La clandestinidad mata. Se dijo una y tantas veces en las sucesivas reuniones plenarias de Diputados primero, y en el Senado, después. Pero senadoras y senadores con discurso antiderechos minimizaron esas muertes, las ningunearon. Hoy, los 38 que votaron en contra de la despenalización y legalización del aborto son cómplices de la muerte de Elizabeth. De la de ella, y de las que, lamentablemente, seguiremos contando, hasta que se apruebe una reforma que convierta en derecho a la interrupción voluntaria de embarazo en las primeras 12 o 14 semanas de gestación. Sobre sus conciencias deben pesar esas muertes. Tuvieron en sus manos la posibilidad de evitarlas. Y prefirieron escudarse en mentiras, en datos falsos, en sus creencias religiosas y personales.
Elizabeth tenía un hijo de 2 años. ¿Cuál será la medida de la desesperación frente a un embarazo inoportuno, no buscado ni deseado, para que una joven de 34 años, madre de un niño, recurra a un tallo de perejil para interrumpirlo, sabiendo que puede morir en ese intento? Que poca empatía y misericordia demostraron senadoras y senadores que condenaron a Elizabeth a la clandestinidad.
Es una muerte completamente evitable, como todas las que ocurren por abortos inseguros. Las mujeres de todos los sectores sociales abortan, también las pobres. Pero las que ponen en riesgo su vida, las que mueren, con un perejil, una sonda, una aguja de tejer, son ellas, las de familias más vulnerables.
Quienes se sintieron aliviados porque la Ley de IVE no se aprobó, vengan ahora a decir que el aborto clandestino es menos costoso para el sistema de salud que el aborto legal, seguro y gratuito: Elizabeth estuvo internada en dos hospitales bonaerenses, tuvo que ser traslada del primero al segundo, fue operada, y necesitó de terapia intensiva. Una suma de gastos significativa contra un aborto con pastillas que hoy ronda los 3000 pesos. No mientan más. No sean tan hipócritas.
Duele el bajo nivel de argumentación de la clase política que se cuelga el pañuelo celeste con el verso de la defensa de las dos vidas y no puede proteger ni una sola.