En el enorme parque arbolado del Hospital Muñiz están distribuidas unas veinte salas, que son en realidad grandes pabellones, algunos para la internación de pacientes, otros destinados a las diferentes especialidades médicas. Después de mucho caminar encontré la Sala 8. Afuera hacía frío y lloviznaba, y enseguida la sensación al llegar fue agradable, el lugar estaba bien calefaccionado. Mientras esperaba poder conversar con Yessica sin interrumpir el Taller de Maquillaje que se dictaba en ese momento en un saloncito al fondo, una mujer entró y me preguntó si ahí estaban las psiquiatras de guardia. Yessica ya me había visto y se acercaba. Nos presentamos y le transmití la inquietud de la mujer, que estaba algo angustiada, a un costado. “Ahora no están -le dijo Yessica con una espontánea actitud contenedora- pero estamos haciendo un taller de maquillaje. ¿Querés participar?”. La mujer titubeó un poco, pero con la invitación amable y afectuosa, comenzó a aflojarse y, más relajada, se unió al grupo. El experto maquillador Juan Gasparini -que según me contaría Yessica en la entrevista había maquillado “a las famosas”- aplica una sombra en los ojos de la chica que oficia de modelo, iluminado su rostro por un rayito de sol que se va haciendo lugar entre los nubarrones a través de la ventana: “Piensen que el ojo tiene una curva, ¿no? Arranca el lagrimal acá, sube la curva y baja. Esta bajada es lo que yo tengo que, como un efecto de ilusión óptica, hacer que suba. Entonces, desde la parte más alta, tenemos que empezar como a subir. Eso es lo que hace que visualmente el ojo se levante y se proyecte”. Yessica está apenas maquillada con una base suave y los ojos oscuros delineados. Habla en voz baja para no interferir con el desarrollo del taller.
¿Cómo nació Trans-Vivir?
–El grupo lo armó Claudia Pía Baudracco hace seis o siete años. Ella fue una gran militante que estaba en la organización ATTTA (Asociación Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina), fue la que tuvo la idea de entrar al hospital para que no nos discriminen más. Las chicas no querían ni pisar este hospital. Y así fue que ella dijo “Vamos a entrar, vamos a levantar a las compañeras que están internadas, las vamos a bañar, las vamos a peinar, las vamos a maquillar”. Ella era de esa idea, también de concientizar a los médicos y a todo el personal. Yo la verdad es que no estaba muy de acuerdo, una vez, en los 90, había tenido una discusión con una médica y no volví más. Y cuando ella me lo propuso dije “Ni loca. Yo no piso ese hospital”. Ella insistió.
¿Cuáles eran los motivos del rechazo?
–Antes te ponían en sala de varones. Ni siquiera te preguntaban si te molestaba. A partir de la ley de identidad de género, eso cambió. Empezamos a pelear para que nos pongan a las chicas en la sala de mujeres. Hicimos una vez una reunión con todos los jefes de salas y dijimos que nosotras teníamos que estar en la sala de mujeres, tengamos o no documento. Por regla del hospital, ponían solamente a las que tenían el DNI, pero bueno, ya era algo. La 16 fue la primera sala de mujeres donde fue internada una chica trans, pero fue porque la jefa de la sala era una genia. Entendió todo, era un amor. Nos dijo “Vengan, acá hay lugar para ustedes”. Nosotras no fuimos al choque, no es que pasábamos por sobre la jefa de la sala o sobre las autoridades del hospital. Nosotras respetábamos eso también.
¿Cómo ves la atención en el hospital?
