Esta es la historia de la chica que cantaba encima de las canciones que sonaban en la radio. Laura Casarino había recibido como regalo de sus padres un minicomponentes con doble casetera, sintonizador de AM/FM y bandeja para vinilos. Y se pasaba el rato haciéndole coros a sus artistas favoritos, como Celeste Carballo y Charly García; sin que ellos lo supieran, claro. Había un tema en particular que le encantaba intervenir una y otra vez: “Yo no quiero volverme tan loco”, un clásico del inaugural Yendo de la cama al living. Dos décadas más tarde, el propio García la iba a invitar a participar en “Tu vicio”, uno de los hits de Influencia. “Nunca lo anoté en AADI”, dice ahora la cantante, que hizo de aquella temprana vocación un oficio. “Quedó ahí, je. Yo ganaba muy bien en AADI, por ser intérprete de todas las canciones de Los Twist. Pero me olvidé de lo de Charly, nunca lo anoté. Estuve lerda”, bromea.
Entre una escena y la otra pasó una vida, que de alguna manera aparece condensada en Franca, el álbum que marca su demorado debut como solista. La joven que se había anotado en la carrera de biología genética para seguir con la tradición familiar de los títulos universitarios, conoció a través de una compañera a Fernando Samalea. Y ya nada fue igual. “Él tocaba en Clap y empezamos a ir juntos a todos los lugares donde había música, el Stud Free Pub y otros. Era en el ‘85, yo tenía 19 años y ya cantaba, era fotógrafa y también desfilaba en las Bienales que se hacían en Recoleta. Un día iba en un auto por avenida Libertador, me puse a cantar algo que pasaban en la radio y uno de los chicos me dice: ‘Che, Danny Peyronel está produciendo un disco, ¿no querés grabar?’”. Así llegó su primera entrada a un estudio, aunque no pudo encontrar satisfacción. “Peyronel estaba trabajando con un grupo que se llamaba Stravaganza. Era pop, era en inglés y yo no entendía muy bien qué hacía ahí”.
El camino que la llevó a materializar sus propias composiciones estuvo lejos de ser lineal. Ella las registraba en pasacasetes, contestadores automáticos y otros artefactos por el estilo. Formó el dúo Hi-Fi, junto a Flopy Bernaudo. “Y fue otra experiencia trunca, porque no llegamos a grabar un disco. Ahora, mientras lo voy contando, veo que siempre tuve esa cosa de grabar, pero por alguna razón no podía hacerlo”, dice con una sonrisa. “Con Hi-Fi empezamos a grabar en Supersónico, el estudio de Soda, con Tweety González de productor, Guille Vadalá en bajo y Ulises Butrón en guitarra. Eran lindos temas, pero un día fuimos a grabar con María Gabriela Epumer, que estaba en un impasse después del éxito grosso con las Viudas. Y con Flopi le dijimos de armar algo y empezamos con Las Chicas. Con María Gabriela nos pusimos a hacer canciones nuevas: ella hacía la música y yo la letra. Fue por el 92, tocábamos en lugares como Prix D’ami. Llegamos a grabar algo, pero en vivo”.
“Así fueron apareciendo las canciones de Franca”, sintetiza Casarino. El resultado tiene, de hecho, un perfume bien noventoso, por momentos casi grunge. “Claro, a mí me encanta Nirvana. ¡Es que nosotras éramos los 90!”, explica, por si hiciera falta. “Con Flopi cantábamos con Las Chicas y también con Los Twist: éramos las hermanas Telma y Beba Vidal, Pipo nos puso así. Hicimos La TV Ataca, Boro Boro, mucha televisión. A veces teníamos cinco shows por fin de semana. Íbamos seguido a Domingos para la juventud, salíamos de gira a Bariloche por ‘El estudiante’, que era un hit”, cuenta. Entonces toma en sus manos el CD y empieza a repasar la lista de temas. El primero, “Princesa ranquel”, dice, lo hizo con María Gabriela. Después, “Crimen perfecto” tiene letra de Fernando Noy. “Lo mejor está por venir” la compuso en colaboración con Fito Páez. “Franca”, con Lucy Patané. Y “Pordiosera” y “Solo es fe” con Ulises Butrón, con quien además estuvo casada y tiene un hijo en común.
El repertorio, que atraviesa distintos momentos personales y épocas, estaba definido de antemano. Sin embargo, no lograba dar con un marco musical que la convenciera cuando se puso manos a la obra. Trabajó con diferentes productores y músicos, pero no había caso. “No encontraba lo que a mí me gustaba, que era un respaldo sonoro fuerte. Yo me daba cuenta de que quería más rock, más guitarras. Me gusta la cosa decidida, con carácter. Y ahí lo conocí a Guillermo Estévez, que además de ser productor tiene un grupo de heavy metal, Granada. Les mostré ‘Princesa ranquel’, mientras seguía haciendo cosas con otros músicos. Se empezó a dar un ida y vuelta interesante con ellos: había empatía. Cuando me mostraron lo que podían hacer con ‘Princesa ranquel’, fue una maravilla. No podía no trabajar con los heavies. Y empezamos a hacer todas las canciones juntos”, explica. “Uno busca siempre, eso es muy interesante porque vas encontrando diferentes cosas. Pero la verdad es que el sonido me encontró a mí, porque me di cuenta apenas lo escuché. Dije ‘ay, es esto’”, concluye.
Después de largas temporadas con Los Twist y de participar como corista invitada en los shows de Fabiana Cantilo, para Casarino llegó la hora de asumir el rol de cantante principal. “Está bueno, pero yo siempre me sentí al frente. Son muchos años de estar arriba del escenario, tengo ese entrenamiento. Además tuve una etapa tanguera, entre otras cosas hice un ciclo en el Club del Vino en el que invité a Pipo, Celeste y Fito”, recuerda. “Empecé a escuchar a Discépolo y me dije ‘Esto lo tengo que grabar’. Fue como una misión. Después se me fue la pasión por el tango”, dice. La experiencia quedó plasmada en Bacanal, un disco de clásicos que grabó en La Diosa Salvaje, el estudio de Luis Alberto Spinetta. Recién ahora pudo ver la luz, gracias a un subsidio. “A Luis lo conocía de encontrarnos en diferentes lugares. No nos cobró, nos recibió de buena onda. No teníamos un piano verdadero, entonces él puso un parlante adentro de la pared, con un micrófono. Y se escucha genial”.
Para la vocalista, “las canciones de Franca son como los titulares de mi vida. No me considero una poeta capaz de elaborar grandes metáforas, pero escribo letras con ideas limpias y precisas. Cosas que siento, que se me ocurren y terminan en una frase que expresa toda una forma de vida. Un amigo que es doctor en literatura me dijo que, sin querer, hago haikus”. “Lo que busco es buscar/ lo que ya encontré/ lo que nunca encontraré”, canta en el tema que da título al álbum. Parece un juego de palabras, pero podría servir para ilustrar la forma en la que apareció la estética que define al álbum. “Me interesa mucho cantar mis letras con ese sonido fuerte y poderoso”, dice. No es, de movida, lo que se esperaba a partir de las bandas en las que había participado. “Claro, ni yo misma lo había imaginado. La sincronicidad: cuando se van abriendo puertas que no sabías que existían. Es buenísimo eso, porque uno se puede ir descubriendo a partir de las decisiones que toma”.