A.Anticlerical
Desde la adopción de su nombre artístico en adelante, el vínculo entre arte y religión quedó claro. Criada en el seno de una familia de inmigrantes italianos católicos, Louise Veronica Ciccone se bautizó artísticamente como Madonna y la canción que la convirtió en un hit global, la canción que vio nacer una estrella a gran escala, se llama “Like a Virgin”. El juego entre ambos mundos, el de la espiritualidad y la sexualidad, fue uno de los ejes sobre los que cimentó su carrera, desde los 80 hasta hoy. “Durante mucho tiempo se creyó que eran dos ámbitos completamente separados y ella desafió eso, al resexualizar a la propia Virgen María”, le dijo la compositora Tori Amos a la periodista Lucy O’Brien para su biografía Like an Icon. Acusada de hereje una y mil veces por la Iglesia Católica de la que fue parte, la chica que empezó hablando de sexo con una cruz sobre su pecho llegó a actuar una masturbación sobre el escenario, levantarse a un Jesús negro entre cruces que ardían en la que probablemente sea su mejor canción, “Like a Prayer”, y hasta crucificarse a sí misma para la performance de Live to Tell en el Confessions Tour de 2005. Tras coqueteos con la meditación y el yoga en Ray of Light, durante sus años en Londres se acercó al Kabbalah Centre, una empresa que hace una mercancía del misticismo judío y lo vuelve un producto más que se ofrece al mercado. Ese vínculo con esta rama de la Kabbalah le permitió jugar con simbología del hebreo y hasta dedicarle una canción a un rabino medieval, Yitzhak Luria. Como mucha (¿demasiada?) gente del progresismo, en los últimos años le dedicó palabras de apoyo al Papa Francisco y le dijo a la Rolling Stone que es un tipo con el que se sentaría a tomar un té… No jodan, Patti Smith fue hasta el Vaticano a sacarse la foto; ella por suerte no llegó a tanto. Pablo Méndez Shiff
B.Bisexual
Como parte de su estrategia de supervivencia, Madonna no sólo se hizo (algo tardíamente) cuentas en Twitter e Instagram sino que participó también en 2013 de una entrevista en Reddit, el foro online que es furor entre los jóvenes del mundo anglosajón. Y un chico le preguntó: ¿si fueras un hombre gay, serías pasivo o activo? Su respuesta fue cortita y al pie: Yo soy un hombre gay. Como diciendo: ¿por qué me hablás en condicional si eso ya es parte de mi realidad? Hay algo de jugar contra lo binario, de ir más allá de cualquier etiqueta, que estuvo siempre presente en su vida pública. La escena más recordada para muchos puede ser la del chape con Britney y Christina Aguilera en los MTV de 2003 que se volvió un clásico de la iconografía LGBT. Pero incluso antes de eso, a fines de los 80, coqueteó con el rumor de que había salido con su amiga de entonces Sandra Bernhard. En una entrevista que le dieron juntas a David Letterman en 1988, Sandra dijo que se había acostado con Sean Penn pero que Madonna había sido mejor. La versión zafada de Sandra y Celeste? Cuando Katy Perry lanzó su “I kissed a Girl” en 2008 sin saber muy bien lo que estaba cantando, Madonna ya había dado un par de vueltas en la calesita de la diversidad sexual. P.M.S.
