La base del tenis profesional afronta una cruda realidad: está infectada por el mundo de los apostadores, las mafias y los arreglos de partidos que mueven millones de dólares. Los distintos protagonistas coinciden en que los arreglos de partidos llevan una década y más también, y que la problemática no se trata algo sencillo de erradicar. Hay fuentes de primera mano, variaciones bruscas en montos apostados en partidos poco relevantes, zambullidas difíciles de creer, retiros repentinos con resultados adversos o cuando falta apenas un punto para finalizar un partido y malas reputaciones. De igual forma, existen listas de jugadores y partidos sospechados desde hace varios años. Faltan pruebas, falta castigo y existe una dificultad: hay situaciones más evidentes que otras pero que no se pueden probar judicialmente.
Los rumores, asimismo, corren con rapidez: que tal o cual jugador va a los torneos a ofrecer tanto por partido, que tal “trabajaba” para las mafias (rusas, italianas, eslavas), que aquel otro se solía dejar perder. Pero a la hora de poner el asunto sobre la mesa la realidad se escurre. La totalidad de las personas consultadas por Enganche por este tema piden el anonimato y aducen que hablar en on podría traer “múltiples problemas”. Sucede que la mugre que rodea este presente del deporte, en general, se torna inmanejable.
La sofisticación del negocio llegó a tal punto que se contratan a personas en las ciudades de los torneos para que vayan cantando por celular rápidamente el tanteador. Ese puñado de segundos que se ganan con respecto al livescore oficial es información con la que cuentan los apostadores y que les permite hacer una apuesta inmediata con mejores dividendos. Esas personas que cantan los resultados, de ser identificadas por los organizadores, son expulsadas de los torneos.
Ocurrió en múltiples ocasiones en torneos Futures y Womens Circuit en Argentina, durante 2017. En Vicente López, por ejemplo, insistían a diario en volver a ingresar al club tras ser invitados a retirarse. En Rosario, la policía debió sacar por la fuerza a algunos de ellos; en Córdoba, hasta se disfrazaban de jugadores de tenis sociales y buscaban camuflarse con el raquetero en la espalda.
“Para nosotros no es nada sencillo. Tenemos que estar atentos a todo lo que pasa alrededor de los partidos y desde hace un tiempo tampoco se nos permite estar cerca de las canchas con el teléfono celular”, describe a Enganche un árbitro habitué de estos torneos. “Últimamente, les importa cada vez menos. Estudian con anterioridad cómo y dónde se van a mover y hasta cuando detectan que ya nos hemos dado cuenta de sus intenciones, algunos te amenazan, te dicen que saben quiénes componen tu familia, dónde trabaja tu esposa o a qué jardín va tu hijo”, reconoce. De hecho, la ATP tiene una larga lista de personas “marcadas” a las que no se puede dejar ingresar, y los nombres llegan a los organizadores de cada torneo Challenger. En ITF también hay un registro similar y, al menos a nivel local, ya tienen identificados a varios de ellos.
En ese contexto, los jugadores son contactados por personas que les ofrecen dejarse perder, y en situación de crisis (económica y de futuro) están quienes tuercen la mano, aceptan y prefieren arreglar un partido. Los arreglos pueden incluir perder sets o games. También hay jugadores y entrenadores involucrados que actúan de intermediarios y que entran en ese juego perverso. Algunos flaquean, otros no.
“Llegamos al punto de que yo me tenga que convertir en una tumba y quizás no puedo irme a entrenar si tengo una molestia por miedo a que alguien me vea, escuche un comentario que puedo hacerle a un colega y después apueste. Eso como lo mínimo. Porque los más osados te esperan cuando salís de la cancha y te dicen así, directo. ‘¿Te sirven 5.000 euros por perder?’”, relata un tenista sudamericano.
Mientras tanto, las redes sociales inauguraron el nuevo fenómeno: el bullying. Es muy común que jugadores reciban mensajes en Twitter o Instagram (públicos y ahora ahora también privados y directos) con insultos y acusaciones de dejarse perder. El tenista español Roberto Bautista Agut contó alguna vez que le dijeron que lo colgarían de un arbol. "Algún día habrá una desgracia por las apuestas", aseguró en 2016 el actual número 19 del mundo. "Es peligroso, algún día habrá un disgusto, seguro", reiteró y se explayó sobre el desagradable episodio, hace algunas temporadas. “Yo llevé un mensaje de Facebook a la comisaría. Un tipo me escribió: "Cuidado cuando salgas de casa, porque voy a estar esperándote y te voy a colgar de un árbol", contó el valenciano. El suyo no es un caso aislado, su compatriota Nicolás Almagro, también denunció el acoso a los jugadores: “Me han llegado a decir que me iban a partir las piernas”.
