“Confrontar y negociar, son dos caras de la misma moneda” suele ser una de las máximas que rige el universo sindical. La diferencia, si se quiere, está en el orden en que se aplica y eso es lo que en este tiempo está en juego en la CGT. Para los sectores denominados gordos e independientes la negociación parece marcar su línea de conducta. En tanto que para aquellos grupos de gremios que hoy caminan juntos dentro los denominados no alineados, la confrontación encabeza el orden de prioridades sin descuidar la negociación. Entre unos y otros hay naturalmente matices que rompen la tendencia a una lectura binaria de los sectores que están en pugna por la conducción de la más grande e importante central sindical y que de no mediar intereses inconvenientes, se verán las caras el 29 de agosto durante el plenario de secretarios generales.
En estos casi tres últimos años gordos e independientes controlan el destino de la CGT. En su constitución predomina la tendencia a la negociación permanente y si bien no rehúyen a la confrontación es bien cierto que nunca es su primera opción. Titubearon ante una multitud en marzo de 2017 que le reclamaba a voz en cuello la fecha del primer paro nacional contra el Gobierno de Cambiemos. No pudieron fijarla ese día y resquebrajaron la frágil unidad que se había construido para unificar las tres centrales en la que se había dividido durante el anterior gobierno. Incluso se distanciaron de las bases sindicales y política que allí se había convocado. Bien se podría decir que ese fue el primer tropezón. Luego vendrían otros cuando en diciembre pasado reaccionaron tarde (y mal) ante la reforma previsional. Recuperaron oxígeno con el paro de junio pero está claro cuánto le cuesta digerir la simple pronunciación del tan mentado “plan de lucha”.
Aquellos que conocen desde muy adentro las entrañas del movimiento sindical suelen decir que este grupo de dos que son gordos e independientes, donde prevalecen los gremios de servicio, tienden a priorizar el dialogo por encima de la confrontación e incluso buscan un correlato político similar. Debe ser por eso que se sienten más cómodos con el peronismo dialoguista que con el está decidido a confrontar. De paso, afirman en los mentideros gremiales, los aleja de cualquier amenaza judicial siempre latente tan en boga en este último año.
Por caso, estos sectores convocó el gobierno el viernes último para pedirles una mini temporada de tranquilidad ante la llegada de la nueva misión del FMI. El Gobierno sabe que tanto gordos como independientes no suelen recurrir a las medidas de acción directa, salvo que se sientan absolutamente acorralados, pero por si acaso les pidieron que en estos días no muevan un dedo. Los hombres de la Casa Rosada no quieren que las calles muestren más conflicto social del habitual.
Negociadores, al fin y al cabo, éstos advirtieron que la inflación desbocada les impedirá cerrar paritarias. Es más, les dijeron que de cumplirse los pronósticos económicos las paritarias serán de carácter “permanente”. Una advertencia que hace recordar a los tiempos de hiperinflación donde el salario perdía poder adquisitivo día a día o peor, hora a hora. El problema para los triunviros que fueron a la Quinta de Olivos acompañado de la mesa chica es que como respuesta a sus preocupaciones económicas fueron las típicas muletillas optimista que suele utilizar el presidente Macri y sus funcionarios. Se retiraron preocupados porque tal vez esta semana no tendrán inconvenientes en frenar alguna movilización pero ninguno puede asegurar que más adelante la coyuntura los obligue a confrontar.
En cambio, los no alineados donde participa el Smata, Camioneros, la Corriente Federal de los Trabajadores (CFT), un grupo de gremios aliados a los Moyano y todavía la UOM, la tendencia es la confrontación como paso previo a la negociación. No es una estrategia nueva en el sindicalismo y, como tal, plantea una CGT fuerte, con capacidad de movilización a partir de un programa específico que de cuenta el tipo de país al que aspira y desde ese lugar negociar con el Gobierno de turno.
Como todo grupo hay una grado de heterogeneidad. Si bien este sector se plantea conducir la CGT no es menos cierto que hay gremios que tienen en su menú de opciones la posibilidad de una fractura de la central obrera. Entre esos está el sindicato de Camioneros. Pablo Moyano lo ha expresado en más de una oportunidad aunque también es cierto que mucho menos en estas últimas semanas. Al histórico líder de la UOM, Antonio Caló, no le hace mucha gracia la fractura de la CGT porque debilita el poder sindical ante un gobierno poco afecto a favorecer a los trabajadores.
El próximo martes los no alineados se volverán a ver las caras. Ese día, cuando se reúnan en el sindicato de Pilotos que lidera Pablo Biró, esperan juntar un número cercano a 80 gremios. Una cantidad con la pueden aspirar a conducir el plenario de secretarios generales de la CGT previsto para el 29 de agosto. Es verdad que no es un órgano de decisión pero puede determinar que la puja por la conducción de la central obrera comience formalmente y de una vez por todas ese día.