C.Cereal
Craig Smith, el chongo pura-fibra entrenador personal de Madonna, habla de su clienta número uno y por momentos lo hace como si de una mascota o de un niño se tratase. “Su preferido es el jugo de sandía, le gustan las barritas de cereales y consumir quinoa.” Le hacen una entrevista por motivo de los inminentes 60 años de la diva y la omnipresente pregunta de cómo lo logró. Smith también habla de una “inquebrantable ética de trabajo” que incluye la danza en el centro de todo. En este sentido, si hablamos de la proeza física de Madonna, queda claro que se mide más en shows realizados que en discos, libros o videoclips hechos. No porque estos últimos no impliquen destreza corporal, si no porque en los primeros vemos ese cuerpo funcionando en tiempo real, cara a cara. Hizo en lo que va de su vida 10 tours mundiales masivos con entre 40 y 80 shows cada uno y más de 50 por fuera de éstos. Al ver esas cifras no es difícil entender a sus detractores que la han acusado históricamente de mujer-robot. Desde la crítica musical más intelectual también se habla de su “auténtica inautenticidad.” Sea como sea, entre nosotres no podemos pensar en una mujer-puto históricamente más icónica ni acogedora de nuestra comunidad. Aldo Benítez
D.Dinastía
Es siempre tediosísimo medir a cualquier estrella pop femenina con la vara Madonna. Ya fue hecho y los resultados catastróficos podrían resumirse en la canción “Born this way”, de Lady Gaga, y el tentacular enjambre que la rodeó. Britney, por su lado, aceptó a partir de su segundo álbum el apodo de “Princesa del pop”, bien elegido tanto por la importancia de sus hits en el universo musical de fines de los ‘90s y a lo largo de los ‘00s como por su inicial dulzura de aprendiza virginoide. El beso con Madonna en los VMAs de 2003 la maldijo, es innegable, o más bien le infundió el coraje preciso para permitirse el desbarranco más despampanante de la historia de la música pop después del de Michael Jackson. Y ya lo sabemos: sin quilombos en la vida de Britney no existiría Blackout, pieza insignia de la música comercial más aventurera y osada de los últimas décadas, no solamente en términos de producción sino sobre todo por los temas que trata. Ni la Madonna de Human Nature se atrevió a tanto, algo que quedó bien registrado cuando para la gira Sticky and Sweet la Reina invitó a la Princesa a regalarle su icónico “It’s Britney, bitch!”, además de un video proyectado en las pantallas de los estadios en que la ya semi recuperada cantante quedaba atrapada en un ascensor automático.
Algunes han dicho que por Madonna la lencería femenina dejó de ser algo que ocultar y pasó a ser una prenda de vestir más. Sin arriesgarnos a tanto, sí diremos que la jovenzuela atrevida que se trepaba a tortas de casamiento gigantes instaló un cánon fashion femenil del que ya no hubo retorno. Y aunque hizo falta que Donald Trump ganara la presidencia norteamericana para que de una vez se reconociera a Madonna como una feminista de las nuestras, el impacto que tuvo en lo que hoy entendemos por empoderamiento femenino es indiscutible. A quien opine algo distinto, que hojee el libro Sex, que tiene ya veintiséis años. Ignacio D’Amore
E.Energía
Seamos claros: no es Mick Jagger o Bruce Springsteen que viven de viejos hits y nostalgia. Ella vive en tiempo presente y está permanentemente en la búsqueda de nuevos socios o aliados. Algunas de esas alianzas le salen bien, como cuando amadrinó a Britney en la primera mitad de los 2000, y algunas le salen no tan bien, como cuando hace unos meses compartió fotos y videos de un evento con Kim Kardashian sin que la mediática ni siquiera le diera un like en Instagram. De todos modos, lo que muestran esos intentos es que no se rinde, no se resigna a que la manden al arcón de los recuerdos y trata de mantenerse en el centro de la escena, atenta al tono de las conversaciones. Fue una de las primeras en oponerse a Trump y su discurso de los premios Billboard, en el que la reconocieron como una mujer artista sobresaliente, anticipó por unos meses de la ola del movimiento Me Too. Algo de la fuerza madonnesca se reflejó en uno de los capítulos más recordados de Glee, llamado “El Poder de Madonna”. Todos los personajes atravesaban momentos de bajón por ser los perdedores de la escuela y el profesor Schuster los hacía escuchar, más bien exponerse, a algunas de sus canciones. El resultado fue que todos y todas se sintieron empoderados, alcanzados por la gracia divina de la virgen sexuada que les dio un boost de energía y autodeterminación. Como una plegaria, la potencia de sus pulsiones logra ir más allá de su propio narcisismo. P.M.S.
