El dólar “trepa por las nubes”, “se estaciona” y “se mantiene estable”; “vuelve a escalar” y “explota”. Ninguna estrategia logra atenazarlo, está “indomable”, “escurridizo”, “caprichoso”. Esta batería de adjetivos y verbos es empleada en el discurso mediático toda vez que intentan describirse las características y las acciones que definen el comportamiento de los papeles verdes. El consenso legitima el valor y las representaciones sociales de una moneda que –no conforme con medir los intercambios en Estados Unidos– también funciona como referencia de la economía y la política en países semiperiféricos. En Argentina, los billetes del Norte se constituyeron en un auténtico termómetro social y permiten calcular la eficacia de las decisiones del gobierno de turno.

Los argentinos ahorran, hacen sus cuentas e invierten pensando en el dólar. Pero, ¿desde hace cuánto? ¿Por qué es tan popular? ¿Solo constituye un medio de intercambio, o bien su popularidad emerge gracias a la cantidad de significados y sentidos que condensa en el marco de la relación entre ciudadanos y Estado? A estos interrogantes responden Ariel Wilkis y Mariana Luzzi. Wilkis es decano del Instituto de Altos Estudios Sociales (Idaes), doctor en Sociología e investigador del Conicet. Es autor de los libros The Moral Power Of Money (Standford University Press) y El laberinto de las finanzas. Nuevos estudios sociales de la economía (Editorial Biblos). Luzzi, por su parte, es doctora en Sociología, investigadora del Conicet y profesora en la Universidad Nacional de General Sarmiento. Publicó –junto a Carla Del Cueto– Transformaciones en la estructura social de la Argentina, 1983-2008. 

Ambos son especialistas en sociología del dinero y las finanzas y, en la actualidad, concentran sus esfuerzos en la publicación de un libro que versará sobre la historia cultural y social de los usos del dólar en Argentina. El material pretende arrojar nuevas pistas para comprender cómo los retratos de Benjamin Franklin, Abraham Lincoln y George Washington se volvieron tan famosos en el país. Aquí, un adelanto al respecto. 

–¿Qué abordaje propone la sociología del dinero?

Mariana Luzzi: –En las últimas décadas, la sociología volvió a interesarse en fenómenos y prácticas económicas que habían pertenecido a los intereses de la disciplina en sus inicios. De hecho, aunque se trata de un área a priori novedosa, a fines del siglo XIX ya había sido abordada por los padres fundadores del campo. Una de las obras más importantes de Georg Simmel fue Filosofía del dinero, de la misma manera que Max Weber se interesó por los orígenes del capitalismo y Émile Durkheim por la división del trabajo. El objetivo, desde aquí, es preguntarse qué es eso que llamamos dinero, cómo circula, cuáles son sus usos legítimos e ilegítimos y cuáles sus representaciones sociales. 

Ariel Wilkis: –Los problemas clásicos de la sociología –el poder, la jerarquía, el estatus– pueden ser explorados a partir del dinero. Si la ciencia económica lo define a partir de su transparencia y neutralidad, la ciencia social produce un movimiento inverso, al analizar cómo las prácticas monetarias contribuyen y producen esas diferencias morales y jerárquicas. Esto es: puede funcionar como un punto de entrada para comprender las dinámicas sociales.

–En este sentido, ¿por qué a los argentinos les interesa tanto lo que ocurre con los dólares? ¿En toda Latinoamérica sucede lo mismo?

M. L.: –Si bien Argentina no constituye ninguna excepción, es cierto que nos preocupa mucho lo que sucede con el dólar. En el país, por ejemplo, hace cuarenta años que el mercado inmobiliario está dolarizado y eso no ocurre necesariamente en otras latitudes con historias y trayectorias económicas parecidas. Además, funciona como reserva de valor primordial y como medida de referencia respecto a las monedas nacionales. Pienso que el dólar interesa tanto porque conjuga prácticas económicas, significados y relaciones políticas. Más allá del poder de compra real que cada ciudadano tenga, también opera como un termómetro tanto del estado de la economía así como de las políticas económicas que implementan los gobernantes de turno. Y todo eso hace que su cotización se comunique con la misma asiduidad con que se transmiten los datos del tiempo y el estado del tránsito.

