De una película que muestre la discapacidad de una forma diferente –a través de un grupo de danza con intérpretes en silla de ruedas y otros sin limitaciones motoras– a una película de danza sobre el proceso creativo del grupo y el baile en sí mismo. Este fue el pasaje que transitaron el realizador Alberto Masliah y su equipo cuando se adentraron en el proyecto que se estrenará mañana a las 20 en el Espacio Incaa Sala Gaumont bajo el título de En el cuerpo. Productor y egresado de la carrera de Diseño de Imagen y Sonido de la UBA, donde enseña, Masliah ya estrenó Negro Che, los primeros desaparecidos (documental, 2006); Schafhaus, casa de ovejas (ficción, 2010); El último quilombo (documental, 2012) y Yenú Kade: Cristiano bueno (documental, 2015).

Esta nueva obra surgió a partir de la experiencia de su amiga y también realizadora Liliana Furió, quien trabajó en una cátedra del ex IUNA (hoy Universidad Nacional de las Artes) con un grupo de danza integradora que hoy se llama Compañía de Danza Sin Fronteras. “Cuando Liliana me contó lo que estaban haciendo y conocí al elenco, me pareció que podía haber ahí el germen de una película. Nos entusiasmamos con la idea de contar la discapacidad de una forma diferente, a través de un grupo de personas (algunas en silla de ruedas y otras no) que hacen danza, que ensayan varias veces a la semana, estrenan espectáculos. Pero a medida que los fui conociendo cada vez más, esa idea cayó, y me interesó mostrarlos bailando y no hablando sobre sus limitaciones. Finalmente, hicimos una película sobre danza, que combina el registro documental y el videodanza”, comenta el director en diálogo con PáginaI12. Desde su mirada, la palabra “discapacitado” asocia a la persona con el “no”, con aquello que no puede hacer, mientras que poner el foco en el deseo permite pensar en todo aquello que sí puede hacer desde sus posibilidades, abriendo el campo. “De hecho, la película los muestra haciendo aquello que por su discapacidad se pensaría que les estaría vedado: bailar. Y eso lo tomé de algún modo como una premisa: en ningún momento se habla de discapacidad a lo largo del film”, agrega.

Durante una hora, el film muestra, por un lado, distintos momentos del proceso de creación y de ensayos, charlas, preguntas, secuencias de movimiento, los distintos espacios donde trabajaron, los problemas que surgieron en relación a las locaciones y al tiempo de rodaje. Y por otro, las escenas de ficción, de videodanza. La combinación de ambos registros genera un relato que alude a la última dictadura militar, tanto por las escenas bailadas como por las locaciones donde filmaron (el Parque de la Memoria, el Ecunhi en la ex ESMA, el río). 

El tema toca de cerca a Furió, hija de un represor de la última dictadura militar y miembro del colectivo Historias Desobedientes (que reúne a hijos e hijas de genocidas que presentaron un proyecto de ley para declarar contra sus progenitores en causas de crímenes de lesa humanidad) y a Masliah, que abordó la temática en su segundo largo. Y eso se percibe desde la primera escena, con el solo de un bailarín con heridas en su cuerpo, pasando por otras filmadas en exteriores con cuerpos vestidos de verde que asoman a lo lejos, persecuciones, una escena con aires fellinescos y circenses, un encuentro de mujeres en ronda. Otra simula un río ondulante, con cuerpos que se mueven debajo de la tela y que se funden con el río real. En otra, las personas se cruzan y, del temor y la desconfianza inicial, se van encontrando con mayor paz y tranquilidad, hasta culminar en un encuentro multitudinario con niños y música en vivo, rodeados de verde y sol. Todo alude sin literalidades a la historia reciente argentina. “Se me ocurrió narrar un devenir de la sociedad desde el golpe hasta el regreso de la democracia. Hay una cronología temporal en los cuadros: el momento del golpe, la sociedad engañada viviendo en un circo, la persecución, la tortura, y la escena de las mujeres, que es tal vez la más delicada, casi como un adagio en alusión a las Madres. Y el reencuentro con la llegada de la democracia”, comenta Masliah. Asistente de dirección y coreógrafa, Carla Berdichevsky fue la encargada de crear, junto a los bailarines, todo lo relativo al movimiento. “La danza abre el sentido, te transmite una sensación, un sentimiento de lo que quisimos contar. No nos interesó ilustrar sino trabajar en forma abierta y metafórica”, arriesga. Confiesa que al principio se sintió frente a enorme desafío: nunca había trabajado con un elenco con estas características. “Mi miedo era hasta dónde les iba a poder pedir. Y fue al revés: ellos me mostraban lo que podían hacer y más todavía. Así fuimos pensando y probando posiblidades de movimiento”, añade. En efecto, las sillas de rueda no adquieren protagonismo, hay momentos en que los tres bailarines que las usan las dejan de lado y trabajan acostados en el piso o sentados; y por momentos cuesta distinguir quién es quién. “Llegó un punto en que los rasgos del elencos desaparecieron y estábamos simplemente frente a un grupo de gente que baila”, coinciden el director y la coreógrafa. Además de las posibilidades creativas de los bailarines, salieron a flote las dificultades de cualquier rodaje. Tuvieron que salir a buscar nuevas locaciones, ya que filmar toda la película en el Parque de la Memoria –como creían en un primer momento- no resultó bien. La parte documental muestra estas trabas, o cuando llegaron al ECuNHi y no pudieron entrar por una amenaza de bomba. “En esos momentos, la cámara no interviene, sólo registra, es pura observacion, nos espía”, remarca Masliah, que aparece en muchas de estas escenas junto a Berdichevsky, charlando con el elenco. El clima es distendido a pesar de los contratiempos, y la música de Mariano Fernández y Pablo Furió sugiere climas y texturas diferentes, algunos más percusivos, frenéticos, pausados, amables y reconfortantes. “En las escenas bailadas, en cambio,  trabajamos la puesta en escena: son cuadros de ficción con mucha producción detrás”, puntualiza el cineasta. Contaron con tres meses de trabajo: el entendimiento entre el cuerpo técnico y artístico permitió optimizar el tiempo. Los bailarines de la Compañia de danza Sin Fronteras son Candelaria Iocco, Gabriela Torres, Leticia Abelle, Lucrecia Rossetto, Mariano Landa, Pablo Pereyra y Yohan Chavarría ( invitado). En varias escenas, a ellos se suman los músicos Carolina de los Ángeles Cajal, Francisco Huici, Juan Krymkiewicz, Mariano A. Fernández, Mario Gusso y Rafael Delgado. Producida por Sombracine y M.I.C.A (Asociación civil Mundo Integrado Con Amor), con el apoyo del INCAA y Mecenazgo Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, En el cuerpo se podrá ver a las 12.10 y a las 20 en la sala de la avenida Rivadavia 1635.