La poesía siempre ganaba en el alma y el cuerpo de Miguel Abuelo. Lo determinaba. Lo tentaba a cometer ciertas arbitrariedades (buscadas, claro) como por ejemplo ponerle “Días de Kuberito Díaz” a una de sus últimas canciones. Cualquier mortal, analítico, matemático, melómano, hubiera puesto años. Años de Kubero, porque fueron casi tantos como los de la mismísima existencia del rock argentino. El repaso arranca desde su nacimiento en Nogoyá, Entre Ríos (1949) hasta que se integró a La Cofradía de la Flor Solar en La Plata (1968), con veinte años tocando la guitarra en el seno de una familia de músicos. Y desde ahí hasta que pasó a ser parte del elenco estable de La Pesada del Rock and Roll, unos cuatro más. A tales hay que sumarle tres (1972-1974), que incluyeron su disco debut junto a la selección rocker de Billy Bond. Van veinticinco. Un par más hay que anotar como parte del Pedro y Pablo predictadura. Y los diez de esa década perdida, que lo mantuvieron en un hippón viaje musical entre Buzios (Brasil) y varias ciudades de la Europa occidental, como Londres, París, Ibiza y Mallorca.
Si a tales circunstancias, se le suman Cosas mías (disco que grabó como parte de los últimos Abuelos de la Nada), más una década del ‘90 que lo encontró metiendo algunos solos en los discos del resurgimiento de la Cofradía (“regresos que nunca me convencieron del todo”, se sincera), más un siglo XXI que repartió entre su trabajo estable en la banda de León Gieco, y el KubeDíaz trío, hasta llegar a la flamante aparición de Amaneceres, su ¡segundo! disco solista, la cuenta da más de setenta años. Pero no. Miguel Abuelo, testarudo, prefirió hablar de días. De días de leche ardiente, de mente de arena, de un templador de vida, de casas en la montaña. Pero sobre todo le pidió a gritos que largara un poco sus melodías. Y Kubero cumplió con creces. Tardó, pero las largó todas juntas, a borbotones en el mencionado Amanecer, y las mostrará hoy a las 21 en el Teatro Premier (Corrientes 1565).
“¿Cómo olvidar a Miguel?... Es más, él no solo está presente a través de un poema suyo al que le puse una música medio relacionada con la cosa rioplatense (“Palermo Viejo”) sino también en ‘Para Miguel”, homenaje que le devuelvo a través de mi guitarra, y con letra de Pancho Chevez, el pibe de Mundo Alas... Se trata de un rock and roll en la onda Abuelos”, dice el Kubero acerca de una de las patas emotivas del disco que nació en la cabeza de otro amigo: León Gieco. “El fue el que me impulsó a grabar mi disco. Me metió en el estudio para que empezara a probar temas con la acústica, después convoqué a Daniel Saralegui en bajo y Juan Rodríguez en batería, que son los que integran mi trío”, enmarca don Juan Fernando Kubero Díaz de Nogoyá. “Y tras ellos, se fueron integrando un montón de amigos. Tipos que se ofrecieron de onda, lo cual para mí fue algo maravilloso”, cuenta el guitarrista, pensando en Luis Gurevich y Marcelo García (ambos excompañeros en la banda de León), en Juan del Barrio, en Javier Casalla, en Miguel Cantilo, en Luis Robinson, en el “Mono” Izarrualde y en Willy Crook, entre otros. “Ahora tengo que hacer otro, con otra tanda de amigos”, se ríe.
–¿Cuáles fueron los temas que empezó a bocetear cuando Gieco habilitó el estudio?
–Viejos temas de La Cofradía que tenía encajonados y que, excepto “La mufa”, que habíamos grabado con el grupo en RCA a fines de los ‘60, permanecían inéditos. A ese lo puse medio funk, le cambié un poco la onda. Aproveché que vino a grabar Willy Crook y lo hice más funk. También aparece la guitarra slide de Vilanova (Botafogo) y ahí se prende fuego el tema. Después me acordé de “Escorpiano mental”, una vieja canción que habíamos hecho hace más de treinta años con Miguel Cantilo, en Brasil, y que cantábamos siempre juntos, pero que tampoco se había grabado. A León le gusta mucho porque tiene variantes, cambios... está buena.
–El título del tema es contundente y llamativo. ¿Rockeros y signos del zodíaco? ¿Qué pasó ahí?
–(Risas) Bueno, le pusimos así porque éramos muchos los escorpianos del palo: Morci (Requena) de la Cofradía, el Mono Izarrualde, Cantilo, Jorge Durietz, León, Alejandro Medina... Todos escorpianos que nos encontramos de repente. Y con Miguel le pusimos así al tema porque, como buenos escorpianos, éramos re cabezas.
–¿Cómo sería un escorpiano rockero re cabeza, entonces?
–Un tipo que no tiene límites. Solemos salir a flote y surgimos de las cenizas porque somos muy autodestructivos. Cuando algo nos sale mal, lo destruimos y empezamos de cero. Un poco como la historia de este tema que por fin grabamos con Miguel, más su hijo Sufián en teclados y el Mono en flauta traversa.
