Se llamaba Elizabeth y tenía mucho por delante. Ya era madre. No hace falta indagar demasiado en las condiciones en las que vivía cuando una se entera que el aborto fue practicado con el tallo de un perejil. Así son muchos, muchísimos de los abortos que todavía se practican en la clandestinidad y a los que recurren mujeres rodeadas de una nube de la desesperación. Con perejil, con cucharitas de trago largo, con perchas de alambre desarmadas. Hay miles de mujeres que ni siquiera llegan al consultorio del médico abortero, muchísimas menos al acceso de prácticas abortivas con pastillas a las que podrían acceder. Están en otro tiempo, y por eso no acceden. Están detenidas, en el doble sentido invisible de esa palabra.
Están detenidas en el tiempo, y mueren como han muerto mujeres hace décadas y en siglos pasados, porque este mundo no sólo está dividido en clases, sino que a cada clase le corresponde una fase del tiempo histórico. Y están detenidas porque a pesar de que muchas de ellas viven en pretendidas democracias, son prisioneras del tiempo al que fueron confinadas por el patriarcado y el capitalismo, que hoy copulan en una nueva versión de obscenidad. Muchas mujeres y hombres en el mundo, en esos países de los que vienen los migrantes, huyen del pasado que se les hizo carne, esclavitud, abuso, tortura, persecución, pérdida, desorientación. La precarización de la vida es una manera de decir que esas personas han quedado detenidas en un tiempo en el que la idea de “seguridad” ni las comprende ni las alcanza. Han sido excluidas también de eso.
Elizabeth era una más de lxs condenadxs. Como ella hubo millones que nadie vio y nadie recuerda. La muerte de Elizabeth sólo cobra su dimensión porque hoy se rompió el velo y podemos ver una escena insoportable. Pero cuando se abre el punto de mira es este mundo así como es y así como va el que no se puede soportar. Con las enormes mayorías de las poblaciones detenidas en el tiempo, consideradas sobrantes de la especie, mano de obra sin alma, masa informe y sin nombre que debe seguir aplastada en Africa o en el subsuelo de una mansión británica. Arriba o en el norte, abajo o en el sur, el cinco por ciento de quienes están vivos están absolutamente convencidos de que son ellos los únicos que tienen derecho a todo, y que es de débil y estúpido preocuparse por el otro. La dominación se exacerba, hoy, y se lleva a cabo confinando a cada sector en una franja diferente de tiempo. Porque ellos no sólo gobiernan los países, dirigen las iglesias, son miembros de organismos internacionales. Ellos se apoderaron de la llave del presente.
Millones de seres humanos hoy viven en condiciones que podrían ser las de dos o tres siglos atrás. Mientras en el presente, que es el tiempo en el que gira el mundo, en el que se escriben y leen los diarios, que se ve televisión, que todo se vuelve robótico y sobretecnologizado, el tiempo en el que la medicina y la hotelería y la gastronomía y la publicidad y el espectáculo exaltan la velocidad y la compra del último modelo de cualquier cosa, millones de seres humanos, muchísimos más que los que tienen acceso al presente, deslizan sus vidas por un tiempo ido del que nunca pudieron despegarse o al que llegaron por descenso social. Sin cloacas, sin electricidad, sin educación, sin cena, sin desayuno, sin intimidad, sin seguridad, sin dientes.
En este sentido, la lucha por el aborto legal para no morir es un impulso extraordinario por tirar entre millones de personas de la soga para sacar a otros millones de personas del pasado. La reacción, los reaccionarios, ya llegan y se instalan. Con los provida ha llegado un nuevo tipo de violencia que puede volverse compleja y ante el que hay que estar alertas. Porque la inercia del poder siempre ha sido manipular y disciplinar para mantenerse en la captura del presente, y prometer cualquier cosa para el futuro, siempre para más adelante, siempre otro semestre, otra década. La dominación, así, es la manipulación del tiempo: detienen a millones en el pasado y les prometen cosas para el futuro. Mientras tanto, en el presente, que es lo único real, ellos se quedan con todo. El peronismo les resulta repulsivo porque precisamente una de sus premisas es darles dignidad ya, ahora, y permitirles el ingreso no sólo a un sistema sino al tiempo que comparten con el resto de la sociedad.
Nosotros tenemos esta vida que Elizabeth ya no tiene porque no pudo llegar al presente y como tantas, recurrió a lo que pudo, a “lo que le correspondía”. Nosotros tenemos esta vida y nada más. Si nos quitan el presente nos quitan todo, como les han quitado todo, desde el principio de los tiempos, a los que finalmente creyeron que así eran las cosas. El coloniaje, el vasallaje, la esclavitud, la supremacía racial o de género. No. Las cosas no son así. Las cosas fueron hechas, talladas, construidas así por los que se quedaron con el presente.
Las cosas no son así. Los abortos en el presente no se hacen con perejil. Mueren las que han quedado detenidas, doblemente detenidas en el tiempo ya ido y en la imposibilidad de decidir sobre sus cuerpos. Nunca cuando hay una muerte evitable las cosas son así. En este caso, las cosas podrían ser diferentes si por ejemplo hubiera menos hipócritas y cínicos dedicados a la política y ocupando bancas en el Senado.