Son todos murgueros. Se unieron, indignados, cuando arrancó el 2016. El primer tema que grabaron habla por sí: “Gorilón”. Luego, se fueron integrando amigos de amigos; compañeros de compañeros, y empezaron a subir temas a las redes. Uno fue “El segundo semestre”, otro “La querida oligarquía” y, cuando estaba todo listo para armar algo más serio, el presidente les dejó el nombre servido en bandeja: Esa te la debo. “Somos parte de la mitad que sabía qué iba a pasar si ganaba Macri”, introduce Fede Amaya, director musical de una murga que fue creciendo vertiginosamente hasta hacerse de un lugar en la patria sonora de tal mitad –mitad más de uno, dada las circunstancias– que resiste la andanada neoliberal. Durante 2016 grabaron 25 temas basados en la agenda política, y empezaron a llover invitaciones para presentarse en vivo. Primero los invitó Roberto Caballero a su programa de radio y luego comenzaron los shows. “En un principio nos considerábamos una murga virtual y clandestina, porque subíamos los temas a las redes y no queríamos que se vieran nuestras caras, pero luego la cosa cambió. Primero nos compramos unos trajes blancos, de pintores, que salían noventa mangos cada uno, y así fuimos a la radio, y a los primeros shows”, cuenta Amaya, poco antes de una nueva presentación de la murga, el sábado 1º. de septiembre en Hasta Trilce (Maza 177). “Vamos a estrenar una canción nueva que se llama ‘La recaudación de Heidi’, con la música de María-María”, se ríe.
Será un paso más de una larga saga de shows en vivo que comenzó en febrero de 2017 pasado. Ese año hicieron unas cuarenta presentaciones, casi todas a la gorra, y en lo que va de éste no hay fin de semana que hayan descansado. “No es algo que buscamos, sino la genuina pulsión de expresarnos con las herramientas que tenemos, que son el arte y la música, y la conciencia de tomar esto con responsabilidad. Quiero decir, no daba para seguir tocando camuflados bajo esos trajes de pintores”, dice el músico. Para encarar el 2018, Esa te la debo readaptó algunas canciones, y las conceptualizó haciendo un jueguito entre el apellido de Mauricio y la película Matrix. “Jugamos con eso de la conexión y la desconexión, y lo llamamos La Macrix argentina… Además, ya hay una puesta mejor, hay trajes, hay una estética, hay gorros, hay proyecciones. Además, dejamos de ser una murga tradicional, y sumamos banda: batería, guitarra y bajo, más seis cantores onda rioplatense”, cuenta Amaya, en referencia a la presentación de un espectáculo que pendula entre los shows en clubes de barrio (el convite del Peronismo Militante en el club Podestá de Lanús resultó, por caso, un buen ejemplo del talante popular del grupo), y el Teatro Roma, cuyo show fue grabado y será publicado en formato de CD-DVD a fin de año. “Que el proyecto sea autosustentable, y que no tengamos que poner plata para tocar ya es un montón”.
–No viven de la murga, entonces…
–No vivimos de la murga. Todos tenemos otro trabajo, pero entra un dinero que, simbólicamente, nos ayuda a seguir andando. No sé, el otro día, cuando hicimos el balance del mes, nos quedaron 2100 pesos por cabeza y a uno de los pibes, que se quedó sin laburo, le vino bien para pagar el gas. Digo, la cuestión económica es importante pero no es el motor central. De hecho, salir a tocar a la gorra es una decisión a propósito, para poder tocar donde nos inviten.
A la gorra, y un piso de setenta u ochenta personas es lo que la murga propone para tocar donde sea: clubes de barrio, unidades básicas, teatros de sindicato, centros culturales, y otras plazas. “Ahora nos empezó a pasar que nos contratan de algunos municipios, pero el grueso sigue siendo los lugares populares. Tratamos de tener la cabeza fría sobre todo lo que nos va pasando. No es un salto de popularidad, pero sí una posibilidad para poder capitalizar profesionalmente algo que surgió desde la espontaneidad de querer expresarse. Si nos hubiésemos puesto a pensar, a priori, que este era el momento para armar una murga que hable de política, no nos hubiera salido. No hubo una especulación con esto, pero sí nos encanta que se estén abriendo posibilidades para ir a tocar al resto del país. La cuestión es que aún no nos da la nafta para viajar, y además hay que pedir días en el laburo”.
Además de Amaya, la murga la componen su director general (Alejandro Gómez Calcarreda) más ocho músicos y el letrista Hernán Granovsky. “Tenemos muy en cuenta la conexión con la gente en el caso de los textos, porque por ahí hacemos chistes muy conectados con alguna pelotudés que dijo alguien a la mañana, y por ahí la gente no está hiperinformada todo el tiempo. Esto nos sirvió para bajar el nivel de pretensión y relajar. Ahora focalizamos en gags más genéricos, que ayudan a la gente a oxigenarse un poco y seguir luchándola en la vida real. El cambio tiene que ver con que tirar tantas pálidas una atrás de la otra, por más que le pongas todo el humor del mundo, se pone muy denso: represión, tarifazo, desempleo, jubilados… es mucho”.
–La puesta, los textos, el sarcasmo de ustedes los acerca al espíritu de la murga uruguaya. Teniendo en cuenta la tradición de aquella, que dice cosas esté quien esté gobernando ¿qué van a contar si vuelve a gobernar el peronismo, como ocurrió entre 2003 y 2015?
–Yo pienso que el kirchnerismo no tuvo tiempo para desarrollar la capacidad de reírse de sí mismo. Fue tan complicado el marco que tuvo, que no había mucho tiempo para descontracturar, lo digo en términos macropolíticos ¿no? Pero tampoco había humor en las bases… Tuvimos durante toda la década un ministro de Trabajo gangoso ¿por qué no nos podemos reír un poco de eso? Carlos Tomada es un capo, un recompañero, pero ¿no me puedo reír de cómo dice nacional y “mpompular”? ¿Eso es darle de comer a la oposición? No me parece. Ojo, no pretendo que los dirigentes hagan eso, pero sí lo podemos hacer nosotros, los artistas.