En 1988, en medio de la devastación que significó la muerte de Luca Prodan, Ricardo Mollo y Diego Arnedo sostuvieron el duelo con canciones. Roberto Pettinato iba a formar parte del proyecto, pero decidió irse a España; el guitarrista y el bajista se encontraron solos, con una batería electrónica, en la misma sala en la que hasta hacía poco eran seis desatando un vendaval irrepetible en la escena argentina. Disimularon el vacío poniendo telas. Se sumó el baterista Gustavo Collado. En 1989 aparecía 40 dibujos ahí en el piso, un disco denso pero inspirado, la primera piedra de un recorrido lleno de canciones y discos que, para Divididos y su público, fueron mucho más que la forma de superar el duelo.
30 años después, una Trastienda llena de fans, algunos amigos y un puñadito de periodistas puede dar fe de que las paredes tiemblan. Está sonando una versión más hendrixiana de “La mosca porteña”, el ritmo más pesadamente marcado, la voz procesada con una rara tonalidad, el solo final que agrega una nueva épica: está sonando Haciendo cosas raras, el experimento con el que Mollo, Arnedo y Catriel Ciavarella reubicaron en el mapa emocional las canciones de aquel dolor. “La decisión tuvo que ver sobre todo con rescatar las canciones del duelo”, dice Mollo. “Cuando escucho el disco viene toda la sensación de ese momento: es como recrudecer el dolor de la muerte de Luca, el desamparo de la muerte de Sumo. Un momento de varios duelos, el físico de alguien que se fue y el de una banda que terminó.” Hay, sí, la intención de los compositores de volver a ser dueños de esos fonogramas; por eso el disco tiene otro arte de tapa, otro título y otro orden de canciones, para que lo legal no interfiriera con la intención artística. Pero ante todo, remarca Mollo, hay una necesidad de retomar aquel debut que fue poderoso pero también condicionado por el contexto.
“Cuando me puse el vinilo en casa fue acordarse de todo, de los horarios, todo de noche y madrugada; el desamparo, la escasez de recursos...”, detalla el cantante y guitarrista. “Si bien habíamos firmado contrato con CBS, teníamos un tiempo acotado, había que resolver en poco tiempo. Y el disco tiene una concepción muy precaria. Y estaba mi transición de empezar a cantar, la mimetización con Luca en el modo, la inercia que todavía teníamos...” Según el músico, había una necesidad de “rescatar las canciones, quitarles carga, dotarlas de una frescura que era imposible tener en aquel momento”. Mollo reconoce que esas mismas canciones han sonado varias veces sobre el escenario, “pero el tema era plasmarlo, escucharlo, no tocarlo. Mi sueño es poder ver el show de mi banda...”, dice y se ríe.
Así, hay mucho por escuchar en Haciendo cosas raras, que abre de modo radicalmente distinto con “Los sueños y las guerras”, destaca la luminosa energía entre tantas oscuridades en el tema que titula al disco, arrasa con la repotenciada “Che, qué esperás”, le mete varios cambios a “Los hombres huecos” y convierte al ex instrumental “La foca” en “Caballos de la noche”; “¿De qué diario sos?” pasa del abordaje lúdico a un final que pudre todo el sonido, pero el pico más alto llega con la reversión de “Gárgara larga”, que ya era uno de los grandes temas de 40 dibujos y ahora sirve como demostración de lo atinado del experimento. “Camarón Bombay”, que en el original aparecía en tres fragmentos, es ahora un relajado reggae de cierre que deja colgando las voces en el aire. Todo ello envasado en un hermoso disco–libro que contiene un reportaje transcripto íntegramente en la caligrafía de Arnedo.
La voz, claro, es una de las cuestiones que aparecen en el análisis de Mollo. “Yo era un guitarrista que cantaba, ahora soy un cantante que toca la guitarra. Por eso una de las cosas que advertí al volver a escuchar el disco es que... ¡ese guitarrista tocaba mejor que yo!”, dice y suelta la carcajada. “De verdad, me tuve que poner las pilas para estar a la altura. Pero ganó la interpretación vocal”. A diferencia de las escasas 85 horas que insumió la grabación –en una época en la que todo el proceso solía llevar entre 250 y 300–, el trío esta vez pudo darse el gusto de grabar sin limitación de tiempo, en la casa de Mollo (“Descubrimos de casualidad que los ambientes sonaban bien y dijimos ‘Listo, lo hacemos acá’”) y, claro, con la experiencia adquirida. “Jugó el aprendizaje de todos los estudios de grabación, de todas las guitarras, de todos los equipos con los que tratamos: poder decir ‘este es el sonido que quiero’. Muchas veces yo no tenía la posibilidad para lo que imaginaba. Me pasó grabando ‘El 38’: aún hoy lo escucho y digo no, no es ese sonido. Hoy ya sé cómo conseguirlo, y es una revancha.”
La revancha tendrá su fase en vivo el 15 de septiembre en el Hipódromo de Palermo, cuando el trío festeje sus 30 años con Haciendo cosas raras como componente medular. La historia continuará: Divididos no solo regrabó las canciones de su disco debut, sino que se plantea la posibilidad de hacer “dialogar” canciones de diferentes épocas en próximos discos. “Solo dudo con La era de la boludez, porque por respeto tendría que pedirle a Gustavo (Santaolalla) que se tome unas vacaciones y venga”, explica Mollo. “Lo cierto es que este era una asignatura pendiente”.