F. Fiasco
No tuvo un buen romance con el cine. De hecho, es peste de boleterías: su éxito global como cantante nunca se reflejó en la pantalla grande. Lo paradójico es que antes de su primer disco ya había hecho un papel en 1979 en una película que, no por casualidad, fue totalmente olvidada. (A Certain Sacrifice se editó en video y no se estrenó en cine). Su debut en comedia con Buscando desesperadamente a Susan y luego en ¿Quién es esa chica?, podría haber augurado mejor carrera y aunque no pasó, al menos esas películas registran el ligero espíritu ochentoso de su juvenil inicio poperil. Hay que decir que lo intentó todo: trabajar con cineastas consagrados como Woody Allen y Abel Ferrara, ser Evita en la adaptación del musical de Broadway, dirigir sus propias películas o actuar en las de su pareja Guy Ritchie, ser una chica Bond… Otra paradoja: sus películas más provocadoras como A la cama con Madonna tuvieron menos impacto que algunos de sus videoclips, que escandalizaron a más escala. Su magnetismo de diva de cine nunca lo logró como actriz, sino en su canción “Vogue” dedicada al Hollywood dorado. Su papel más digno tal vez sea su versión de cartoon glam en la adaptación del comic de Dick Tracy. A esta altura hay que decir que para ser Top Pop, Madonna nunca necesitó del cine, ni el cine necesitó de ella. Diego Trerotola
H.Humor
Las última andanza en escena de la Mater Pop fue, no hace tanto, el insólito show “Tears of a clown”, de dos fechas únicas. En él, dragueada de payasa con maquillaje a lo Pierrot, se le animó a un seteo casi acústico y muy íntimo, con versiones de canciones propias, algunas rarezas de su catálogo y una entrada en triciclo gigante que ojalá remoce para próximas ocasiones. Es que el sentido del humor de la estrella pop suele latir oculto entre escándalos y coqueterías. Sin embargo, su capacidad de observación y de tomarse el pelo a sí misma afloran como rima salpicada pero constante a lo ancho de su carrera.
Yendo más atrás, hubo épocas en que “raro” equivalía a “nuevo” y, por ende, a “vendible”. Su reputación como constructora de colaboradorxs se forjó gracias a que no solamente fue definiendo el sonido pop de los años ‘80 y ‘90 sino que para ello se valió de la gente indicada, colaborando en el camino a instalar el culto a lxs productorxs musicales: hoy es impensable dialogar sobre una canción pop sin conocer quiénes están detrás de su arquitectura.
En calidad de empresaria multirubro, la línea de cosméticos que lanzó en Japón en 2014 y que ilustra la portada de este ejemplar es, posiblemente, uno de los últimos yacimientos de innovaciones a los que sus seguidorxs podamos aspirar. La mascarilla con cromo fue copiada por medio planeta; de los parches para ojeras se dicen maravillas. I.A.
M.Mutante
Madonna, aquella, la que hacía una revolución a cada disco, tenía algo de dulcemente vengativo en su discurso que la hacía genial. Era una Montecristo o encarnaba la representación de una Montecrista, digamos, que venía a mostrar el reverso gozoso del cuerpo gay tal como este circulaba en la sociedad secreta. Ella fue la única que nos decía que el mundo no se terminaba en los programas de televisión argentinos que denunciaban personas gays, por ser gays; o que se reían de personas gays por ser gays; o que esa Alianza televisión/familia, no era el fin del mundo para nosotros.
Madonna le puso a los gays el lado brillante, seductor, sexy, poderoso, para sacarnos de la ecuación vergüenza/miedo, a la que nos sometía la familia. Desde su nombre en adelante todo era reinventarse. Pero esa reinvención siempre venía unida a un duelo. Para ser esta nueva persona que propongo, mato a la anterior y no vuelvo, y otra más, y otra más.