Otra de las canciones de la primera hora de sí mismo que Kubero versionó en Amaneceres es “Creciendo en espiral”. Hay varias razones para destacar esta pieza. La primera es la intervención del charango en manos de Diego Jasca, que es como decir una pelota de fútbol en los pies de Riquelme. “Es tremendo lo que toca ese pibe... Hasta se le anima a Piazzolla”, refrenda Kubero. También, que el impulso de grabarla provino de muchos guardianes de la vieja guardia rockera, que querían escucharla con un sonido actual, dado que la original había sido grabada cuarenta años atrás, en Kubero Díaz y la Pesada (uno de los discos del catálogo de Music Hall recuperados por el INAMU). Y tercero, porque es un fiel testimonio del clima de época. “‘Crecer en espiral’ es la descripción del viaje que tuve la primera vez que tomé ácido lisérgico, eso de llegar a punto cero y arrancar para ver todo de nuevo”, evoca este amante de las Gibson Les Paul. “Me saqué las ganas de grabar esa, pero aún no de volver a registrar otro de los temas que siempre me piden de ese disco, que es ‘Polvo he de sacudir’”, manifiesta. Las ganas de volver hacia atrás radica precisamente en sacar esas canciones de su tiempo y ubicarlas en el presente, sobre todo porque la versiones originales tuvieron muy poco ensayo en su momento. “Las tocamos una hora antes de entrar al estudio y después las grabamos así, de una. El problema era que los músicos de La Pesada hacíamos muchos temas del grupo y pocos nuestros. En mi caso, el único que había era ‘La pálida ciudad’, que por otra parte sigo haciendo, pero con una afinación más al aire”.
–No quedó claro por qué no tuvieron tiempo de ensayar los temas.
–Porque fue todo muy rápido. Apareció la posibilidad de grabar, yo pelé mi repertorio y ya estaba adentro del estudio. Igual, tiene la riqueza de lo espontáneo, porque en “Polvo he de sacudir” hay unas zapadas que hicimos con Ale Medina que fueron muy sorpresivas. Otro caso medio raro fue el del que hablábamos antes (“Creciendo en espiral”), que lo grabé en un tono que no era el de mi voz. Ahora me tomé revancha, lo hice en el tono que va, y eso me permite cantarlo con comodidad, sobre todo el estribillo. En realidad, lo grabé de nuevo para mostrar cómo era el tema, verdaderamente.
–“A L.A.S.” se intuye, es un homenaje a Luis Alberto Spinetta. ¿Por qué es instrumental?
–Porque toco todos los instrumentos yo... y era demasiado (risas). La verdad es que hice este tema porque lo respetaba mucho a Luis y pienso que me faltó acercarme un poco más a él. Sé que él me admiraba, también. Nos conocimos en la época de Sótano Beat, mire de qué momento le estoy hablando... ¡mil años atrás! (risas). Recuerdo que él se venía a los camarines y nos tocaba con la acústica los temas que después grababa con Almendra... Quedábamos todos fascinados con el Flaco. Después tuvimos encuentros furtivos. Cuando Pecado Rabioso grabó “La serpiente viaja por la sal”, yo estuve ahí... Un flash. También, con La Cofradía grabamos al lado de la sala de Almendra. Nos escuchábamos los temas recíprocamente y a él le gustaba uno nuestro que se llamaba “Te deslizaste en mi costado”.
–Ya habló de Gieco, de Spinetta y de Abuelo; faltaría Pappo. ¿Dónde aparece él en el disco?
–En el primero (“Te tengo que llevar”, también de Abuelo), porque los solos los grabé con la guitarra flecha que era suya. La elegí entre las diez violas que tenía Vilanova en su estudio y después me enteré que era la de Pappo. Me viajé mal con esa guitarra. ‘Esta es la de verdad’, dije. Es un tema con el que me identifico mucho, porque tiene un sonido muy zeppeliniano, con mucho groove, y ahí está Pappo, sí. Con él grabamos juntos en Phonal, el estudio que estaba en la calle Córdoba. Ahí laburamos el primer disco de Pappo’s Blues y varios de La Pesada. Y un dato que viene muy al caso es que me encanta tocar en vivo “Era de tontos”, el tema de Pappo que Luis grabó en Spinettalandia y sus amigos.
–¿Qué pasó con la banda de León?
–Se terminó. Fue. Es lo que decía antes de los escorpianos como León... Cuando queremos romper algo, lo hacemos. Se termina y a otra cosa. Yo percibía que se venía algo así y me entristece por un lado, pero por otro está bien. Es una etapa cumplida. Incluso, me sirvió para concretar este disco.
La tapa de Amaneceres remite a una vieja costumbre de las épocas de La Cofradía: cruzar diferentes ramas del arte en una misma obra. Esta vez, a Kubero le dio por dibujar un lago soterrado bajo una especie de templo árabe, con varias canoas atravesándolo y tres ventanales, que se convierten en rostros. “La idea fue la de plasmar el espíritu del trío. Una niña me lo bautizó como ojo de agua y otra me dijo poetas de agua, me pareció genial”. “Amaneceres” se llama el segundo track del CD (en total son catorce canciones) y Díaz, también a punto de iniciar un ciclo de clínicas organizado por el Instituto Nacional de la Música, sostiene que suena a The Police. “Pero ojo que lo compuse antes que nacieran ellos”, se ríe. “Sigo viviendo en Chacarita, pero todos los años voy a Brasil, y ahí nació la idea de hacer ‘Maluco Beleza’, el tema que elegí para hacer el video”.
–Ahí nació, sí, pero, ¿cómo?
–Estaba descansando y de repente pasó una 4x4 con ese tema de Raúl Seixas a todo lo que daba. Me voló la cabeza. Lo empezamos a cantar con mi compañera, vine acá y lo grabé. Es un blues acústico con el que me identifico bastante, porque habla un poco de los tipos que no se conforman, que buscan. Este tema es uno de los más autobiográficos, pese a que no es mío.