PáginaI12 En Brasil
Desde Brasilia
La cárcel como destierro. Falta un día para que el arrestado Luiz Inácio Lula da Silva presente su candidatura a la presidencia ante el Tribunal Superior Electoral (TSE). Será su sexta disputa desde 1989 cuando fue derrotado por Fernando Collor de Mello, un candidato montado pieza por pieza en la TV Globo. Desde entonces Lula y Globo se enfrentaron siempre. En los comicios del próximo 7 de octubre la apuesta de la empresa de noticias y entretenimientos era que una vez preso, su rival desistiría de pelear nuevamente por el Palacio del Planalto mientras se consumía en su cautiverio.
Los estrategas del grupo imaginaron al fundador del Partido de los Trabajadores (PT) perdiendo popularidad en la sureña Curitiba, lejos de los grandes centros urbanos como San Pablo, Río de Janeiro o Brasilia. Aislado, sin derecho a dar entrevistas ni grabar spots publicitarios habría de convertirse en un desterrado, un animal políticamente hervíboro. La realidad desmintió esa previsión.
“No me van a callar”, desafió ayer Lula en el inicio de una semana que tendrá su pico de tensión mañana, cuando se espera que haya miles de manifestantes frente al TSE en Brasilia.
La carta escrita por el líder encarcelado fue leída en Fortaleza, una de las capitales importantes del nordeste donde el postulante del PT tiene los mayores índices de aprobación, el cual roza el 70 por ciento algunos estados de esa región.
A nivel nacional tiene un 35 por ciento, número que varía para más y para menos según la encuestadora. En todos los sondeos está primero con cerca del doble de las intenciones de voto de Jair Bolsonaro. El militar retirado viola diariamente la legislación al hacer campaña antes del 16 de agosto, fecha del inicio formal del período proselitista. El TSE nada ha dicho al respecto.
Bolsonaro se ve a si mismo como el mayor vengador de la izquierda y un Donald Trump tropical. En su entorno se ufanan de contar con una, hasta ahora no demostrada, asesoría gratuita de Steve Bannon, el mismo que trabajó en la campaña del mandatario republicano .
“Quiero mandarles un recado: sí, soy candidato a presidente de la República”, se plantó Lula ayer para no dejar dudas de que va a dar pelea.
Esta confirmación fue una victoria, sólo parcial, sobre Globo que en las últimas semanas había movido sus influencias en el TSE para que el “desterrado” sea vetado incluso antes de formalizar candidatura.
La carta de Lula fue leída en una radio de Fortaleza como encabezamiento de una entrevista con Fernando Haddad, ex intendente de San Pablo y candidato a vice.
“Lula está preso ilegalmente y por una maniobra sigue en Curitiba, por eso nuestra lucha sólo termina cuando suba la rampa del Planalto”, tras ser electo en los comicios del 7 de octubre, prometió Haddad.
Más adelante el postulante a vice denostó el “golpe” de Michel Temer que no pudo “encarcelar las ideas de Lula (...) que van a seguir recorriendo Brasil”.
En Brasilia tres rutas nacionales fueron ocupadas ayer desde las 6 de la mañana por las caravanas de los campesinos sin tierra llegados de varios estados para participar del acto que este miércoles ante TSE.
Ayer al mediodía Brasilia comenzó a ganar vibración política. La ciudad era un hervidero. En el estadio mundialista Mané Garrincha los Sin Tierra montaron un campamento, con ollas populares y mesas de debate. Un grupo se preparaba para ir a visitar a sus compañeros que están en huelga de hambre desde hace dos semanas exigiendo la libertad del político preso.
Estaba previsto que el premio Nobel de la Paz argentino, Adolfo Pérez Esquivel, se reúna con los huelguistas que prometieron seguir su medida de fuerza hasta que la justicia responda a su demanda.
En el centro de la capital el calor era sofocante: se mezclaba el aire caliente con la sequía –la humedad bajó al 12 por ciento– y el embotellamiento en la avenida Eje Monumental cerca de la Cancillería, por donde circulaban las camionetas más que blindadas de la embajada de Estados Unidos que anunciaban la inminente llegada del Secretario de Defensa, James Mattis (ver recuadro). El enviado de Trump es un general de línea dura conocido como “Perro Rabioso” o “Perro Loco”. No vino a hablar de democracia ni libertades políticas. Las visitas de emisarios norteamericanos, con agendas centradas en asuntos militares, fueron frecuentes en los últimos meses, junto con la deriva política.