Madonna nos dio a los gays ese plus de vida que nos fortalecía después de que nos mataban como nos mataron y nos matan y como solo ella nos enseñó a emerger. Madonna es la reina de la reinvención, como es la de la muerte del pasado. Siempre nos mostró que después del momento en el que nos ajustician, está el momento del renacimiento, en el que juntamos los retazos de la cultura que nos queda, y cambiamos de tema. Madonna nos enseñó que a la cultura se la combate, cambiándole el tema de conversación. Ariel Schettini
O.¡Ocaso!
Camille Paglia fue la primera académica en llamar la atención sobre el cambio cultural que venía a proponer Madonna en los años 90. Desde una nueva relación con la iglesia, de la que Madonna hacía un neopaganismo hasta la fantasía gay de objetivar el cuerpo masculino como nunca se había hecho antes en los medios masivos. Ahora la misma Camille Paglia es la que nos dice que esta nueva Madonna que tan bien mostró la disrupción a fin de siglo, no sabe cómo moverse en este y lo que nos termina dando, es, en sus palabras “una larga crisis de edad madura”. Eso es Madonna hoy una mujer que no envejece con la elegancia de Lena Horne, sino que nos regala un modelo vivo (valga la contradicción) de Sunset Boulevard (1950), o Nace una estrella (1937): una mujer que pone en escena el autoinflingido castigo al que se somete porque no sabe qué hacer con el envejecimiento de su cuerpo. Y toda la inquietud con la que nos colmaba antes ahora no es más que “convicciones” políticas de derecha radical que nos da vergüenza a todas cuando se las escuchamos y que le perdonamos como cuando habla nuestra bisabuela, inocuas fiestas de caridad, mezcladas con proposiciones escénicas de las partes de su cuerpo con las que quizás sorprenda a los embajadores y presidentes (todos hombres mayores y heterosexuales) con los que le gusta departir últimamente. A los jóvenes queer a los que conmocionó antes, ya no les mueve un pelo. A.S.
O.Origen
OK, ahora para ser una estrella pop no solamente hay que meter algunos hits bien bailables. No alcanza con ser sexy y querer divertirse, digamos. Hay que pensar en la estética de los videos, hay que imbuirse de cierta identidad artística que va bastante más allá del sonido en el estudio de grabación. A la hora de hacer tour internacional en grandes estadios, hay elementos de lo teatral que no pueden estar ausentes. Y nada de eso existía antes de Madonna: así como ella se inspiró en David Bowie y Debbie Harry para construir su propia marca, todas las aspirantes a divas pop que la siguieron (Katy Perry, Ariana Grande, la misma Britney, Christina Aguilera) se inspiraron en ella. Y no es un lamento nostálgico del que cree que su época fue mejor que cualquier porvenir: se trata de poder localizar el origen (ya que hablamos de una artista tan ligada a lo religioso, podemos decir la génesis) del mundo pop tal y cual lo conocemos hoy. Mucho de lo que damos por sentado fue introducido por esta chica de Detroit de 1.64 que tomó al mundo por asalto. Y en ese origen siempre hubo lugar para la historia: así como nadie invento la cultura gay, Madonna siempre se cuidó de hacer referencia a sus propios antecesores. Desde el homenaje a Metrópolis en Deeper and Deeper hasta la lista de estrellas del final de Vogue, pasando a su relativamente reciente fanatismo por Frida Kahlo, es una diva leída y vivida. Que puede recitar poemas de Maya Angelou, que no necesita que le cuenten lo que pasó en Stonewall y que su talento esta a la par de los grandes artistas a los que se suele nombrar mas que a ella: Prince, Michael Jackson… Y no solamente está a la par sino que los sobrevivió. Con un disco nuevo en el camino, del que sabemos que tiene influencias del fado portugués y algo de Music y American Life, podemos decir que sabemos cuándo arrancó esta historia y por suerte no tenemos idea de cuándo va a terminar. Porque si algo nos enseñó en todos estos años, si algo pudimos aprender, es que podemos ser insaciables sin sentir nada de culpa. P.M.S.
