Después que la semana anterior se conociera un informe de la Corte Suprema de Pensilvania (Estados Unidos) poniendo al descubierto lo sucedido con al menos mil víctimas de abuso sexual por parte de ministros de la Iglesia Católica, ayer el papa Francisco difundió en Roma una “carta al pueblo de Dios” en la que califica los hechos como un “crimen que genera hondas heridas de dolor e impotencia”, reconoce que lo ahora revelado “durante mucho tiempo fue ignorado, callado y silenciado”, condena “con dolor y vergüenza las atrocidades cometidas”, pide perdón en nombre de la institución y recomienda acudir a la justicia en estos casos mientras se compromete a luchar “contra cualquier tipo de abuso sexual, de poder y de conciencia”.
Tres días después de que la justicia de Pensilvania divulgara el informe que implica a aproximadamente 300 sacerdotes y religiosos “depredadores” el Vaticano ya había reaccionado expresando en un comunicado la “vergüenza y dolor” por los abusos revelados.
Ahora el Papa invitó a los católicos a que “pidamos perdón por los pecados propios y ajenos. La conciencia de pecado nos ayuda a reconocer los errores, los delitos y las heridas generadas en el pasado y nos permite abrirnos y comprometernos más con el presente en un camino de renovada conversión”, afirmó.
Refiriéndose a los hechos Francisco señala que se trata de “un crimen que genera hondas heridas de dolor e impotencia; en primer lugar, en las víctimas, pero también en sus familiares y en toda la comunidad, sean creyentes o no creyentes”. Agrega el Papa que “mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado” y “mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse”. Tras condenar las “atrocidades” cometidas Bergoglio pide también “unir esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte” y señala que las heridas “nunca prescriben” porque “el dolor de estas víctimas es un gemido que clama al cielo, que llega al alma y que durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado”.
El Papa atribuye lo sucedido al “clericalismo” y señala que “como comunidad eclesial asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas”.
Por lo tanto, sigue diciendo Francisco, “la magnitud y gravedad de los acontecimientos exige asumir este hecho de manera global y comunitaria” porque “si bien en el pasado la omisión pudo convertirse en una forma de respuesta, hoy queremos que la solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierta en nuestro modo de hacer la historia presente y futura, en un ámbito donde los conflictos, las tensiones y especialmente de todo tipo de abuso puedan encontrar una mano tendida que las proteja y rescate de su dolor”.
En ese sentido el Papa considera que es necesario “denunciar todo aquello que ponga en peligro la integridad de cualquier persona”, luchar “contra todo tipo de corrupción, especialmente la espiritual”.
Vale recordar que este año, después de su visita a Chile donde recibió severas críticas por su respaldo al obispo de Osorno, Juan Barros, el Papa impulsó una investigación tras la cual no solo exigió la renuncia del obispo acusado de abusos sexuales sino la puesta a disposición de sus cargos de la totalidad del episcopado chileno. Esa fue la medida más drástica que se ha conocido en la materia por parte de un pontífice.
Ahora, frente a las revelaciones de la justicia de Pensilvania, Bergoglio afirma que “es imposible imaginar una conversión del accionar eclesial sin la participación activa de todos los integrantes del Pueblo de Dios” y sostiene que “cada vez que hemos intentando suplantar, acallar, ignorar, reducir a pequeñas élites al Pueblo de Dios construimos comunidades, planes, acentuaciones teológicas, espiritualidades y estructuras sin raíces, sin memoria, sin rostro, sin cuerpo, en definitiva, sin vida”.
En virtud de lo anterior Francisco considera que lo anterior se expresa “con claridad en una manera anómala de entender la autoridad en la Iglesia –tan común en muchas comunidades en las que se han dado conductas de abuso sexual, de poder y de conciencia– como es el clericalismo” y, por lo tanto, “decir no al abuso es decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo”.
Según el vocero vaticano Greg Burke la carta del Papa está dirigida al todo el pueblo católico y a la sociedad en general y recordó que tras asumir como pontífice Bergoglio se pronunció claramente por la “tolerancia cero” en materia de abusos sexuales en la Iglesia.
Ahora Francisco sostiene que “es imprescindible que como Iglesia podamos reconocer y condenar con dolor y vergüenza las atrocidades cometidas por personas consagradas, clérigos e incluso por todos aquellos que tenían la misión de velar y cuidar a los más vulnerables”, que “pidamos perdón por los pecados propios y ajenos” e impulsar “todas las mediaciones judiciales que sean necesarias”.
El próximo 25 de agosto el papa Bergoglio viajará a Irlanda para participar de Encuentro Mundial de las Familias, un escenario donde es posible que Francisco vuelva a referirse a estos temas. En 2010 la justicia irlandesa puso al descubierto que por lo menos doce mil niños y niñas fueron abusados por aproximadamente 400 ministros eclesiásticos durante 30 años. Ese fue el mayor escándalo de la Iglesia irlandesa, una de las comunidades católicas más importantes de Europa. Por entonces el Papa Benedicto XVI llamó a Roma a las autoridades eclesiásticas de aquel país y también calificó el hecho de “vergüenza”. El domingo el arzobispo de Dublin, Diarmuid Martin, dijo que “no basta con pedir perdón” sino que “las estructuras que permitieron o facilitaron los abusos deben ser aniquiladas, y aniquiladas para siempre”.