la inclusión de Argentina como economía emergente en sus índices. Desde entonces el único mecanismo para contener una corrida cambiaria y abordar la estructural escasez de divisas consiste en permitir “operar flexiblemente a nuestro tipo de cambio como un amortiguador de shocks, incrementando nuestras reservas internacionales, disminuyendo nuestro déficit de cuenta corriente, y reduciendo nuestras necesidades de financiamiento externo”.
Los ex directores del Banco Central, Alejandro Formento y Germán Feldman, explican que “las reformas estructuraless instrumentadas por el gobierno distan de conciliarse simplemente con el alegado objetivo de eliminar los controles cambiarios y adquieren una profundidad superlativa al poner en crisis el rol del mercado cambiario regulado y el papel de las intervenciones del BCRA”. En una investigación elaborada en la antesala de la corrida cambiaria, los autores advierten que “la desregulación cambiaria ha introducido nuevos factores de riesgo sistémico, que habían sido morigerados durante la etapa de post-convertibilidad gracias a la regulación del mercado de cambios implementada desde el año 2002”. El documento de Formento y Feldman realiza un detallado repaso por las distintas medidas que flexibilizaron el mercado cambiario y financiero.
“La eliminación del marco institucional asociado a la instauración del mercado único y libre de cambios, constituye una fuente de vulnerabilidad macroeconómica ante eventuales shocks externos que pueden derivar en episodios de corrida cambiaria como resultado de la eliminación de los mecanismos necesarios para atenuarlos”, sostienen Formento y Feldman que hoy se desempeñan como docentes en las universidades nacionales de Moreno y San Martín, respectivamente. “Lejos de restablecer el equilibrio del balance de pagos, no han alterado la tendencia observada desde 2011 hacia el deterioro del sector externo sino que, por el contrario, han tendido a incorporar mayores riesgos sistémicos como resultado del debilitamiento de la regulación cambiaria y su función macroprudencial”.
La reinserción de Argentina a los mercados financieros internacionales a través de la liberalización y desregulación constituye un proceso de “financiarización subordinada” que exacerba la dependencia a los humores de los grandes fondos de inversión. La expresión del proceso impulsado por el Palacio de Hacienda y el BCRA es una volatilidad del tipo de cambio y de la fragilidad financiera sistémica.