La primera experiencia con CGI en el cine fue con El cuervo, en 1994. Con la trágica muerte de Brandon Lee, los productores reflotaron escenas descartadas, pusieron a un doble y le “pegaron” la cara en una nueva escena. Un trabajo modesto, desde la perspectiva contemporánea, pero para entonces un acontecimiento inédito.
El siguiente caso conocido fue el de Oliver Reed en Gladiador. Como el actor falleció antes de terminar la filmación, los productores recurrieron al CGI para agregarle su rostro a un nuevo actor. Para paliar los posibles ruidos que pudiera generar (la cuestión de empardar colores e iluminación no estaba tan afinada todavía), en algunas escenas se lo mostró en sombras o de espaldas.
El caso de Nancy Marchand, la madre de Tony en Los Soprano, al año siguiente, fue algo más difícil. Falleció antes de que concluyera la serie y, por falta de presupuesto, el CGI resultante no quedó del todo bien. Pero por entonces a la televisión todavía se le perdonaban ciertas gaffes en efectos especiales y los espectadores agradecieron el gesto de darle un cierre digno al personaje.
Algo más cerca en el tiempo está Tron: Legacy. Aunque el actor sobre el cual se trabajó el CGI, Jeff Bridges, está vivo, la historia requería que apareciera como él mismo en 1982. Aunque es relativamente común la utilización de efectos especiales para “avejentar” a un actor, rejuvenecerlo tanto tiende a ser un poco más difícil. Parecer de 20 años es bastante más complejo que quitar unas cuantas arrugas. El caso de Bridges en Tron: Legacy es un hito porque fue el primer caso de recreación completa de la cabeza de un actor por computadora, sin recurrir a material de archivo para manipularlo.
Y aunque no pertenece al universo del cine, la publicidad del chocolate Galaxy, en 2014, trajo a la vida a Audrey Hepburn de un modo muy parecido a lo que sucedió con Cushing. Solamente que para este caso se utilizaron dos dobles: una para el cuerpo y otra para la cabeza. Y aunque la publicidad –se puede buscar en Youtube– es claramente un trabajo por computadora y mantiene esa tonalidad “de videojuego” que tienen muchas hechuras digitales, el parecido con Hepburn es impresionante. Se apoya, además, en la belleza perfecta de Hepburn, que obliga a dudar, por un momento, si eso que se ve en pantalla no es todo verdad. Lo que evidencia esta publicidad, sin embargo, es que la clave para volver realistas o “perfectas” las recreaciones digitales pasa, paradójicamente, por las imperfecciones de la recreación. Si el pelo es perfecto, el parpadeo de los ojos muy preciso, la magia se pierde. Algo similar se realizó en el “walk of shame” de Game of Thrones, cuando Lena “Cersei” Headey, en ese momento embarazada, desfiló desnuda por King’s Landing con el cuerpo de la actriz Rebecca Van Cleave.
El último caso conocido es el de Paul Walker en Rápido y furioso 7. Walker falleció –ironías del destino– en un accidente automovilístico cuando la película estaba a medio producir. Y no tenía un rol menor, sino que participaba en algo así como cuatro de cada diez escenas. La producción se paralizó mientras los guionistas rearmaban todo para que la historia pasara menos por su personaje, mientras el equipo de producción decidió rodar una escena con el hermano de Walker, sobre quien superpusieron digitalmente la cara de Paul. “Hicimos todo para crear un final que fuera una despedida apropiada y honorable al personaje de Paul y su legado”, señaló el director de la película.
Y entonces llegó Rogue One, y ahora las posibilidades parecen infinitas.