La movilización contra la legalización del aborto hizo pública una alianza que en general se disimula por vergonzante. No fueron apenas los sectores conservadores y retrógrados, ni las partes más activas de la iglesia católica, ni los evangelistas por una vez en coincidencia con quienes los consideran heréticos. También fue lo más rancio y lo más materialista de la ultraderecha local, un curioso arco que va de la devota y franquista revista Cabildo, al más neonazi Bandera Vecinal, el grupo de Alejandro Biondini que últimamente parece haber desarrollado preocupaciones más confesionales.
Tal vez por la edad promedio de sus miembros, la redacción de Cabildo no se hizo ver demasiado pero sí escuchar a través de su revista y de su página de internet. Cabildo es un órgano ultramontano, fascista a la española, un bastión de los que todavía piensan que España se jodió cuando se acabaron los Austria y asumieron los borbones. Los cabildos tienen muy buen tránsito con lo más lúgubre de la iglesia católica, con los grupos pro vida, con los lefebristas y con curas del calibre de Antonio Baseotto, obispo militar que les hace las misas en sus retiros espirituales. Es común ver firmas que van de la revista fundada por Curutchet a los sitios anti aborto supuestamente “moderados”.
Como Cabildo odia al actual papa Francisco, no le ahorra palos a la conducción de la iglesia argentina. El obispo Oscar Ojea es uno de sus blancos favoritos, por sus tendencias democráticas y su estilo comunicacional. Por ejemplo, cuando la Conferencia Episcopal Argentina, que Ojea preside, repudió la media sanción de la legalización en Diputados, el texto incluyó la frase “si sólo buscamos imponer la propia idea o interés y acallar otras voces, seguimos reproduciendo violencia en el tejido de nuestra sociedad”. Para Cabildo, de la pluma de Miguel de Lorenzo, esto hace que el obispo sea indistinguible “del Polo Obrero”.
El pecado de Ojea sería “vaciar al cristianismo de su realidad esencial” por seguir la teología de la liberación y validar “el análisis marxista de la historia”. El obispo, según De Lorenzo, piensa que “el Magisterio ya no debe proclamar verdades permanentes, eso sería volver al pasado, y lo de ahora es cambiar el mundo y no pensar tanto en salvar el alma, sino en la felicidad terrena del aquí y ahora”. Así se llega a la “monstruosa indignidad del silencio frente a la ley criminal”, a no defender “la verdad y el Logos”, a entender que la iglesia puede llegar a discutir en lugar de prevalecer y listo.
La ofensa más profunda fue, para Cabildo, que la jerarquía de la iglesia no haya estado al frente del a marcha por la vida, aunque sí hubo un obispo “insípido”. Esto deja a la Conferencia Episcopal como “un grupo de claudicantes, de curas que capitulan ante la verdad, ante la causa de la fe, ceden ante los que les reclaman relativismo”, y hasta escriben un comunicado que no nombra “ni una vez” a Dios. Para Cabildo, las cosas son más claras: el aborto “ante todo es un crimen vil e indigno y aberrante por ser una violación, acaso la más inhumana y terrible, del orden natural”.
Peor aun le fue a las mujeres que se presentaron en Diputados como especialistas consultadas por los legisladores. Todas las que hablaron a favor de la despenalización son “altas exponentes del saber abortar, orgullosas, de haber aniquilado –cualquiera que haya visto un aborto sabe de qué hablamos– a sus pequeños hijos dentro de su propio cuerpo. Y que deslumbradas con la experiencia, piden, exigen, que todas las mujeres puedan abortar, segura y libremente y lo que parece entusiasmarlas más aún, es lo de gratuito”.
Con mucha menos teología y un casi completo desinterés hacia las posturas internas de la Iglesia Católica, Biondini puso activismo en la campaña contra la legalización. Es una evolución curiosa dentro del panorama de la ultraderecha local, ya que Kalki, como se hace llamar, arrancó en los primeros años de la democracia con un clarísimo perfil neonazi a la alemana, svástica incluida. Como se sabe, los nazis alemanes eran anticristianos –la consideraban una religión efeba y judaizante– y andaban enamorados de un neopaganismo new age repleto de runas, walkirias y energías vitales de la tierra y la sangre. En las resmas de manifiestos, plataformas y entrevistas que generó Biondini en su carrera política, las referencias al catolicismo son escasas y más bien lo toma como un elemento más de la “tradición nacional”. Las preocupaciones recurrentes son la expulsión de inmigrantes, imponer una cuota de al menos un 85 por ciento de empleados argentinos en toda empresa, cobrarle a los extranjeros por usar hospitales y universidades, y rearmar a las fuerzas armadas. Después de las leyes antidiscriminatorias y de varios años preso por infringirla, Biondini no emite más mensajes antisemitas.
Pero en febrero de 2016 su partido Bandera Vecinal incluyó en su plataforma de diez puntos uno dedicado a la “DEFENSA DE LA VIDA Y LA FAMILIA”, con las mayúsculas típicas de este sector ideológico. Es el punto más corto pero es clarísimo: “Sostenemos la defensa de la Vida desde su misma concepción hasta su deceso natural. Consideramos que el aborto es un crimen, y nos oponemos a cualquier iniciativa que pretenda afectar la existencia de un sólo niño por nacer. Reivindicamos a la Familia como pilar fundamental de nuestra comunidad”.
Por convicción o por el pragmatismo de ver una agenda unificadora de la derecha, Bandera Vecinal estuvo en varias de las marchas “por la vida”, con grandes pancartas, logos, camisetas y su consigna histórica, la que usan desde los viejos buenos tiempos del PNOSP, “Argentina despierta”. La presencia de estos abiertos neonazis no pareció incomodar a nadie, tanto que en la página web cuentan con orgullo que fueron saludados “cariñosamente” por el público. Y, como se ve en la foto, el mismo Biondini posó con militantes y carteles en la marcha porteña.
De paso, fue un raro momento en el que grupos como Cabildo o Bandera Vecinal pueden decir que compartieron agenda y espacio con peronistas, radicales y macristas. Un raro momento en que las prioridades profundas explicitaron coincidencias entre los que habitualmente disimulan.