Allpa Munay, vocablo quechua que se traduce más o menos como “amor a la tierra”, es el nombre que escogieron cuatro muchachos (promedio 29 años) para bautizar su banda. ¿Qué banda?: una dedicada, con toda la audacia que implica el caso, a versionar a don Héctor Roberto Chavero. La muestra tangible es un disco de quince piezas cuyo nombre lo explica a medias: Yupanqui inédito. A medias porque efectivamente es un trabajo de quince piezas que mezcla piezas conocidas del acervo yupanquiano (“Preguntitas sobre Dios”, “Te dicen poeta” o “Cachilo dormido”, entre ellas), con un resto que sí le hace honor al nombre del disco. “Pampa”, que Yupanqui compuso junto a Pedro de Ciervi, es una. Un yaraví profundo y triste llamado “Serenata india”, o “La abandonada”, cuya música pertenece a Alberto Acuña, son otras. “Fue un trabajo muy grande el de encontrar un sonido propio, dado que el grupo fue directo al disco. Lo más arduo consistió en ensamblar guitarra y piano, un sonido que no se encuentra mucho en Yupanqui”, explica Nicolás Kamienkowsky, el guitarrista, días antes de presentar el disco en Hasta Trilce. “Yo creo que, en parte, esto obedece a que los cuatro somos músicos de conservatorio y de música popular. Fue una posibilidad y a la vez un desafío buscar un timbre entre guitarra, piano y percusión, junto con mi voz, que está trabajada con una técnica lírica. Estuvimos dos años para lograrlo”, interviene otro de los partícipes de la nota con PáginaI12, el cantante Fernando de Gyldenfeldt, entrenando sus notas vocales para estrenar el disco en público mañana a las 21 en la hermosa sala de Maza 177.
La posibilidad de hacerse de material inédito de Yupanqui llegó a los muchachos vía Miguel Angel Palacios, poeta y padre de Pablo, el pianista, que había ganado un certamen de prosa yupanquiana, frente a un jurado que integraban Jairo, Suma Paz y el Kolla Chavero, hijo de Atahualpa. “Y el contacto se consolidó una vez que él nos escuchó tocar ‘El niño duerme sonriendo’”, evoca el cantor. Acto seguido, Chaverito le entregó unas partituras inéditas de Chavero, entre las que figuraban, además de las nombradas, la bella “Forastero” (letra de Yupanqui, música de Carlos Guastavino), y una insólita cumbia, con música de Roberto Valencia, llamada “Piel Caoba”. “Accedimos a la partitura, la leímos y dijimos... ¡chau, esto es una cumbia!”, se vuelve a sorprender Gyndenfeldt, cuya idea de interpretar a Yupanqui data de cuando estudiaba biología en la UBA, junto al guitarrista. “Yo, como cantor, pensaba mucho en abordar la obra de don Ata. Empecé a buscar un compañero, algún amigo con quien tuviera afinidad, y así conocí a Nico”, refrenda. “Ambos llegamos a la conclusión de que teníamos dos amores: la biología y la música, y la obra de Yupanqui en especial”.
“Entonces nos juntamos a tocar unas chacareras, empezamos a pensar en otros músicos, y así apareció Pablo, que fue quien impulsó la idea de abordar un repertorio no tan conocido de Atahualpa. Del estereotipo homenaje pasamos a indagar en obras inéditas, o poco escuchadas. Y en ese camino nos dimos cuenta que Yupanqui tenía distintos tipos de canciones, y quisimos cubrir todo el espectro, desde las bien metafísicas, hasta otras que hablaban del amor a la tierra, al paisaje, o del aspecto social”, desarrolla el tenor. El cuarteto nació hace cuatro años y, ya con la inclusión de Nahuel Villegas en la percusión, se puso el overol para llegar a un disco que requirió, lógicamente, de altas dosis de audacia. “Mucha búsqueda, mucha lectura, mucha investigación, sí. Si bien no fue un trabajo museológico, para nada, sí fuimos a lo desconocido y le buscamos un sonido de este siglo. Meternos en temas corales también fue una osadía, pensando en qué podíamos aportar nosotros en este sentido después de haber escuchado tipos como, no sé, el Dúo Salteño”, sincera Gyldenfeldt.
–¿Se imaginaron a Yupanqui sobrevolando el estudio como un espectro y opinando sobre las versiones? Era bravo el tipo, sentencioso.
Nicolás Kamienkowsky: –Bueno, sí. Para nosotros fue importante que viniera su hijo al estudio y nos hiciera algunas sugerencias. Que siguiera apoyando el proyecto después de escucharnos sin duda fue un gran aliciente, máxime teniendo en cuenta que no nos quedamos en lo criollo, sino que le metimos un sonido de hoy, conservando alguna esencia. ¿La verdad? No sé qué diría Yupanqui de esto (risas).
Fernando de Gyldenfeldt: –De todas maneras, el aval del Kolla es un buen indicio. Y además, quisimos respetar algo esencial en Yupanqui, que era el silencio y que la zamba sea una zamba, aunque con algún colorcito.
N. K.: –De hecho, el tema que más le interesó al Kolla cuando lo escuchó fue “Quién sabe por qué”, que nosotros decidimos trabajar por un lado como una vidala profunda, y por otro, con una impronta cósmica, abierta, desde los colores del sonido hasta los coros, y un pianísimo muy bello, además de su tono existencial.