A. W.: –El dólar es una institución política. Cuando los ciudadanos piensan su relación con la moneda también reflexionan acerca de su vínculo con el Estado. Y coincido con Mariana, es un termómetro de la vida social y política: no solo porque los actores financieros tienen capacidad para presionar a los gobiernos a través de mercados cambiarios sino porque también los habitantes, en sus prácticas cotidianas, leen el escenario de poder a partir de lo que acontece con el dólar.

–No obstante, aunque “la fiebre del dólar” parece estallar este año, la ciudadanía se preocupa por la salud de la moneda del Norte desde hace bastante.

M. L.: –Tal cual, en el pasado también formaba de las agendas mediáticas; el asunto es que no aparecía de manera continua. Entre fines de 1950 y principios de 1960, o bien, entre 1975 y 1980, constituyeron dos períodos en que la temática tuvo una cobertura considerable por parte de la prensa. Su emergencia depende de los contextos y el presente (con corridas cambiarias, disminución de reservas y devaluaciones constantes) es muy favorable para que nos preocupemos.  

A. W.: –Con la popularización del dólar en Argentina, a principios de los sesenta, no solo la prensa sino también la publicidad comienza a referirse a la moneda y se instala su presencia en los medios de comunicación masiva. Desde aquí, la temática interpela no solo a los “hombres de negocios” sino también a todos aquellos lectores que empiezan a observar cómo funciona el mercado y reciben un discurso pedagógico. Así, los periodistas especializados y los economistas explican al público en qué consiste cada concepto.

–De modo que el asunto del dólar ya constituye un problema desde 1960.

A. W.: -Sí, claro, en aquella época los diferentes actores económicos ya habían instalado la necesidad del ahorro y el juego de la especulación vinculada a la moneda extranjera. El dólar constituye un problema crónico a los ojos de nuestro país desde hace más de 50 años. Aunque se trata de un mercado pequeño –ya que no posee el volumen suficiente como para despertar tanta importancia– nadie podría negar que es muy relevante. 

–¿Es posible dejar de pensar en los dólares? ¿Cómo quebrar el consenso y la legitimidad de estos papeles extranjeros que valen y significan tanto?

M. L.: –La pregunta, tal vez, no sea tanto si es posible desprendernos de la moneda de Estados Unidos, sino más bien comprender cómo devino en un objeto tan fundamental para pensar las prácticas sociales, económicas y políticas. Nuestra investigación sobre el dólar en Argentina implica un análisis extendido, pues si bien su presencia no tuvo siempre la misma magnitud, su cronicidad es un elemento a destacar. De este modo, si la temática del dólar no es nueva, quizás, los problemas económicos de nuestro país no se vinculen de modo directo con los dólares sino con una redistribución más equitativa de los ingresos. 

A. W.: –Se tiende a pensar que cuando los individuos consigan crear un instrumento financiero que les brinde mejores rendimientos que la moneda de Estados Unidos se logrará “desdolarizar” las mentes de los argentinos. No obstante, desde mi perspectiva, esta hipótesis es errónea en la medida en que los sujetos no son seres racionales ni maximizadores de ganancias sino que establecen una relación política con el dólar. De hecho, si los ciudadanos no abandonan el dólar es porque les permitió un aprendizaje de autonomía y escape respecto a sus relaciones con el Estado. Por este motivo, nuestro país conforma una cultura dolarizada. 

–En definitiva, su importancia radica en que no solo permite invertir.

M. L.: –Por supuesto, justamente esa es nuestra hipótesis. Si solo sirviera a tales efectos sería fácilmente reemplazable por el primer bono que funcione y brinde confianza en la gente. El asunto es que el dólar cumple un montón de funciones, más allá de la tradicional y transparente de operar como medio de intercambio. 

A. W.: –En esta línea, la presencia del dólar no puede ser –solo– leída a partir de variables macroeconómicas, sino que existe un proceso específico de aprendizajes sedimentados que, en definitiva, termina por explicar cómo una moneda externa a un país se expande de la manera en que lo hizo. 

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