“Hay criaturas acá con nosotras privadas del agua. Juntamos lo que podemos en tachos y en botellas. Hay bebés operados hace días de labio leporino. Otros que toman leche de fórmula, que por supuesto se prepara con agua”, relata una interna de la Unidad 33. Una de las 500 mujeres privadas de su libertad que viven en el penal de Los Hornos, en La Plata, que tras la quema de una bomba sumergible, ya lleva seis días sin agua.
Las denuncias más graves provienen del pabellón destinado a las embarazadas y a los 65 niños menores de 4 años, que viven ahí junto a sus madres. Esta semana estuvo cruzada por las discusiones entre las internas y las jefas del penal, y la ausencia de respuestas concretas de parte del Servicio Penitenciario Bonaerense frente a la falta de agua potable. Entre las internas hay mujeres mayores, mujeres que viven con VIH, niños asmáticos, bebés recién nacidos.
Las internas se vieron obligadas a organizarse por turnos para recolectar ellas mismas agua a través de una única canilla que gotea, ubicada entre pabellones, a la que acceden después de caminar una distancia de unas tres cuadras. Según relató Nora Calandra -exdetenida, liberada, al frente de la Red Niñez Encarcelada y Secretaria de ex detenidos y familiares de la CTEP- consultada por Página12, la situación es de extrema gravedad ya que “no se sabe si ese líquido con el que están a duras penas pudiendo llenar bidones y racionar entre las celdas es realmente agua potable, pero no les queda otra que tomar eso, para beber, cocinar, bañarse, preparar la leche de los bebés”.
“Nos estamos arreglando con el agua que logramos juntar durante la noche, que sale con gusto a cloro, a tierra, con verdín, inclusive con bichos que colamos. No pedimos nada del otro mundo. No pedimos un plasma. ¡Estamos pidiendo algo muy básico!", dicen las internas de la UP 33, quienes denuncian, además, que el Servicio Penitenciario ni siquiera se ocupa de brindarles botellas de agua mineral.
Según indicó Nora Calandra a este diario, recién después de cinco días de reclamos y gracias a la intervención de Mario Coriolano, titular de la Defensoría ante el Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, “llegó una orden para que se repare la bomba. Pero una vez notificada la orden, el problema ahora es que no estaban los repuestos necesarios... siempre falta algo. La situación concreta es que sigue sin haber agua en los pabellones”.
La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) registró en su último informe anual las condiciones especialmente alarmantes de la Unidad Penal 33. En base a visitas al espacio, entrevistas con personal penitenciario y con las detenidas, la CPM pudo corroborar que las mujeres, niñas y niños que viven allí sufren “desatención de la salud, deficiente alimentación, condiciones materiales que ponían en riesgo su salud y su vida”. Sólo por mencionar uno de los datos registrados en el informe: en esa Unidad, donde vive la mayor cantidad de niños de todo Sistema Penitenciario Nacional, sólo hay pediatras cuatro días a la semana.
“La vida en la cárcel siempre es dolorosa, y las condiciones son cada vez peores. Y ni hablar de la cárcel de mujeres donde muchas son jefas de hogar. Desde levantarse a la mañana y gritar detrás de una reja que te traigan la leche o que te lleven a sanidad, donde pocas veces hay médicos, pasando por pedir por favor a la encargada que te deje llevar a los niños a una plaza desierta de juegos donde por lo menos ven algo de pasto. ¿Y la alimentación para chicos y embarazadas? Dos papas, medio zapallo y un churrasco... y los que hay se reparte como se puede”, advierte Nora Calandra sobre las condiciones de vida en el penal, que vivió en carne propia, un cuadro que completan los testimonios desde el interior de Los Hornos: “antes de ser presas, antes de ser ‘reas’, o como nos quieren llamar, somos seres humanos y estamos acá encerradas con niños menores de cuatro años en condiciones inhumanas”.