El argentino Guido Pella es otra de las voces que suele defenderse ante este tipo de ataques. El año pasado, luego de perder ante el alemán Peter Gojowczyk (108° en el ranking mundial), en la primera ronda del ATP 250 de Atlanta por 7-6 en el tercer set, el bahiense explotó en sus redes sociales. "Qué lástima la cantidad de mensajes diciéndome cosas horribles que recibo. 45 mensajes, los conté. Corrí 2:15 hs, nadie más que yo quería ganar. Siempre corro y juego para ganar. Obviamente son todos apostadores, pero estaría bueno que no se metan con mi familia, métanse conmigo", escribió Pella en su cuenta de Twitter.
Para ocuparse de todos estos tema está la TIU (Tennis Integrity Unit), un organismo creado en 2008 para combatir el problema de la corrupción en el tenis relacionado con las apuestas. Es un órgano independiente que funciona en colaboración con la ATP, WTA e ITF. Hace dos años, un informe provisional de la Comisión Independiente de Integridad en el Tenis concluyó que el circuito tenía problemas de integridad "muy significativos", especialmente en los niveles inferiores donde crecen las penurias económicas entre los casi 15.000 profesionales del tenis.
Por ese entonces, una encuesta de 3.200 jugadores descubrió que el 16 por ciento tenía conocimiento de primera mano de los jugadores que apostaban por partidos, el 11 por ciento sabía que se proporcionaba información interna y el 14,5 por ciento del arreglo de partidos. De estos, el 35 por ciento dijo que tenía conocimiento de más de un arreglo.
Durante 2018, la TIU suspendió a dos tenistas argentinos por arreglos de partidos y a otro más por no denunciar que quisieron sobornarlo. Además, Enganche pudo averiguar que hay un puñado más de nombres argentinos y sudamericanos bajo investigación. El caso más resonante ha sido el de Nicolás Kicker, Top 100 y quien había debutado en el equipo argentino de Copa Davis esta temporada. Kicker fue suspendido por tres años (la pena original era de seis, pero se suspendió la mitad del período sobre la base de que el jugador no cometa más infracciones del Programa Anti-Corrupción) y lo multó con 25.000 dólares al ser declarado culpable por arreglar un partido en el Challenger en Padua, Italia, en junio de 2015, y otro match en el Challenger en Barranquilla, Colombia, en septiembre de esa misma temporada. Según confirmó Enganche, Kicker podría solicitar en 2019 la reducción de la pena teniendo buen comportamiento para intentar volver a finales del próximo año y no en 2022. Kicker, de 25 años, se considera inocente y elige pasar más tiempo con su familia, entrenando con otros jugadores o en el club Kicker Klub Haus, en Merlo.
Patricio Heras, número 306 de la ATP, fue suspendido provisoriamente luego de ser declarado culpable de arreglar el resultado de un partido en el Challenger de Barranquilla, Colombia, en septiembre de 2015 y de no informar a la TIU sobre varios posibles acercamientos para influir en otros resultados. Algo similar le ocurrió a Federico Coria, hermano de Guillermo, quien cumplió una sanción de dos meses luego de ser sancionado por en infringir el reglamento anticorrupción y no avisar sobre ofertas, pese a no aceptar el soborno.
La proliferación de casas de apuestas, tanto en línea como presenciales, viene acompañada del fraude a escala internacional ante la posibilidad de arreglos de partidos, en infinidad de disciplinas y torneos, generalmente de segunda fila, para beneficio propio y (en mayor medida) de bandas expertas en sacar rendimiento al deporte y blanquear dinero negro gracias al paraíso poco regulado.
Las apuestas deportivas son preexistentes al deporte profesional. Hay indicios de que ya existían en los Juegos Olímpicos de la Antigua Grecia. El nudo del asunto no son las apuestas en sí, sino las posibilidades que surgen a partir de la opción de apostar en tiempo real, con la presión puesta sobre una enorme oferta de jugadores vulnerables y pasibles de hacer arreglos. Allí reside el gran flagelo que afronta hoy la base del tenis profesional. Algo que parece lejos de acabarse.