R.Rescate
En medio de la crisis del VIH Sida, en los 80, era casi imposible encontrar celebridades LGBT o incluso alguna referencia de apoyo a la comunidad. Ella daba sus primeros pasos y se jugò cuando ni en la industria nio en la opiniòn pùblica era algo que “garpara”. Madonna se convirtió en una aliada, mejor dicho en la reina de los putos. A diferencia de otras divas o subdivas, digamos, Susana Giménez, que nunca se tomaron en serio la devoción gay, Madonna siempre supo que éramos su publico y nos dio un lugar. Más que VIP.
El periodista Matt Cain, que creció en esa época, recuerda que no encontraba modelos de hombres gay en los que reflejarse o inspirarse y remarca algo que se suele pasar por alto: cuando George Michael y Freddie Mercury seguían en el closet, ella ya era una vocera de la comunidad. En una visita por Buenos Aires, Cain no se pudo sacar de la cabeza las canciones de Evita y decidió escribir una novela que acaba de publicar, La Madonna de Bolton, en la que habla de un chico gay que se crió en un pueblo donde la fuerza de Madonna es lo que lo ayuda a salir del pozo. Lo que cuenta en esta novela autobiográfica le pasó a muchísima otra gente: cuando alguien se pregunte cómo es eso de que miles de personas se juntaron a celebrar su cumpleaños en una discoteca, desde el Royal Vauxhall Tavern de Londres hasta Flux en Marcelo T, pasando por boliches de Canadá y Australia, tiene que prestar atención al lugar que Madonna ocupó, con alegría y compromiso, desde siempre. P.M.S.
V.Voguing
Para cuando Madonna editó “Vogue”, la fiebre del voguing apenas comenzaba a invadir las ciudades centrales de los Estados Unidos desde núcleos en un principio concentrados en los ghettos neoyorquinos, con sus minorías no solamente lgtbiq sino sobre todo raciales y étnicas; el documental Paris is burning, a su vez, había expuesto un fenómeno cuya trascendencia hubiera resultado inimaginable entonces o, mejor dicho, incomprensible. De ese film, el músico y pionero punk Malcolm McLaren había tomado unos sampleos de audio que incluyó en el tema que muches podrían argumentar que Madonna calcó para el hit que aquí nos atañe: “Deep in vogue” es una canción housera y no tan pop, con las voces de dos pioneras de la pose y la coreo despachando arengas. ¿Lo hizo masivo Madonna? Claro que sí. Hoy difícilmente estaríamos rindiendo culto al film de Jennie Livingston sin ese empujón brutal. ¿Es reprochable el procedimiento? Tanto como la compulsión capitalista de consumir y la generación de demanda. No porque sí el malogrado Morrissey la renombró como “McDonna”: ella es producto, es maquinaria, es visión y es conquista. Y no se hace la tonta.
Así de flagrantes cuesta hallar otros momentos en su carrera. Para jugar a la cowgirl priorizó el atuendo alusivo, mientras que para los sonidos capturó al francés Mirwais, a quien no soltó hasta dos discos más tarde, e imaginó con él y su guitarrista Monte Pittman los acordes serruchados de country folk a caballo de Moroder. El clip de “Don’t tell me”, firmado por J. B. Mondino, es buena imagen: ella desanda cansina y sola una ruta perdida, cardos ardidos, y cuando el plano la muestra de cuerpo entero comprendemos que sus pasos patean en realidad una cinta automática y que ese cielo limpio, esa tierra quebrada, son un artificio más que festejarle. I.D.
“Ray of Light en Parlantes Holofónicos”. El viernes 17 de agosto a las 20 en Auditorio Kraft (Florida 681) en estas tierras se celebra el cumpleaños de Madonna con un encuentro para redescubrir el disco Ray of Light a todo volumen y en total oscuridad.