–El mes pasado hicimos un abrazo al Muñiz. Convocó mucha gente, porque yo creo que se está jugando con la salud, porque quieren cerrar cinco hospitales para meterlos en uno solo. ¿Y qué va a pasar con la gente de otros hospitales? Acá mismo te dicen “No hay más camas para internación”. Imaginate si traen cinco hospitales más. Entonces estamos apoyando a la gente del hospital, porque acá hay gente buenísima que nos apoya también a nosotras. A veces nos encontramos con alguna enfermera que nos avisa que hay una compañera nueva internada. Ya nos reconocen en el hospital y hay un montón de gente que sabe que estamos acá para dar una mano, y no solamente eso. Hubo una exposición de fotos que hace gente de acá adentro, y venimos. Siempre que hay algo, nos convocan como grupo de personas trans, para dar charlas en los congresos, y para nosotras eso es genial. Nos tienen en cuenta. Hay doctores y enfermeras que todavía discriminan, hay gente que sirve la comida que también discrimina. Vamos como metiéndonos y haciéndonos conocer. Si alguien tiene una falta, buscamos la manera de solucionarlo, primero vamos a hablar, y si no la entienden por las buenas, vamos a lo legal. Porque hay una ley, que mucha gente no conoce, y no la respeta. Cuando salió la ley, le sacamos fotocopias y las pegamos en todas las salas.
¿La atención ahora es buena?
–Yo estuve recibiendo quejas de chicas a las que les está faltando medicación para el VIH.
¿Y los demás insumos? ¿Las chicas hospitalizadas tienen todo lo que necesitan?
–El otro día una chica que está internada me dijo que no tenían calmantes para darle. Tiene cáncer y poca probabilidad de vida. Es otro tema, porque no sabemos qué hacer, no tiene familia, no tiene nada.
¿Tienen asistencia social en el hospital?
–Articulamos con las organizaciones, pero acá en el hospital no. Las mandan, les dicen “andá, hacete la pensión”, les pasan la dirección y nada más. A hacer todos los trámites las ayudamos nosotras. A mí me dan ganas de ayudar a todas las mujeres que está internadas acá. Nosotras tenemos un ropero con ropa para las compañeras. Y algunas chicas cis, me piden si puedo conseguirles ropa para ellas.
¿Y cómo es hoy el acceso a las pensiones no contributivas?
–Están recortando todo lo que tiene que ver con subsidios y pensiones. Ayer me llamó una chica que es de Santa Fe, que tuvo un problema en el ojo y le quitaron el pase libre. Está mal, re deprimida. La mandan a acá a Buenos Aires para que el médico le haga otra vez un papel para que puedan volver a darle el pase para viajar. Ella tiene una especie de subsidio. Pero ahora la mandaron del hospital de Ceres a Buenos Aires, para que el médico que la operó le diagnostique el porcentaje que tiene de visión, para ver si le dan de nuevo el pase para viajar o no.
Es complicada la burocracia, supongo que más para una persona trans.
–La hacen volver a Buenos Aires, donde no conoce a nadie. Yo la acompañé todo el tiempo hasta que se operó, no la conocía. La esperaba acá en Buenos Aires, ella no tenía ni para viajar. Al principio tuvimos que ir a la casa de Santa Fe, averiguamos cómo hacer para que ella consiguiera un pasaje. En la Casa de Santa Fe, como vieron que venía al médico, le pagaron los pasajes de ida y vuelta. Todo ese tema por un ojo, algo que le podrían hacer allá en su pueblo. Se lo hacen todo a propósito, para sacarle el subsidio.
¿Los talleres que hacen en Sala 8 son abiertos a todo público?
–Sí, las puertas están abiertas, invitamos a todos los que quieran venir, porque si no, nosotras, que somos discriminadas, estaríamos discriminando al resto. Para mí, la diversidad tiene que ver con todo. Y por qué no conocer a una persona que venga de afuera y que quiera aportar alguna ayuda. Todo nos sirve. Y así mucha gente que ha venido a nuestros talleres y dicen “Yo sé hacer tal cosa o conozco a una persona que sabe de lectura”. Y esas personas pueden venir y enseñarnos algo, y nosotras podemos enseñar a esa persona que tal vez no es del colectivo, cómo manejarse con nosotras, en la calle o donde sea, porque la vida es difícil para nosotras, llevamos una vida muy golpeada y creemos que el que se va arrimar se nos arrima para hacernos mal. Y no, tal vez quiere darnos una mano y no sabe cómo. l
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