El docente en cuestión da clases de “Construcción de la Ciudadanía” en el colegio ESB N° 3 de Brandsen. Sus estudiantes tienen en promedio 12 años y en el aula conversaron sobre sexo y autosatisfacción. La escuela recibió quejas del contenido de la clase y en los medios de comunicación se escuchó una y mil veces que “se pasó de la raya”. Las autoridades educativas separaron al docente de su cargo mientras iniciaron una investigación.
El caso, o más concretamente los comentarios alarmados que generó, imponen ciertas preguntas: ¿qué entienden por educación sexual quienes se alarman ante un docente que habla de la masturbación? ¿Quiénes y de qué modo modulan las prácticas y saberes sobre sexualidades y géneros en las instituciones educativas?
Para empezar no está de más recordar que la ley de Educación Sexual Integral 26.150 fue sancionada en 2006 y tiene plena vigencia, aunque muchxs diputadxs y senadorxs hayan ignorado su existencia en el reciente debate sobre la legalización del aborto. Esto significa varias cosas: que la sexualidad es desplazada del ámbito de lo privado, para ser posicionada explícitamente en el ámbito público y abordada como política educativa en términos de derechos. Lxs docentes están amparadxs, y también obligadxs por ley a brindar educación sexual integral.
También es cierto que sigue siendo un territorio permanente de discusión pedagógica: no existe una homogeneidad en las formas y en los contenidos de la ESI. Si bien existen unos lineamientos curriculares básicos acordados federalmente en el año 2008, el artículo número 5 habilita la disputa acerca de los significantes “educación sexual” al posibilitar “la adaptación de los lineamientos curriculares a su realidad sociocultural”.
Esto incluye una línea católica que se autodefine como una “educación en el amor” que incluye conceptos como la virginidad, la castidad y la abstinencia sexual en la adolescencia, así como en la heterosexualidad obligatoria.
La educación sexual también puede ser no normalizante y ampliar el horizonte de la sexualidad más allá de la función reproductiva y heterosexual. Enseñar la existencia de partes del cuerpos que brindan placer y no cumplen funciones reproductivas, como el clítoris, el ano, etc.; formas de estimulación con el propio cuerpo y con objetos; y promover la autoexploración y autoconocimiento en pos de una vida sexual plena, corriendo a la sexualidad de las nociones de riesgo y amenaza en la que frecuentemente queda capturada.
En ese marco la masturbación lejos de ser una práctica sexual condenada moralmente es entendida como una práctica que reivindica al cuerpo como fuente de placer y reinstituye la soberanía sobre el propio cuerpo.
Las preguntas no deberían quedar sin respuestas. “¿Qué versiones de la educación sexual son posibles y construibles en nuestras escuelas y aulas, en nuestras prácticas docentes, en nuestra propia imaginación pedagógica y sexual?”, se pregunta la maestra lesbiaba val flores en ESI: Esa Sexualidad Ingobernable. El reto de des-heterosexualizar la pedagogía. Y aquí nos preguntamos: ¿Qué posibilidades de aprendizaje (in)habilitamos para lxs estudiantes?